Cigarro, diabetes e hipertensión abren la vía al Alzheimer | Por: @linternista
Dejar de fumar y una mejora en la prevención y tratamiento de la diabetes, obesidad y la hipertensión arterial son, a juicio del Informe Mundial sobre el Alzheimer 2014 La demencia y la Reducción del Riesgo: Un análisis de los factores de protección y modificables, la mejor manera para reducir el riesgo de Alzheimer en la población mundial.
El documento hace un llamado para que se integre la demencia en los programas mundiales y nacionales de salud pública junto con otras patologías no transmisibles y recuerda que la diabetes puede aumentar el riesgo de demencia en un 50%.
El informe realizado por un equipo de expertos seleccionado por el consorcio Alzheimer’s Disease International (ADI) se hace público con motivo del Día Mundial de Alzheimer, que se celebra el 21 de septiembre forma parte de una campaña internacional para crear conciencia y combatir el estigma del Alzheimer.
Sus autores señalan algunos culpables del incremento de la incidencia de demencia en el mundo y llaman a su control: la diabetes, hipertensión arterial y tabaco. El informe recuerda además que la obesidad y la falta de actividad física son factores de riesgo importantes para la diabetes y la hipertensión, y deben, por lo tanto, también ser considerados objetivos en esta campaña.
Se trata de una radiografía mundial de esta enfermedad realizada sobre una muestra de 8.513 personas procedentes del Reino Unido, Australia, Chile, China, Polonia y España. Las cifras son representativos de la población adulta de cada país.
El documento reconoce que si bien aunque la salud cardiovascular está mejorando en muchos países de ingresos altos, otros de bajos y medianos ingresos muestran un patrón reciente de aumento de la exposición a factores de riesgo cardiovascular, con incremento de las tasas de diabetes, enfermedades del corazón y eventos vasculares cerebrales o ictus.
Además, revela que las personas que han tenido mejores oportunidades de educación tienen un menor riesgo de demencia en la edad avanzada. Las evidencias, dicen los autores en las conclusiones, sugieren que si bien la educación no tiene un impacto directo sobre los cambios que se producen en el cerebro que conducen a la demencia, sí reduce su impacto en el funcionamiento intelectual.
De acuerdo con el documento, si entramos en la vejez con cerebros activos y más saludables somos propensos a vivir vidas más largas y más felices y más independientes, además de que tenemos menos posibilidades de desarrollar demencia. Y añade: la promoción de la salud del cerebro es importante durante toda la vida, pero sobre todo durante la mediana edad, debido a que los cambios en el pueden comenzar décadas antes de que aparezcan los síntomas.
Mayor inclusión de adultos mayores
El estudio también insta a los programas de patologías no transmisibles a incluir más a las personas mayores, con el mensaje de que nunca es demasiado tarde para hacer un cambio, ya que el curso futuro de la epidemia global de demencia es probable que dependa de manera crucial del éxito o el fracaso de los esfuerzos para mejorar la salud pública mundial a través de la población.
Combinar los esfuerzos para hacer frente a la creciente carga mundial de enfermedades no transmisibles será de importancia estratégica, eficiente y rentable, según los autores del documento. A su juicio, llevar una vida saludable es un paso positivo hacia la prevención de una serie de enfermedades a largo plazo, incluyendo el cáncer, las enfermedades del corazón, el derrame cerebral y la diabetes.
Desgraciadamente, el documento coordinado por Martin Prince, del King’s College London’s Institute of Psychiatry, Psychology & Neuroscience, muestra que muchas personas desconocen qué acciones pueden adoptar para reducir el riesgo de demencia. Así, apenas el 17% de los que participaron en este trabajo era conscientes que la interacción social con amigos y familiares podría tener un impacto en la disminución de dicho riesgo, únicamente el 25% identificaba el sobrepeso como un posible factor y sólo un 23% sabía que la actividad física podría afectar el riesgo de desarrollar demencia.
«Hay evidencias que muestran que la incidencia de demencia puede estar disminuyendo en los países de altos ingresos, generalmente vinculados a mejoras en la educación y en la salud cardiovascular», asegura Martin Prince. «Desde una perspectiva de salud pública, es importante tener en cuenta que la mayoría de los factores de riesgo de demencia se solapan con los de otras principales enfermedades no transmisibles», apunta por su parte el director ejecutivo de Alzheimer’s Disease International, Marc Wortmann. «En los países de altos ingresos, hay un mayor enfoque en los estilos de vida más saludables, pero no es siempre el caso con los países de bajos y medianos ingresos. Para el año 2050, se estima que el 71% de las personas que viven con demencia estará en estas regiones, por lo que la implementación de las campañas de salud pública eficaces puede ayudar a reducir el riesgo global», añade.
Mientras que la edad y la genética son parte de los factores de riesgo de la enfermedad que no se pueden modificar, no fumar, comer más sanamente, hacer ejercicio, recibir una buena educación y mantener un cerebro activo –factores modificables- pueden jugar un papel en reducir al mínimo las posibilidades de desarrollar demencia, recuerda Graham Stokes, Director Global Dementia Care. «Además, aquellas personas que ya tienen demencia o signos de ella, también puede hacer estas cosas, ya que pueden ayudar a retrasar la progresión de la enfermedad», concluye.
Fuente: ABC.es.
Daniel Ricardo Hernández @danielricardoh
Comunicador Social