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Once malos hábitos que son enemigos letales del cerebro | Por: @linternista

La vida está llena de hábitos, buenos y malos. Son los malos los que, lógicamente, ponen al buen estado de salud como todo un reto por alcanzar. Y son los que más suelen afectar al cerebro.

Y lo dice nada más y nada menos que la Organización Mundial de la Salud (OMS). Según esta institución los accidentes cerebrovasculares (trombosis y derrames) están entre las principales causas de discapacidad y muerte en el planeta. Un estudio de este organismo, publicado en el sitio Ser Médico, del Sindicato Médico del Uruguay, enumera los once hábitos cotidianos que pueden afectar al cerebro y su rendimiento:

  • No desayunar. No ingerir buenos alimentos al comenzar el día reduce el azúcar y las proteínas, que son nutrientes necesarios para que el cerebro inicie su trabajo en las primeras horas.
  • Cubrirse la cabeza al dormir. Taparse la cara con una almohada aumenta la concentración de dióxido de carbono en el cerebro y perjudica su funcionamiento.
  • Consumir muchos azúcares. Esto interrumpe la absorción de proteínas; si el cuerpo no consume los nutrientes correctamente, se afecta el desarrollo cerebral.
  • Falta de actividad física. El ejercicio ayuda a mantener saludable y con buen funcionamiento no solo al cuerpo, sino también al cerebro. Puede cambiar su estructura y funcionamiento.
  • Dormir poco. El sueño aumenta la reproducción de células que participan en la formación de mielina, un material aislante en las proyecciones de las células nerviosas dentro del cerebro.
  • Forzar el cerebro cuando se está enfermo. Trabajar o estudiar mucho cuando uno está enfermo es dañino; provoca disminución en la eficacia del cerebro a largo plazo.
  • Fumar. El hábito afecta a toda la salud, pero, además, la exposición al cigarrillo en lugares cerrados por más de una hora tiene efectos en el sistema nervioso central.
  • Ser solitario. La corteza prefrontal sobre los ojos es más grande cuanto aumenta el número de amigos.
  • Ambientes contaminados. Estar mucho tiempo en lugares contaminados disminuye el suministro de oxígeno al cerebro y habrá una deficiencia en el órgano.
  • Reacciones violentas y estrés. Causan endurecimiento de las arterias del cerebro. Si se fortifican, la capacidad mental disminuye.

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Cerebro exigido durante la niñez

El desarrollo del cerebro consume tanta energía durante la prolongada etapa de la infancia que demora el desarrollo físico, según se asegura en un estudio, en el cual participaron científicos de varias universidades y estuvo encabezado por Christopher Kuzawa, del Departamento de Antropología de la Universidad Nortwestern (Illinois). En esta tesis se trata de explicar por qué los niños crecen a un ritmo tan lento que se parece más al de los reptiles que al de los mamíferos.

Los autores partieron de la hipótesis de que el elevado costo energético del desarrollo del cerebro humano podría explicar algunos rasgos típicos de los humanos, incluido el crecimiento lento en los años que preceden a la edad adulta. Pero, añadieron, aunque se aceptaba ampliamente que los requisitos metabólicos del crecimiento del cerebro humano restringían el ritmo de evolución, que no se conocían estos requisitos.

Las hipótesis anteriores, asimismo, indicaban que el consumo de recursos por parte del cerebro era, en relación con el resto del cuerpo, mucho mayor al nacer, que es cuando el tamaño del cerebro es más grande en proporción. “Nuestras conclusiones indican que nuestros cuerpos no pueden darse el lujo de crecer más rápido durante la infancia debido a las enormes cantidades de recursos requeridos para sustentar el desarrollo del cerebro humano”, indicó Kuzawa.

“Como humanos es mucho lo que tenemos que aprender y ese aprendizaje requiere un cerebro complejo y hambriento de energía”, añadió.

Este estudio es el primero que combina datos de tomografías por emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés), un análisis que mide la absorción de glucosa, e imágenes por resonancia magnética (MRI) que miden el volumen cerebral.

La combinación de datos sirvió para mostrar que, en las edades en que el cerebro devora la mayoría de los recursos corresponden al tiempo en que el cuerpo crece a menor ritmo. Esta voracidad de energía en el cerebro alcanza su cima hacia los cuatro años de edad, y es cuando el cuerpo crece al menor ritmo.

Según el estudio, a esa edad el cerebro “quema” el combustible a una tasa equivalente al 66% del que usa el resto del cuerpo. Este ritmo de consumo, que equivale a más del 40 por ciento del gasto total de energía del cuerpo, culmina hacia los cinco años de edad, cuando el cerebro utiliza su máximo de glucosa.

Es en la etapa de los cuatro a los cinco años de edad cuando llegan a su máximo las conexiones cerebrales, llamadas sinapsis de las neuronas, y cuando los humanos aprenden muchas de las cosas que necesitarán para sobrevivir y prosperar.

Es para compensar la fuerte demanda de energía en el cerebro que los niños crecen a un ritmo más pausado y son físicamente menos activos en esa etapa, según los investigadores.

Fuentes: GDA, El País (Uruguay), El Tiempo, ABC.com.py, Tusalud10.com.

Daniel Ricardo Hernández @danilericardoh

Comunicador Social

Comité editorial medicinapreventiva.info

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