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Ansiolíticos: fármacos para tomárselos en serio y bajo vigilancia médica | Por: @linternista

Episodios comunes como el miedo a las alturas o a viajar en avión, la preocupación exagerada que una madre siente cuando su hijo aún no llega a casa o el pánico desatado en la víctima de un atraco han dejado de ser simples casos de ansiedad para convertirse en patologías que requieren tratamientos con fármacos. Hoy en día casi todo se medica.

De ahí que en países como España se haya identificado en los últimos años un incremento constante de la población que utiliza ansiolíticos o medicamentos tranquilizantes para paliar la ansiedad que se desprende del día a día.

Expertos se han encargado de alertar sobre los efectos negativos del uso indebido de los ansiolíticos, en muchos casos automedicados. La adicción es uno de ellos. Para empezar, Rodrigo Córdoba, presidente de la Asociación Latinoamericana de Psiquiatría, explica que un ansiolítico es un fármaco –benzodiacepinas, por lo general– que se encarga de disminuir los síntomas de la ansiedad y que actúa en algunos casos como relajante y, en otros, como inductor del sueño.

La ansiedad, definida por el experto como “la sensación inexplicable de que algo va a suceder”, puede manifestarse en el cuerpo a través de sudoración, taquicardia y dificultad respiratoria. Esta deja de ser un estado de ánimo para convertirse en un mal que requiere tratamiento cuando genera discapacidad. “Solo en esos casos es aconsejable el uso de fármacos y, en general, la mayoría de prescripciones médicas están bien orientadas. El asunto es que a veces los médicos las dan de manera desproporcionada y no hacen evaluaciones periódicas. Y ya que los ansiolíticos son como un vaso de agua para la sed, los pacientes los siguen usando de manera indebida”, sostiene Córdoba.

Frente al tema, Juan Manuel Calvo, docente del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Nacional, en Colombia, dice que un tratamiento medicalizado no debería superar las dos o tres semanas.

Como ejemplo y según el Estudio nacional de consumo de sustancias psicoactivas en Colombia 2013, de los ministerios de Justicia y Salud del hermano país, menos del 2 por ciento de la población neogranadina declaró haber consumido esta clase de fármacos sin prescripción médica al menos una vez en su vida, y el 0,5 por ciento los tomó en el último año, en especial personas de entre 18 y 34 años. La encuesta –aplicada a 32.605 personas de todos los municipios del país vecino con más de 30.000 habitantes– no reflejó variaciones significativas en el uso de ansiolíticos respecto del estudio anterior (2008).

Eso sí, en la evaluación más reciente, el 84 por ciento consideró de “gran riesgo” tomar tranquilizantes frecuentemente sin una prescripción médica. Apenas el 0,53 por ciento opinó que no veía riesgos en ello.

También se encontró que el uso de tranquilizantes es proporcional al estrato de las personas que los utilizan: el consumo es más bajo en estratos 1 y 2 (0,4 y 0,5 por ciento) y más alto en estratos 4, 5 y 6 (0,6 por ciento).

En el caso particular colombiano, Calvo dice que las causas “relativamente más frecuentes de ansiedad” tienen que ver con fobias y con trastornos por estrés postraumático –en personas que han sido víctimas de la violencia o que han expuesto su vida–. “Se ven también casos de ansiedad generalizada, en los que existen preocupaciones exageradas o pensamientos catastróficos –como el de la mamá que siente angustia cuando no aparece su hijo–. Así mismo, hay víctimas de hechos violentos que presentan niveles elevados de trastornos de pánico”, agrega.

Riesgo de dependencia

Sobre los efectos del uso indebido de los ansiolíticos –no se pueden vender sin prescripción médica–, Córdoba advierte que el principal riesgo es que se llegue a crear una dependencia, usualmente asociada al acceso a este tipo de fármacos sin una orientación médica.

“Hay que tratar estos casos con mucho cuidado –dice Calvo–. La interrupción inmediata en el suministro de ansiolíticos en una persona dependiente puede generar un síndrome de abstinencia que se manifiesta con temblores, taquicardia, inquietud, alteraciones del sistema nervioso y hasta convulsiones, en el caso más crítico”.

Hay quienes hablan de posibles efectos en los procesos de memoria, pero los analistas coinciden en que ese factor de riesgo no se ha demostrado. Córdoba concluye que en el caso particular de Colombia no se percibe hoy una presión de la industria farmacéutica para incentivar el uso de ansiolíticos. Pero frente a los países donde se incrementa el consumo de estos fármacos, se pregunta: ¿es acaso el mundo cada vez más ansioso?

Por citar otro ejemplo, en España no hay luces que expliquen de manera concreta el incremento en el uso de ansiolíticos en ese país: de una tasa de 39,48 dosis diarias por 1.000 habitantes en el año 2000, la cifra subió a 57,95 en el 2012.

Estadísticas y análisis, citados por el diario ibérico El País, atribuyen el fenómeno en parte a la “presión de la industria farmacéutica” con el fin de “ganar mercados a costa de crear nuevos síndromes”.

Otro factor, resaltado por ese medio ibérico, tiene que ver con lo que el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman denomina la angustia que sienten algunas personas de quedar excluidas de estos “tiempos hipercompetitivos”, es decir, que una distracción en ese mundo veloz de la actualidad puede traducirse en una “derrota irreversible” y, en consecuencia, en un espacio que se abre para el uso de tranquilizantes que ayudan a paliar el fracaso.

Fuente: El Tiempo.

Daniel Ricardo Hernández @danielricardoh

Comunicador Social

Comité editorial medicinapreventiva.info

Comité editorial de medicinapreventiva.info

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