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Dormir mal o menos de seis horas es pésimo para el sistema cardiovascular | Por: @linternista

Según un reciente estudio del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), publicado el 2 de enero de 2019 en la revista Journal of the American College of Cardiology, las personas que duermen menos de seis horas por la noche pueden tener más posibilidades de sufrir un infarto o un ictus que las que descansan entre siete y ocho horas diarias.

El sueño sería un factor de riesgo cardiovascular tan potente como la obesidad, el tabaquismo o la falta de ejercicio. El descanso nocturno se acaba de sumar a la lista cada vez más larga de factores que ponen en peligro la salud cardiovascular. Además del sobrepeso, el colesterol, la hipertensión o el sedentarismo, la falta de horas de sueño o el descanso de mala calidad podría ser una bomba de relojería para el corazón, según se desprende de una ambiciosa investigación española con casi 4.000 voluntarios, trabajadores del Banco Santander.

«Nuestro estudio es una señal de alarma y nos muestra un peligro que desconocíamos hasta la fecha», asegura Valentín Fuster, director del CNIC. En el trabajo han participado otros investigadores del centro, como Fernando Domínguez y José María Ordovás y ha merecido su publicación en la revista de la Asociación Americana de Cardiología.

La investigación se ha realizado con una tecnología muy sensible que ha permitido contar con información objetiva sobre la calidad del sueño. Los participantes durmieron durante una semana con un actígrafo, un dispositivo que mide de forma continuada sus movimientos mientras dormían.

Se realizó un registro actigráfico de siete días en 3,974 participantes (edad 45.8 ± 4.3 años; 62.6% hombres) del estudio PESA (Progresión de la aterosclerosis subclínica temprana). Se definieron cuatro grupos: duración del sueño muy corta <6 h, duración del sueño corta de 6 a 7 h, duración del sueño de referencia de 7 a 8 h, y duración del sueño larga> 8 h.

El índice de fragmentación del sueño se definió como la suma del índice de movimiento y el índice de fragmentación. La ecografía vascular tridimensional carotídea y femoral y la tomografía computarizada cardíaca se realizaron para cuantificar la aterosclerosis no coronaria y la calcificación coronaria.

Peor la mala calidad

Cuando se ajustó a los factores de riesgo convencionales, la duración del sueño muy corta se asoció de forma independiente con una mayor carga aterosclerótica con ecografía vascular tridimensional en comparación con el grupo de referencia (odds ratio: 1,27; intervalo de confianza del 95%: 1,06 a 1,52; p = 0,008) .

Los participantes dentro del quintil más alto de fragmentación del sueño presentaron una mayor prevalencia de múltiples territorios no coronarios afectados (odds ratio: 1,34; p = 0,006). No se observaron diferencias con respecto a la puntuación de calcificación de la arteria coronaria en los diferentes grupos de sueño.

Tras considerar los factores de riesgo tradicionales, se vio cómo los participantes que dormían menos de seis horas tenían una probabilidad un 27% mayor de tener aterosclerosis -la acumulación de placas en las arterias y el primer paso para sufrir un problema cardiovascular- en comparación con los que lo hacían de siete a ocho horas diarias. Además los que tenían una mala calidad de sueño -se despertaban y se movían mucho durante la noche- tenían una probabilidad de un 34 por ciento más de tener aterosclerosis.

Una curiosidad del estudio, aunque no estadísticamente significativa, es que el riesgo también se elevaba entre los que dormían más de ocho horas, especialmente las mujeres. Por lo que se sugiere que el sueño excesivo también podría ser un factor de riesgo. (Este mismo fenómeno fue demostrado en otro reciente estudio).

Los tiempos de sueño más bajos y el sueño fragmentado se asocian de forma independiente con un mayor riesgo de aterosclerosis multiterritorial subclínica. Estos resultados resaltan la importancia de hábitos saludables de sueño para la prevención de enfermedades cardiovasculares.

El hallazgo es importante porque permitirá tener en cuenta el sueño como una herramienta terapéutica más junto a la dieta, la actividad física y los fármacos. «Importan las horas dormidas, pero también la calidad del sueño», asegura Valentín Fuster. El cardiólogo se pone él mismo como ejemplo: «Yo duermo solo cuatro horas al día, sin embargo descanso profundamente. A mí si me ponen el aparato ni se mueve», garantiza.

¿Por qué?

El vínculo entre el daño arterial y la calidad del sueño aún no está claro. No se sabe aún por qué ocurre, aunque el director del CNIC tiene una intuición. Su hipótesis es que las personas que descansan poco duermen mal porque se meten en un círculo vicioso: si están con preocupaciones o sufren ansiedad no descansan y activan más el sistema nervioso simpático -el que acelera- a diferencia del parasimpático, -el que frena-. Luego esa mayor activación del sistema simpático les impide descansar y así se perpetúa la falta de sueño, cuenta.

Los hábitos también cuentan. La investigación con los trabajadores del Banco Santander muestra cómo los que tenían un sueño más fragmentado son los que tomaban más cafeína y alcohol durante el día, aunque estadísticamente tampoco representan una muestra significativa. «Es sencillo recomendar a una persona que deje de fumar para proteger el corazón, pero el sueño tiene soluciones más complejas. A veces es un problema de ansiedad, otras de falta de sueño porque se acuestan tarde…, cada persona se conoce bien y sabe cómo puede descansar mejor».

Fuente: abc.es / onlinejacc.org

Comité editorial medicinapreventiva.info

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