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La reducción del sueño profundo se asocia con mayor deposición de proteína tau en la Enfermedad de Alzheimer | Por: @linternista

Según los resultados de un trabajo publicado el 9 de enero de 2019 en la revista Science Translational Medicine por investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis, en Estados Unidos, las personas mayores que tienen menos sueño de ondas lentas (el sueño profundo que se necesita para consolidar los recuerdos y despertarse sintiéndote renovado) poseen niveles más altos de proteína cerebral tau.

Dormir mal es un sello distintivo de la enfermedad de Alzheimer. Las personas con la patología tienden a despertarse cansadas y sus noches se vuelven menos refrescantes a medida que empeoran la pérdida de memoria y otros síntomas. Pero no se entiende bien cómo y por qué las noches inquietas están vinculadas a la enfermedad de Alzheimer. Tener tau elevado es un signo de la enfermedad de Alzheimer y se ha relacionado con daño cerebral y deterioro cognitivo.

En pacientes con enfermedad de Alzheimer (EA), las placas de amiloide β (Aβ) y las marañas de proteína tau se acumulan en el cerebro mucho antes de la aparición de los síntomas clínicos. La intervención temprana es crítica para retardar la neurodegeneración y la progresión de la enfermedad.

Por lo tanto, se necesitan marcadores confiables de EA temprana. Lucey et al. analizaron los patrones de sueño en sujetos cognitivamente normales que envejecían y mostraron que el sueño NO de movimiento rápido de los ojos (NREM) se correlacionó negativamente con la patología tau y la deposición de Aβ en varias áreas del cerebro.

Para entender mejor, es menester recordar las fases del sueño normal:

No todo el descanso ni el sueño es igual una vez que nos metemos en la cama: nuestro sueño es cíclico y se divide en ciclos de aproximadamente 90 minutos que se repiten durante las ocho horas recomendables que pasamos durmiendo, pudiendo encadenar entre cuatro y seis ciclos seguidos. Dentro de estos ciclos se suceden diferentes etapas de sueño lento y de sueño paradójico, en secuencias con un orden determinado.

Fase I o etapa de adormecimiento: Esta primera etapa comprende aproximadamente los primeros diez minutos del sueño, desde que estamos en período de vigilia hasta que nos adormecemos, una etapa de transición.

Fase II o etapa de sueño ligero: La fase II de nuestro sueño ocupa aproximadamente el 50% de nuestros ciclos de sueño. Es la etapa en la que el cuerpo va desconectando lentamente de aquello que hay en nuestro entorno, y tanto nuestra respiración como nuestro ritmo cardíaco se van ralentizando. Dentro de esta fase se suceden etapas de gran actividad cerebral con otras de menor intensidad, algo que hace que sea muy difícil despertarnos cuando estamos en ella. ¿Alguna vez has soñado que caes por un precipicio y te has despertado súbitamente? Ha sido durante la fase II o de sueño ligero.

Fase III o etapa de transición: Se trata de una etapa corta, de apenas dos o tres minutos, en la que nos acercamos al sueño profundo. Durante las fases III y IV del ciclo del sueño es cuando nuestro cuerpo se encuentra en un estado de relajación profunda y cuando se dan los picos de segregación de hormona del crecimiento, muy importante para los deportistas.

Fase IV, etapa de sueño profundo o de sueño Delta: La etapa de sueño profundo suele ocupar aproximadamente un 20% del total del ciclo del sueño. Es la etapa más importante de todas, ya que va a determinar la calidad de nuestro descanso. Durante esta fase del sueño también es difícil despertarnos: nuestro ritmo respiratorio es muy bajo, así como nuestra presión arterial, que suele descender entre un 10 y un 30%.

Fase de sueño REM (rapid eye movement) o etapa de sueño paradójico: La etapa de sueño REM ocupa un 25% de nuestro ciclo del sueño, entre 15 y 30 minutos. Se denomina fase de rapid eye movement debido al movimiento constante de los globos oculares bajo los párpados. Esta fase se caracteriza por tener una alta actividad cerebral, muy similar a la que tenemos mientras estamos despiertos: durante la fase de sueño REM la actividad cerebral es muy alta, pero nuestros músculos se encuentran bloqueados. Es la fase en la que soñamos y captamos información del exterior.

Los resultados muestran que las alteraciones en el sueño NREM pueden ser un indicador temprano de la patología de la EA y sugieren que el análisis no invasivo del sueño podría ser útil para monitorear a los pacientes con riesgo de desarrollar EA.

«Lo interesante es que vimos esta relación inversa entre la disminución del sueño de ondas lentas y más proteína tau en personas cognitivamente normales o con deterioro muy leve, lo que significa que la reducción de la actividad de ondas lentas puede ser un marcador para la transición entre lo normal y lo deficiente», dice el primer autor Brendan Lucey, profesor asistente de Neurología y director del Centro de Medicina del Sueño de la Universidad de Washington.

Y agrega: «Medir cómo duermen las personas puede ser una forma no invasiva de detectar la enfermedad de Alzheimer antes o simplemente cuando las personas comienzan a desarrollar problemas con la memoria y el pensamiento». Los cambios cerebrales que conducen a la enfermedad de Alzheimer, comienzan lenta y silenciosamente.

Hasta dos décadas antes de que aparezcan los síntomas característicos de pérdida de memoria y confusión, la proteína beta amiloide comienza a acumularse en placas en el cerebro. Más tarde aparecen enredos de tau, seguidos de atrofia de áreas clave del cerebro. Sólo entonces las personas comienzan a mostrar signos inequívocos de deterioro cognitivo.

Cambio de hábitos de sueño

El desafío es encontrar personas en vías de desarrollar Alzheimer antes de que estos cambios cerebrales socaven su capacidad de pensar con claridad. Para eso, el sueño puede ser un marcador útil. Para comprender mejor el vínculo entre el sueño y la enfermedad de Alzheimer, Lucey, junto con David Holtzman y Andrew B. y Gretchen P. Jones, profesor y jefe del Departamento de Neurología, estudiaron a 119 personas de 60 años de edad o más que fueron reclutados a través del Centro de Investigación de Enfermedades de Alzheimer Charles F. y Joanne Knight. La mayoría, el 80 por ciento, era cognitivamente normal y el resto tenía una discapacidad muy leve.

Monitorización

Los investigadores monitorizaron el sueño de los participantes en casa durante el transcurso de una semana normal. Los participantes recibieron un monitor de EEG portátil que se ajustaba en la frente para medir sus ondas cerebrales mientras dormían, así como un sensor similar a un reloj de pulsera que rastrea el movimiento del cuerpo. También llevaron registros de sueño, donde anotaron tanto las sesiones de sueño nocturnas como las siestas diurnas. Cada participante produjo al menos datos de dos noches; aunque algunos tenían hasta seis.

Los investigadores también midieron los niveles de beta amiloide y tau en el cerebro y en el líquido cefalorraquídeo que baña el cerebro y la médula espinal. Un total de 38 personas se sometieron a exploraciones PET para las dos proteínas, y 104 personas se sometieron a punciones en la columna vertebral para proporcionar líquido cefalorraquídeo para el análisis. Un total de 27 tuvieron ambos.

Después de controlar factores como el sexo, la edad y los movimientos mientras dormían, los investigadores encontraron que la disminución del sueño de ondas lentas coincidía con niveles más altos de tau en el cerebro y una mayor proporción de tau frente a amiloide en el líquido cefalorraquídeo.

«La clave es que no fue la cantidad total de sueño lo que se vinculó con tau, fue el sueño de onda lenta, que refleja la calidad del sueño –afirma Lucey–. Las personas con un aumento de la patología tau en realidad dormían más por la noche y echaban más siestas en el día, pero no tenían sueño de buena calidad».

Según los autores, si las investigaciones futuras confirman sus hallazgos, la monitorización del sueño podría ser una forma fácil y asequible de detectar antes la enfermedad de Alzheimer. La siesta diurna sola se asoció significativamente con altos niveles de tau, lo que significa que hacer una pregunta simple, como ¿cuánto duerme durante el día?, podría ayudar a los médicos a identificar a las personas que podrían beneficiarse de pruebas adicionales

«No espero que la monitorización del sueño reemplace los escáneres cerebrales o el análisis del líquido cefalorraquídeo para identificar los primeros signos de la enfermedad de Alzheimer, pero podría complementarlos «apunta Lucey». Es algo que podría seguirse fácilmente con el tiempo, y si los hábitos de sueño de alguien comienzan a cambiar, eso podría ser una señal para que los médicos observen más de cerca lo que podría estar pasando en sus cerebros».

Fuente: abc.es / stm.sciencemag.org

Comité editorial medicinapreventiva.info

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