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¿Es usted dormilón o noctámbulo? | Por: @linternista

Somos trasnochadores o madrugadores. Esta sentencia se comprueba al observar que, mientras a unas personas la noche parece caerles encima, las doblega y las hace ir a la cama, hay otras a las que les da energía y las pone listas para la acción.

Así somos los seres humanos, cada uno con un ritmo diario particular dentro de un patrón característico, más o menos fijo. Proclives a dormirnos temprano, pero dispuestos a madrugar y los que se acuestan muy tarde en la noche a condición de levantarse tarde.

Esta diferencia,  no es caprichosa. De acuerdo con Miguel Dávila, neurólogo especialista en medicina del sueño de Colombia, es producto del sol, que en realidad es el principal cronógrafo humano.

Existe una zona en la mitad del cerebro, llamada hipotálamo, que se ha capacitado, a través de la evolución, para recibir, procesar e interpretar la información que le llega de la retina, que percibe en el ojo la luz o la oscuridad, según Dávila.

En el tálamo, más exactamente en su núcleo supraquiasmático, se emiten todas las órdenes para que el organismo actúe coherentemente y de manera organizada si es de día o de noche. “Es como sincronizar un número infinito de relojes, para mantener el cuerpo despierto o para enviarlo a descansar”, dice Dávila.

Esí se organizan diferentes parámetros: se secretan hormonas, las células digestivas y hepáticas ajustan el tiempo de las comidas, las de los músculos los activan o los relajan y el ritmo de las neuronas se sincroniza con el día y la noche. Este mecanismo meticuloso define los ciclos de vigilia y sueño se conoce como el reloj biológico.

La genética influye

Pero existen diferencias de un individuo a otro, geneticamente marcadas, en estos patrones rítmicos. El cronotipo es la forma en que cada persona se adapta a la luz, a la temperatura y a otros ciclos biológicos ambientales. Además, determina la razón por la que unas personas son diurnas y otras, nocturnas.

La similitud con las alondras y los buhos

Las alondras suelen alcanzar su máxima alerta hacia el mediodía y los segundos rinden más a partir de las seis de la tarde y siguen así hasta bien entrada la noche. Aunque algunos sugieren una categoría intermedia, los colibríes, en realidad tienen rasgos marcados de alondras o búhos.

Estas diferencias suelen ir más allá. Phillippe Peigneux, neurosicologo belga, publicó en la revista Science un artículo clásico que demostró que las personas búho tienen unas ventajas a nivel cerebral que la sociedad madrugadora de hoy desaprovecha.

Los madrugadores, en el mismo estudio, evidenciaron menor actividad neuronal después de 10 horas, lo que se evidenciaba en somnolencia en las últimas horas de la jornada, esas en las que los búhos están más despiertos, pero que ya no son laborales.

El investigador Juan Francisco Díaz-Morales, de la Universidad Complutense de Madrid, ha estudiado la personalidad de los dos cronotipos de manera más amplia y sugiere que los matutinos prefieren datos concretos y tangibles desviados de la experiencia directa con el entorno, eso los hace más realistas y racionales.

Los madrugadores se tornan rígidos, respetuosos y apegados a las tradiciones y costumbres sociales, al procesar la información sobre parámetros lógicos y normativos.

Por otro lado los vespertinos son proclives por lo abstracto y lo simbólico, lo que los torna más imaginativos y procesan su información sobre parámetros emocionales y afectivos.

“Son más creativos y reacios a cumplir normas y pautas sociales”, dice Díaz-Morales, que publicó sus hallazgos en la revista Personality and Individual Differences.

Esto genera discrepancias en un mundo que promueve madrugar. “Al que madruga Dios le ayuda” es muestra de que la matutinidad es una condición deseable, afirma Dávila.

“El entorno laboral en el que las normas y la disciplina están ligadas a la productividad es un escenario adecuado para las alondras. En cambio, se considera al discrepante poco útil, y eso son los búhos”, agrega.

El mundo de hoy no está en sintonía con la tipología circadiana, lo que obliga a la gente a adaptarse a condiciones en las que biológicamente son menos eficientes, coinciden Peigneux, Dávila y Díaz-Morales.

“Es necesario incorporar la variable matutinidad-vespertinidad en los perfiles de personalidad para entender la relación de los individuos con su entorno y orientarlos de acuerdo con eso favorecerles su ubicación natural”, expresan.

Según el cronotipo

  • Actividad deportiva. En deportes como natación o ciclismo el pico de rendimiento de los diurnos es a las 3 de la tarde y de los vespertinos, a las 6 p. m. En fútbol, las alondras son más efectivas a las 4 de la tarde y búhos, a las 8 p. m. En otras aficiones como el tenis hay mayor precisión en los madrugadores.
  • Adicciones. Mayor riesgo en vespertinos. También más propensos a la depresión.
  • Relaciones de pareja. Al menos, en los primeros meses de relación si se encuentran una alondra y un búho puede haber mayor insatisfacción.
  • Educación. Los búhos tienden a tener puntajes más bajos que las alondras en horarios matutinos. En este caso, los especialistas coinciden en que hay demasiada uniformidad en la educación, deben establecerse opciones para adaptar mejor las condiciones de cada estudiante a su cronotipo. Los más creativos (los nocturnos) chocan con la rigidez de la educación con memorización.

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Fuente: El Tiempo.

Daniel Ricardo Hernández

Comunicador Social

Comité editorial medicinapreventiva.info

Comité editorial de medicinapreventiva.info

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