Los amigos están para alegrar y aliviar, el resto son gente tóxica | Por: @linternista
Ocasionalmente, luego de haber pasado tiempo con un amigo, es probable que se haya sentido angustiado, triste o estresado sin saber por qué; otras veces, esa sensación le habrá sobrevenido en su presencia y habrá comprendido que algo no va bien en la relación. Puede ser que se encuentre ante lo que se denomina últimamente como «persona tóxica».
Para el psicólogo Alberto Soler este término no hace referencia a un arquetipo concreto, sino a un conjunto de rasgos personales que resultan nocivos para los acompañantes: “Entre estos perfiles, se encuentran personalidades narcisistas, abusadoras, egocéntricas o manipuladoras”.
¿Qué es una persona tóxica?
Si has escuchado el término, pero no tienes claro lo que implica, la psicóloga Silvia Olmedo aclara que “una persona tóxica es aquella que nos hace daño”, teniendo en cuenta que “hay grados diferentes de toxicidad, hay personas que son molestas, otras tóxicas y otras pueden llegar a ser casi letales, emocionalmente hablando”.
Por otra parte, estaría el concepto no de persona tóxica, sino de relación tóxica, como por ejemplo es el caso de “las parejas celosas, los padres controladores o los amigos envidiosos”. De hecho, personas que no han tenido nunca una naturaleza dañina, pueden acabar cayendo en uno de estos perfiles, en ambientes que son tóxicos de por sí. “Estamos hablando sobre todo de ambientes laborales con mucha presión o con expectativas irreales sobre los trabajadores.
La empresa presiona a sus empleados, creando dinámicas enfermizas de trabajo, impregnándose el ambiente de miedo y de rumores, que impiden desarrollar al empleado su trabajo de una manera correcta y acaban impactando en éste y en su vida personal”, insiste Olmedo.
A lo largo de nuestra vida establecemos relaciones sociales en muchos ámbitos. Bien sea dentro de la familia, con compañeros de estudios o de trabajo, o incluso con aquellos con los que relaciones sentimentales que acabaron sin rencores, son muchas las personas que se cruzan en nuestra vida para compartir épocas o momentos, pero que no por ello deben acompañarnos para siempre.
Y es que, como si tuviéramos una especie de síndrome de Diógenes con las personas, nos cuesta mucho desprendernos de aquellas relaciones que ya no aportan nada a nuestra vida. Bien porque esa relación se ha desgastado, o aun peor, porque se ha vuelto tóxica, hay que dejar de guardar amigos en Facebook compulsivamente, y empezar a valorar con quién merece la pena realmente pasar nuestro tiempo.
El desarrollo de la teoría se ha vuelto masivo y, en los últimos tiempos, resulta complicado obviar las cantidades ingentes de manuales relacionados con este mal moderno en cualquier librería. Sus autores advierten sobre los perjuicios que conlleva relacionarse con estos sujetos, y coinciden en que la única opción es cortar los vínculos que nos unen a ellos. Pero, ¿cómo hacerlo?
Según Isabel García, psicóloga y responsable de Positiva Apoyo Psicológico, el primer paso es identificar que nos encontramos en esta situación: “Debe hacerse las siguientes preguntas: ¿Se siente escuchado y comprendido? ¿Lo que usted recibe es equivalente a lo que aporta a la otra persona? Si no es así, probablemente se encuentre en medio de una relación nociva. Una vez tengamos esto claro, debemos poner límites y conseguir que quien nos hace sentir mal no cruce ni un milímetro de la línea marcada».
Si no me tratas bien, fuera
Sin embargo, si se trata de un compañero de trabajo, o existe algún tipo de dependencia emocional, es posible que nos resulte más difícil poner tierra de por medio. “Todo dependerá del nexo que tengamos con este individuo. Su importancia determinará la dificultad a la hora de realizar las maniobras de distanciamiento. Pero si no lo hacemos, puede acabar afectándonos a nivel anímico, generándonos ansiedad y preocupaciones”, advierte Soler.
García explica cómo dar este difícil paso: «Normalmente, las personas tóxicas buscan llamar la atención y establecer vínculos en los que poder manipularnos. La clave está en llevarlos al hastío: si no les permite ser los protagonistas, se aburrirán y le dejarán tranquilo. Básicamente, se trata de respetarnos a nosotros mismos: tenemos que ser capaces de poner límites y de confiar en cómo nos sentimos». Eso sí, si no conseguimos hacerlo solos, el siguiente paso será buscar ayuda profesional, un psicólogo puede servirnos de guía y apoyo en coyunturas difíciles y para identificar casos de abuso que no reconocemos pero que nos causan malestar. “Deberíamos relacionarnos con gente que nos trate bien, y mejor relegar a quien no lo haga al lugar que se merece”, aconseja.
Hay algunas situaciones en las que la proximidad afectiva es menor y resultan más sencillas. En estos casos es suficiente con no seguir alimentando la relación. “Si dejamos de mantener una actitud activa podremos quebrar los lazos que nos unen e ir separándonos cada vez más. En otras ocasiones, bastará con hablar con la persona implicada para hacerle sabedor de nuestra decisión de distanciamiento”, aconseja el experto.
Por cierto, si tras haber dado el paso de expulsar a ese sujeto de su vida, le asaltan momentos de debilidad, manténgase firme: es una tendencia que tenemos, por educación, a cuidar a los demás y ser comprensivos. «Pero cuando una relación no funciona, hay que mantener la distancia siempre, por su salud física y emocional», concluye Soler.
¿Soy yo la persona tóxica?
Todos hemos oído alguna vez hablar de personas y relaciones tóxicas. Hemos ojeado algún artículo o algún libro para identificar claramente algunos perfiles de personas tóxicas que estaban en nuestra vida y hemos tomado nota de lo que debemos hacer, para que no nos agoten nuestra energía positiva, por así decirlo. Claro, que en ese planteamiento hay un fallo, puesto que resulta extraño que todos tengamos una persona tóxica a nuestro alrededor y nosotros no seamos nunca una persona tóxica para nadie.
Antes de nada, es importante que estemos seguros de no ser nosotros mismos el elemento nocivo. ¿Cómo lo averiguamos? «Si pensamos continuamente que los demás nos quieren amargar la vida, que nadie nos comprende o que nos deben algo, probablemente estemos haciendo sentir mal a los demás. Este comportamiento puede deberse a graves problemas de apego, capacidad de comunicación y empatía», explica Isabel García.
«Debemos tener en cuenta el punto de vista de la otra persona. Si pensamos siempre que es culpable de cómo nos sentimos, o que a través de ella (y no de nosotros) podríamos llegar a ser más felices, entonces es que estamos enfocando este problema de manera errónea», concluye.
Porque, ¿qué pasa si la persona tóxica soy yo? Según la psicóloga Silvia Olmedo, “hay ciertas conductas y señales de las personas que te rodean que pueden hacerte sospechar que puedes ser una persona toxica para ellos. Señales como que eviten tu compañía o no quieran discutir contigo. Otra señal de sospecha es cuando no te dicen lo que piensan o en todo te dan la razón porque te tienen miedo. Por otra parte, si somos personas inseguras, con una autoestima baja o controladoras, la probabilidad de que creemos relaciones tóxicas es muy alta”.
Fuente: elpais.com