Perdonar: acción liberadora| Por: @linternista
Perdonar constituye un proceso primario en el complejo espectro del comportamiento del ser humano. No es una acción fácil de tomar, tanto para quien lo solicita como para quien tiene la opción de concederlo honestamente. En muchos países, y especialmente Venezuela, el perdón se ha vuelto un tema obligatorio para poder generar una buena convivencia.
Siempre implica decisiones emocionales, entre ellas dejar de ofender y aceptar de forma legítima el derecho del otro a que ésta sea reconocida y reparada.
En ciertas circunstancias es normal sentirse incapaz de perdonar. Muchas veces las heridas pueden ser muy profundas y el dolor que alguien nos infringe con su verbo, puede ser muy grande, con o sin culpa. Sentimos que no queremos perdonar, motivados por la tristeza, la ira o la rabia.
Pero, si lo analizamos desde un marco más amplio el perdón se puede llevar a cabo de una manera fácil en, porque nos permite un reconocimiento que tiene que ver con actos de inteligencia como aceptar, reflexionar y reconsiderar, lo que a su vez nos permite ver emocionalmente fuera de nosotros el dolor de lo que pasó. Una vez que se logra completar este proceso es posible seguir el camino, un poco más ligeros.
La reconciliación produce efectos que permiten superar el rencor, la rabia, la necesidad de venganza y el resentimiento y llevan, si así lo decidimos, a recuperar paulatinamente la confianza en nosotros mismos para dar espacio al amor, la tranquilidad y la fortaleza de espíritu. Sus bondades y beneficios son reales, es cierto que el perdón renueva, libera, sana, alivia y produce paz interior.
Perdonar implica permitirnos el desacuerdo, sentir que tenemos razón, reclamar y proteger nuestros derechos, exigir respeto y consideración. Significa tener una actitud proactiva frente a quien nos hirió, ser comprensivos con los errores de los demás y ver los nuestros en su justa dimensión.
No se trata de pasar por alto el daño hecho, justificarlo o minimizarlo. Ni tampoco de perdonar lo mismo una y otra vez porque lo sentimos así o por la grandeza de nuestro corazón. No es hacer como que todo va bien cuando no se siente así, ni significa necesariamente renunciar a rechazar lo que está mal. No es justificar, aprobar o aceptar comportamientos que afectan y hacen daño.
Lo difícil es la condición de no exigir reciprocidad, pues muchas veces hay que renunciar al derecho que tenemos de ser compensados por algo que nos haya hecho otro. No siempre se nos solicita el perdón, ni contamos con la humildad y el reconocimiento de quien nos ofendió.
Todo puede ser más sencillo cuando podemos ver el arrepentimiento del otro y los deseos de enmendar su proceder, pero muchas veces las personas nos ofenden o nos hacen daño sin darse cuenta; tanto así que si nosotros no se lo hacemos saber, no verán la necesidad de pedirnos perdón.
También puede suceder que aunque nosotros expresemos nuestro dolor, ellos no vean la importancia de sus actos y, por tanto, sean poco sinceros a la hora de pedir perdón.
El perdón una decisión y no tan solo un sentimiento. El acto de perdonar es un proceso que toma tiempo, esfuerzo y un duro aprendizaje que implica enfrentarnos a nuestra formación, miedos y emociones más intensas.
Pasos sencillos y necesarios
Analice la situación y defina cuáles son las acciones y determinaciones que llevará a cabo.
Siga estos pasos:
- Reconocer lo sucedido, aceptar y entender el dolor que produce la ofensa, cómo nos ha afectado y el mal que nos ha hecho.
- Intente poner en perspectiva los pensamientos y sentimientos negativos, como la rabia y la venganza.
- Evalue el impacto que tienen en la dinámica vital de cada persona y las razones que llevan a resistirse a solicitarlo o a adjudicarlo.
- Hay que ponerlo en práctica y respaldar esta decisión con acciones concretas.
El otro lado del perdón es verlo desde quien lo causó.
- Perdonar conlleva actos de reparación y un compromiso serio de que lo que se hizo no volverá a suceder.
- Pedir perdón es más que simplemente decirlo.
- El arrepentimiento, la verdadera humildad del otro ante su error, es un elemento muy importante para facilitar el proceso.
- Exige desarrollar una visión comprensiva del otro y hacernos cargo de nuestras emociones y del efecto que estas han generado en los demás.
- Tener la oportunidad de enmendar el error, generar actos de reparación del daño y, a través de ellos, obtener tranquilidad y aprendizajes importantes para la vida.
¿Por qué no perdonamos?
Muchos aspectos afectan estas decisiones entre ellos la creencia de que algo es imperdonable o de que no es posible mantener nuestra integridad si se perdona; también la rigidez para aceptar los errores propios o ajenos y ver las acciones para reparar el daño que causamos a otros o a nosotros mismos, si se considera como un signo de debilidad.
Perdonar es una elección, un acto consciente en el cual elegimos reconocer que el otro puede fallar, equivocarse y aún así mantener su dignidad a pesar de la gravedad de la falta que nos hizo daño.
Y podemos decidir también aceptar la petición de perdón, aun con la convicción de que quien lo solicite no lo merezca.
¿Debilidad? ¡Jamás!
Perdonar no es sinónimo de debilidad. Es más valiente quien, frente a los sentimientos de angustia y tristeza, es capaz de tomar la decisión de perdonar y reconciliarse.
No es más fuerte quien se opone al perdón por la magnitud de su dolor que quien lo deja pasar.
Tendemos a juzgar menos severamente a quien no olvida, que a quien tiene facilidad para ello. Vemos a este último como una persona endeble, cuando puede ser lo contrario.
Perdonar necesita de mucha fuerza emocional porque decidimos ser superiores a la ofensa que se nos ha causado.
.
Fuente: El Tiempo.
Daniel Ricardo Hernández
Comunicador Social