Elogio del chocolate… «Doctor Muci, ¿Puedo continuar comiendo mis cien gramos de chocolate?¨ | Por: @rafaelmuci
El 02 de septiembre de 2011 recibí este grato correo electrónico…
“Estimado Dr. Muci, quizás no se recuerde de mí; mi nombre es Gustavo Socorro, fui profesor de la Clínica Médica A, no estuve tanto tiempo como Ud. como profesor, sólo 27 años. Me retiré hace cosa de 3 o 4 años, pero eso es lo de menos, le escribo estas cortas líneas porque tengo el recuerdo en que un día hablando con Ud., me dijo que se comía todas las noches al acostarse, una barra o parte de una barra de chocolate.
Siempre estuve buscando artículos relacionados y hoy encontré este en una suscripción de Internet Medscape, el cual le transcribo a continuación y si está interesado le estoy enviando una invitación a su correo para que lo pueda leer.
Espero siga tan activo como siempre, quien gratamente lo recuerda.
Gustavo”.
En el citado estudio que me envió Gustavo, la doctora Adriana Buitrago-López y sus colegas (University of Cambridge, UK, British Medical Journal, August 29, 2011) declaran acerca del consumo de chocolate, “Aunque el consumo exagerado puede tener efectos nocivos, los estudios existentes generalmente están de acuerdo en el beneficio potencial de la asociación de consumo de chocolate con un bajo riesgo de enfermedades cardiometabólicas. Nuestros hallazgos lo confirman, y así, encontramos que un consumo elevado de chocolate puede asociarse con una reducción de un tercio en el riesgo de presentar enfermedad cardiovascular…” y para concluir asientan, “Este favorable efecto parece fundamentalmente mediado por el alto contenido en polifenoles presentes en los derivados del cacao, posiblemente un resultado del aumento de la biodisponibilidad de óxido nítrico, lo cual subsecuentemente puede mejorar la función endotelial, reduciendo la actividad plaquetaria y teniendo además, efectos beneficiosos en la presión arterial, resistencia a la insulina y lípidos sanguíneos”.
De inmediato le contesté alborozado:
-“¡Caramba Gustavo!, por supuesto que me acuerdo de ti y mucho agradezco tu consecuencia y recuerdo. Tal vez entonces no te comenté el porqué de mi afición por el chocolate: Poco tiempo después de iniciar mi práctica privada en la Clínica El Ávila de Caracas, fui llamado a atender un paciente casi nonagenario en el desaparecido Edificio del Teatro Altamira. Siempre llevaba mi maletín médico y un electrocardiógrafo portátil que me había regalado mi papá con motivo de mi graduación. El paciente, sudoroso y con un rictus en su facies, se quejaba de dolor retroesternal opresivo iniciado 45 minutos antes, su puño cerrado era deslizado por sobre el esternón recordándome de inmediato el signo de Samuel Levine (1891-1966) presentado a mí por el doctor Gilberto Morales Rojas (1915-1968), paradigma del semiólogo cardiovascular, jefe del servicio de cardiología, en la Sala 10 del Hospital Vargas de Caracas en tiempos de mi fructífera residencia de Medicina Interna.
El viejecito se encontraba hipotenso y el trazo electrocardiográfico mostraba en cuestión un extenso infarto de la cara anterior. Eran tiempos en que los internistas tratábamos infartos con «solución polarizante»: A principios de los años sesenta, comenzó a utilizarse lo que su descubridor, el mexicano Demetrio Sodi-Pallarés (1913-2010) llamó tratamiento metabólico o solución polarizante 1 y actualmente se conoce como solución GIK (glucosa-insulina-potasio) empleado para mantener en equilibrio las membranas celulares; el tratamiento del infarto agudo de miocardio (IAM) era entonces en muchos casos desalentador; en otros, y como siempre ha sido, la vis medicatrix naturæ llevaba al paciente a buen puerto, tal vez por aquello de que el cuerpo humano fue creado para curarse, no para enfermarse… Tal fue el caso de mi paciente, luego de una semana de hospitalización, evolucionó satisfactoriamente y periódicamente, muy circunspecto y afable me visitaba.
Al despedirse, cada vez que lo hacía me lanzaba siempre la misma pregunta,
–¨Doctor Muci, ¿puedo seguir comiendo mis cien gramos de chocolate que acostumbro cada noche…? ¨
A lo cual yo, por supuesto, siempre le contestaba afirmativamente. Un día me dije prejuiciado, si este viejito ha durado tanto tiempo, -¿No será tiempo de que yo lo imite? Y así, aún me como un chocolate todas las noches. Antes era un Cri-Cri de Savoy, pero desde que descubrí el chocolate oscuro El Rey, sus variedades Apamate o Gran Samán se han vuelto mis favoritos y suplantan o complementan mi cena; ¡Sólo me bastan 4 cuadritos para sumar 30 gr, 58% de cacao puro que no llega a la óptima dosis recomendada por mi nonagenario paciente…!¨.
En pos de la ruta de Quetzalcoaltl
El chocolate, bebida prodigiosa tiene su origen en México, donde el dios Quetzalcoatl según cuenta la leyenda, regaló el árbol de cacao a los hombres, que años después el botánico sueco Carl von Linneo (1707-1778) bautizaría con el nombre científico Theobroma cacao, que significa en griego “alimento de los dioses” de Theos (dios) y broma (alimento).
En la mitología prehispánica de México existían dos dioses vinculados al cacao: Quetzalcóatl, de origen azteca, representado como la serpiente emplumada; era el dios bondadoso que enseñó a los hombres las artes de la agricultura, la astronomía, la medicina y las artes plásticas, y Ek-Chuah, de origen maya.
Quetzalcóatl regaló el árbol del cacao a los hombres como recompensa por el amor y la fidelidad de su esposa, que sacrificó su vida para no desvelar el lugar en el que estaba escondido el tesoro de la ciudad, que le había sido confiado por aquél. Cuenta la leyenda que la sangre de esta princesa fertilizó la tierra y allí nació el árbol del cacao, de nombre cacahuaquahitl. Su fruto era amargo, como el sufrimiento que había padecido la princesa; fuerte, como había sido ella ante la adversidad, y oscuro, como la sangre derramada.
Cuando los Borbones llegaron a España se mostraron muy aficionados al chocolate. Sobre todo, Felipe V y su hijo Carlos III, quienes solían desayunar con esta bebida. Fue precisamente Carlos III, en su afán por crear una industria que sentase las bases del desarrollo económico del país, quien permitió el intercambio exclusivo y en régimen de monopolio entre Madrid y la Real Capitanía General de Venezuela. A través del sistema centralizado que caracterizó su reinado, el monarca creó una institución encargada de gestionar el comercio, la llamada Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. El producto llegaba a las mesas españolas a través de las tiendas de ultramarinos.
Desde 1929 «El Rey» en Venezuela fabrica chocolate de calidad, muy apreciado por cocineros y pasteleros. Utiliza sólo habas de cacao criollo y trinitario. Es una de las pocas compañías que fabrica chocolate en el mismo lugar donde se cultiva -La mayoría de los fabricantes de chocolate se encuentran en Europa y Estados Unidos y utilizan cacao forastero procedente de África-
«Carenero Superior» es un tipo de cacao trinitario que El Rey cultiva en la región de Barlovento, en el estado de Miranda, al este de Caracas. Es un grand cru (cacao de origen único o una única plantación). El nombre de Carenero viene del puerto marítimo del estado de Sucre en la época colonial desde donde partía el cacao antes de pasar por Caracas. La otra variedad de El Rey es «Río Caribe», un cacao trinitario, que se cultiva en la localidad del mismo nombre del estado de Sucre, a orillas de mar.
El nombre del chocolate «Gran Samán» -mi favorito-, procede de uno de los tipos de árboles que cubren con su sombra las plantaciones de cacao venezolanas desde el año 1600. El samán, también conocido como árbol de la lluvia, tiene una copa de largo diámetro -protege del sol al cacaotero y la lluvia resbala por la copa para que no se produzca un encharcamiento excesivo de la tierra, lo que redundaría en perjuicio a la planta-.
En pos de un decálogo para el chocolate…
« ¡Nueve de cada diez individuos afirman amar el chocolate, el décimo miente…!»
Fuente de numerosos nutrientes…
El chocolate amargo desborda en vitaminas y minerales esenciales para el buen funcionamiento de nuestro organismo, incluyendo magnesio, hierro, potasio y cobre. El magnesio ayuda a prevenir la hipertensión, la diabetes tipo II, y otras enfermedades cardíacas, mientras que el hierro protege a nuestro cuerpo contra la anemia. Por otro lado, tanto el potasio como el cobre ayudan a prevenir infartos y accidentes cerebrovasculares. Como si esto fuera poco, el chocolate amargo, compuesto por un 70% de cacao, contiene importantes cantidades de fibra, magnesio, fósforo, zinc y selenio, todos ellos minerales imprescindibles en la dieta de una persona saludable.
El chocolate contiene también teobromina, sustancia perteneciente a un tipo de moléculas alcaloides llamadas metilxantinas. Estas sustancias están presentes de modo natural en unas 60 especies de plantas. Entre otras, está en la cafeína, la principal metilxantina del café, y en la teofilina, la principal metilxantina del té. La teobromina es la principal metilxantina presente en los productos del árbol del cacao o cacaotero, el Theobroma cacao. Los efectos de la teobromina en el cerebro humano son parecidos a los de la cafeína, pero más limitados. Además de ser un diurético suave, es un sutil estimulante que relaja los músculos lisos de los bronquios. El hecho de que 6 o 10 horas después de su consumo los niveles de teobromina del cuerpo se reduzcan a la mitad, podría explicar el inexorable atractivo de la chocolatina. Los granos o habas del cacao de los que se extrae el chocolate contienen naturalmente teobromina, pero en cantidades muy variables, entre 300 y 1200 mg por onza.
Mejora la circulación sanguínea y reduce la hipertensión
El chocolate conocido líder en la protección de la salud del corazón, mejorando la circulación sanguínea y controlando la presión arterial. Contiene compuestos químicos llamados flavonoides que ayudan a estimular el revestimiento o endotelio de las arterias para producir óxido nítrico, un tipo de gas que envía señales a los vasos sanguíneos para que se relajen, mejorando así la circulación sanguínea y reduciendo la presión arterial. También ayuda a reducir las probabilidades de desarrollar trombos o coágulos sanguíneos y previene la arteriosclerosis o endurecimiento de las arterias.
Mejora la resistencia a la insulina
Al tener un bajo índice glicémico (IG) y no producirse fuertes cambios en los niveles de azúcar, las dosis moderadas de chocolate amargo son una excelente opción para pacientes diabéticos. Por otro lado, los flavonoides presentes en el chocolate ayudan a mantener el buen funcionamiento de las células y permiten que el cuerpo utilice insulina de forma correcta, reduciendo la resistencia.
Disminuye el colesterol
El consumo regular de pequeñas dosis de chocolate amargo ayuda a reducir los niveles de colesterol LDL –malo-, que en caso de oxidarse causa serias complicaciones, como inflamación arterial, infartos cardíacos o accidentes cerebrovasculares. En estos casos, los antioxidantes presentes en el chocolate amargo ayudan a proteger al organismo contra el daño oxidativo y aumentar los niveles de colesterol bueno.
« ¡El chocolate es para el cuerpo, la espuma es para el alma…!»
Mejora la salud de la piel
El chocolate amargo es extremadamente beneficioso para la salud de la piel, ya que los flavonoides presentes en él ayudan a aumentar la densidad de la piel, promover la hidratación, y mejorar la circulación sanguínea hacia los vasos en los tejidos cutáneos. Además, los flavonoides brindan protección contra el daño causado por los rayos ultravioleta.
Protege la dentadura
El chocolate amargo contiene teobromina, un compuesto que ayuda a eliminar la bacteria y la suciedad del esmalte dentario. Asociado al mantenimiento de una buena higiene dental, pequeñas dosis regulares de chocolate amargo pueden ayudar a reducir el riesgo de caries y otros problemas dentales.
Ayuda para la tos
La teobromina igualmente actúa como un estimulante suave que ayuda a calmar la tos con maravillosos resultados. Este compuesto químico ayuda a bloquear la acción de los nervios sensoriales, deteniendo la tos. A diferencia de la codeína, el ingrediente activo en la mayoría de los jarabes para la tos, el consumo de chocolate amargo no produce efectos colaterales.
Combate el cáncer y el envejecimiento
Gracias a su alto contenido de antioxidantes, el chocolate amargo ayuda a mantenernos jóvenes tanto por dentro como por fuera, combatiendo toxinas y protegiendo al cuerpo contra los daños de los radicales libres. Los antioxidantes no solo tienen la capacidad de retrasar el proceso de envejecimiento, sino que también ayudan a eliminar ciertos tipos de células cancerosas.
Tanto los flavonoides, como los polifenoles y las proantocianidinas son los antioxidantes presentes en el chocolate amargo que ayudan a retrasar el crecimiento de células cancerosas. El chocolate amargo posee otro compuesto natural llamado pentamer, que ayuda a inhibir las proteínas que estimulan la reproducción de células malignas.
Mejora el humor
Es conocido que el chocolate es uno de esos alimentos que comemos para sentirnos mejor. Esto se debe a que tiene la capacidad de estimular la producción de endorfina y serotonina, las hormonas del placer y la felicidad. Este producto también está cargado de feniletilamina, el mismo químico que es producido por el cerebro cuando estamos enamorados. Dado que se considera que el placer sutil abarca todos los sentidos, no es extraño que muchos de los primeros consumidores le atribuyeran propiedades afrodisiacas al chocolate, una convención muy enraizada. Bastó con esta creencia para propiciar tácticamente la antigua elección del chocolate como una de las ofrendas típicas del cortejo. Los hombres, en particular, siempre han atribuido poderes expresivos al chocolate. Por ejemplo, ha pasado a ser la clásica prenda de amor del día de san Valentín, que comunica afecto y deseo a la vez.
Ayuda a reducir el estrés
¿Qué es lo que hace que el chocolate sea un alimento apto para el paladar de los dioses? Probablemente, no tanto su rareza como la capacidad de provocar estados de conciencia celestiales, de inducir una sensación de bienestar habitualmente ajena a nuestras fatigas de mortales, de contribuir a la realización de gestas sobrehumanas. Como revelan siglos de creencias populares, el chocolate ha tenido una gran reputación al respeto. El chocolate es un alimento milagroso, ya que también puede ser utilizado para reducir el riesgo de una gran variedad de enfermedades asociadas al estrés. El chocolate amargo ayuda a reducir los efectos del estrés sobre el cuerpo y la mente. De hecho, muchos investigadores han descubierto que las personas que consumen pequeñas dosis de chocolate amargo de forma regular presentan menores niveles de hormonas de estrés, como el cortisol y la adrenalina, circulando en el torrente sanguíneo.
Adam Drewnowski, investigador de la Universidad de Michigan, ha estudiado cómo el chocolate puede estimular la producción de opiodes. Los opioides son sustancias químicas, como las que contiene el opio, que provocan una sensación de ligera euforia. El investigador ha descubierto que el consumo de chocolate estimula la producción de opiodes naturales en el cerebro, que reducen el dolor e potencian la sensación de bienestar. En la misma línea de trabajo, los científicos del Instituto de Neurociencias de San Diego han identificado tres sustancias en el chocolate que podrían actuar sobre el cerebro, directa o indirectamente, con efectos similares a los del cannabis. Así, han dado en llamarlos efectos de “tipo cannabinoide” para explicar cómo interaccionan los receptores de la superficie de las células con determinadas sustancias químicas, conectándose con proteínas que desencadenan reacciones en la célula.
La afición al chocolate ha creado el neologismo chocohólico para aquellos que no pueden tener una tableta de chocolate en casa porque son incapaces de evitar la tentación de tragarla de una sentada. ¿Qué desencadena dicha pulsión? Modernas investigaciones han demostrado que le chocolate es un producto complejo, que influye sutilmente en nuestra sensación de bienestar. Contiene 380 sustancias identificadas, si bien su tratamiento y elaboración altera y adultera esta rica composición original.
Colofón: Aun que Solón de Atenas acuñó la máxima Nada con exceso, todo con medida para guiar el comportamiento práctico de los hombres, esta frase recobró actualidad y fama siglos más tarde por boca del poeta romano Horacio. Nihil nimis (Nada en exceso) es una expresión que repara en verdad en ese espíritu propio que encierra escribir aforismos: la mesura, la justa medida de decir lo extenso de forma escueta y de expresar lo profundo más hacia la superficie.
Mi amigo y paciente sobrevivió a un extenso infarto miocárdico de la cara anterior que no le dejó limitaciones y falleció 10 años después del accidente coronario; si es cierto que llevaba una vida reglamentada sin regateos ni excesos, su reiterada pregunta de si podía comer 100 gramos de chocolate diario me convenció de que yo también debía hacerlo… El complemento de vivir alegre a pesar de los sinsabores de la vida, el caminar diariamente, el ser parco en el beber y en el comer, estar presto para ayudar al que lo necesite sin ser requeridos ni esperar nada a cambio, nos conducen al Regimen Sanitatis Salernitanum famoso poema didáctico medieval con métrica y rima escrito por varios miembros de la Escuela de Salerno entre los siglos XI y XIII, donde se recomienda,
«Si te faltan médicos, sean tus médicos estas tres cosas: mente alegre, descanso y dieta moderada»
Dr. Rafael Muci-Mendoza @rafaelmuci
Tomado de rafaelmucimendoza.com