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Al parecer el sexo es la mejor manera de cuidar la próstata | Por: @linternista

La próstata ha devenido en el bastión más preciado de la fortaleza sexual masculina y se concentra en unos tres centímetros cuadrados, entre la vejiga y la uretra. Es el alma mater de un castillo que no siempre se mantiene erguido. Sus peores amenazas: los años y las células cancerosas. ¿Algún escudo en el horizonte?

El mercado propone una amplia diversidad de complementos vitamínicos dispuestos, si no a blindar, a retrasar algunos de los trastornos más frecuentes de la próstata: boro, serenoa, té verde, trébol rojo, raíz de ortiga, licopeno, cinc, vitamina C, B6, D, E, granada, polvo de ajo… pero, ¿hasta qué punto son efectivos?

Los expertos consultados tienen sus reservas. «No hay nada demostrado científicamente capaz de evitar la prostatitis o el crecimiento benigno de la glándula prostática», sentencia Carlos Hernández, jefe de Urología del Hospital Universitario Gregorio Marañón de Madrid. «La persona tendría que tomar este tipo de suplementos durante 30 o 40 años para que teóricamente tuviera alguna influencia. Los urólogos no somos partidarios de estas opciones», remarca.

En la misma línea, el presidente de la Asociación Española de Urología (AEU), Manuel Esteban, subraya que «no hay ningún preventivo con evidencia científica rotunda», y recuerda que, por el contrario, sí nos enfrentamos a dos elementos contra los que no se puede luchar en el desarrollo de las patologías prostáticas más habituales: «Las hormonas masculinas y el envejecimiento».

Pero no está todo perdido. Existe un aliado y, además, especialmente placentero. «Una vida sexual sana y satisfactoria contribuye a una buena salud genitourinaria del varón», argumenta Esteban. «Las relaciones inadecuadas (sin medios de protección) o incompletas (coitus interruptus) influyen en las enfermedades de la próstata». Así que, en este sentido, sólo hay que disfrutar para cuidarla.

Salvado este factor de riesgo, cuando se trata de retrasar el cáncer de próstata, sí se proponen algunas sugerencias como dieta mediterránea, ejercicio, no fumar, no abusar del alcohol y no consumir exceso de proteínas, por ejemplo. «Es verdad que la población de Oriente, con dieta menos proteica, tiene menor riesgo de cáncer de próstata», indica Hernández. En cualquier caso, «estos consejos van dirigidos a toda la población y no sólo para el cáncer de próstata. Son hábitos de vida. Cuanto más sanos sean, menos riesgo de ésta y otras enfermedades habrá».

En lo que respecta a la glándula prostática, que se encarga de producir líquido seminal durante la eyaculación, tres son las alteraciones más frecuentes y no hay medicina natural que lo remedie, subrayan los expertos. La prostatitis, por ejemplo, afecta al menos a la mitad de los hombres a lo largo de su vida. «Suele ser causada por infecciones urinarias, también por contacto sexual (clamidia y gonorrea) y provoca síntomas como escozor al orinar, eyaculación dolorosa, presión en el recto e incluso fiebre. El tratamiento pasa por el uso de antibiótico», expone el urólogo del Gregorio Marañón.

Lo que sí se sabe, puntualiza el presidente de la AEU, es que este tipo de alteraciones «empeoran con determinados componentes de la dieta como el picante, el excesivo consumo de alcohol, bebidas con cafeína o jugos cítricos«. En la medida de lo posible, conviene evitarlos, al igual que los cambios bruscos de temperatura y también los baños de agua fría, y mantener una buena higiene. Desde luego, coinciden los especialistas, si se utiliza mucho la bicicleta, aumenta la probabilidad de sufrir problemas prostáticos.

Otro de los motivos de desvelo para la salud sexual y genitourinaria del hombre es el temido agrandamiento de la próstata, en la jerga médica: hiperplasia prostática benigna. Ocurre especialmente a partir de los 50 y se presenta con un patrón de síntomas comunes: necesidad de orinar dos o más veces por la noche, vaciado incompleto de la vejiga, sensación de urgencia para miccionar, dificultad para la expulsión o un flujo es lento y débil.

Lo cierto es que el tamaño de esta glándula tiende a crecer con la edad. Puede pasar del tamaño de una nuez a los 20 años, al de un limón a los 60. Con un crecimiento así, la uretra se oprime y dificulta el tránsito de la orina. Como argumenta Hernández, «se calcula que origina problemas en más de la mitad de los varones por encima de los 50 años y alrededor de un tercio de éstos requiere algún tipo de tratamiento, médico o quirúrgico».

Si no funcionan los fármacos indicados y las molestias son importantes, conviene intervenir quirúrgicamente para eliminar el tejido benigno que obstruye el conducto. «Cada vez más, la fórmula de cirugía abierta es más excepcional y se opta por el abordaje endoscópico», apunta Hernández. Se introduce un instrumento por la uretra del varón para llegar a la zona obstruida y eliminar el tejido sobrante. Otros procedimientos menos invasivos, como el láser verde (vaporiza el tejido), son muy apropiados para pacientes que están tomando anticoagulantes, con diabetes, cirrosis o enfermedades pulmonares y cardíacas. En principio, supone un menor ingreso hospitalario, minimiza la pérdida de sangre y reduce el postoperatorio. Sin embargo, se ha visto que en estos casos, hay más probabilidad de necesitar de nuevo cirugía cinco o 10 años después.

Conscientes de este riesgo con el paso de los años y con la idea de al menos retrasarlo, los hombres preguntan en consulta y también a Google. A las soluciones envasadas que internet ofrece a partir de licopeno, boro, té verde o combinados de extracto de polen de centeno, maíz y phleum, semillas de calabaza o de lino, los médicos responden de forma unánime y contundente: no hay evidencia científica suficiente sobre el papel de los suplementos alimenticios y los urólogos no son partidarios de recomendarlos.

Pero sí sugieren algunas medidas de cuidado personal: evitar el alcohol, la cafeína y los medicamentos de venta libre para el resfriado o la sinusitis que contengan descongestionantes o antihistamínicos, reducir el estrés y el nerviosismo, hacer ejercicio regularmente y, un consejo más conocido entre ellas que ellos, practicar ejercicios kegel para fortalecer la pelvis.

A falta de más estudios prospectivos a largo plazo, señala Esteban, «sí está aceptado que hay determinados alimentos que reducen la incidencia del cáncer de próstata: una dieta rica en tomate, brócoli y frutos secos. También sabemos que la ingesta excesiva de proteínas no es buena, ni para la hiperplasia ni para el cáncer prostático». Tampoco los son el tabaco y el alcohol. Ambas sustancias son responsables de hasta el 33% de los tumores en el primer caso, y del 12% en el segundo.

A partir de los 50 años, el de próstata es el cáncer más frecuente en los varones. En 2017, se diagnosticaron 30.076 casos, según los últimos datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Por suerte, aproximadamente el 90% de estos tumores se encuentran localizados, es decir, no han generado metástasis, lo que incrementa la probabilidad de curación.

Aunque parece que este tipo de tumor crece más despacio que otros cánceres, la detección precoz es la piedra angular. Por eso, los médicos aconsejan acudir a consulta ante cualquiera de los síntomas que preceden. No hay recomendaciones de screening como las del cáncer de mama, pero los médicos coinciden en que a partir de la mediana edad, sería recomendable someterse a un primer control. Valorar antecedentes familiares, la famosa prueba PSA (mide una proteína llamada antígeno prostático específico) y los síntomas si los hubiere y, en función de eso, acordar una siguiente visita más o menos espaciada.

Desde que se empezó a utilizar en los años 80, el PSA ha suscitado mucho debate. Parecía una buena forma de prevenir por sí sola, pero suponía un 10% de faltos positivos y un exceso de biopsias que en realidad no eran necesarias y a veces iban acompañadas de infecciones, disfunción sexual e incontinencia urinaria. De hecho, en 2012, el Preventive Services Task Force, formado por expertos independientes de EEUU, recomendó dejar de hacer esta prueba. Por esta razón, ya no se realizan tan regularmente como años atrás.

Cabe señalar que valores más altos del antígeno prostático específico no es sinónimo de cáncer. También se eleva por otras causas como la prostatitis y además, hay tumores prostáticos que por su escasa o nula evolución, nunca van a causar problemas a su propietario. Todo esto se tiene en cuenta antes de biopsiar (realizando nuevas mediciones de control) y la decisión se toma según el contexto individual de cada paciente. No obstante, argumenta Hernández, «el PSA es un dato más en el diagnóstico, no el único (la edad, los antecedentes, el tamaño de la próstata…)».

Además, «se puede complementar con un análisis del PSA libre (asociado a padecimientos benignos) y gracias a una nueva prueba que está adquiriendo importancia en los últimos años, la resonancia magnética multiparamétrica, podemos identificar la zona afectada concreta y realizar biopsias selectivas», arguye el presidente de la AEU.

Para los tumores que se presentan avanzados o metastásicos, la elección es la hormonoterapia. «Manipulando la testosterona podemos ralentizar el cáncer. Además, se han incorporado la quimioterapia y más recientemente, la inmunoterapia», comenta el urólogo del Hospital Gregorio Marañón.

Si por suerte no es el caso, se puede abordar con cirugía radical, eliminando la glándula completa ‘a cielo abierto’, con laparoscopia (menos invasiva, para preservar los nervios de la zona) o sometiéndola a radiación externa. Existe también la posibilidad de radiar internamente, a través de semillas radiactivas en el interior de la próstata (braquiterapia). Según los urólogos, la ‘carta’ de terapias ha introducido en los últimos años otros métodos como la destrucción de tumores por congelación (crioterapia) o por calentamiento (ultrasonidos de alta intensidad, HIFU), aún en estudio y no aprobados como opciones de tratamiento estándar. «Como no tienen peso científico suficiente de cura garantizada, el paciente deberá someterse a controles periódicos para comprobar la evolución. Si quedara tumor sin destruir o apareciera de nuevo, ya habría que quitar la glándula completa», explica Hernández.

La elección sólo puede realizarse teniendo en cuenta el historial y la opinión del paciente, quien ha de valorar la mayor o menor invasión del tratamiento, su efectividad y los efectos colaterales: disfunción sexual e incontinencia urinaria.

Comparativa de terapias

En este sentido, el estudio Prostate Testing for Cancer and Treatment (ProtecT), que comparaba los resultados de la cirugía, la radioterapia y la vigilancia activa, concluyó que a 10 años, no había diferencia en mortalidad por cáncer de próstata. En efectos secundarios, superados los dos años, la cirugía ocasionaba problemas de incontinencia urinaria en un 22% de los pacientes; la radioterapia y la vigilancia activa, en menos del 5%. Por su parte, la disfunción sexual afectaba a cerca del 50% de los hombres que se habían sometido a cirugía y a un 35% de quienes se habían tratado con radioterapia y tenían vigilancia activa (al cabo de un año).

Respecto a la crioterapia, «hay pocos estudios y apuntan que presenta mayor deterioro de la función sexual que la braquiterapia y la radioterapia externa aparte de no ofrecer mejores resultados de control de la enfermedad», explica Montse Ferrer, investigadora del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM), que está a punto de publicar una revisión sistemática internacional sobre los abordajes de primera línea en el cáncer de próstata (los incluidos en ProtecT, además de la braquiterapia). En dicho trabajo, «hemos evaluado la preservación neural con cirugía laparoscópica y no se registran diferencias».

Según Ferrer, en cuanto a «los ultrasonidos de alta intensidad en estos tumores, hay muy pocos datos». En España, un equipo de especialistas de la Clínica Universidad de Navarra (CUN) ha comenzado un ensayo clínico en face II para tratar el cáncer de próstata localizado con este método. «Se busca curar este tipo de tumor evitando la incontinencia e impotencia sexual. Mayores beneficios con el menor daño posible», puntualiza Ignacio Pascual Piedrola, director de Urología de la CUN.

Lo que sea para mantener en perfecto estado ese preciado bastión de tres centímetros cuadrados.

Fuente: LAURA TARDÓN: elmundo.es

Comité editorial medicinapreventiva.info

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