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La cirugía de cadera dejó de ser una intervención inusual | Por: @linternista

Es una de las operaciones más asociadas a la vejez, pero la cirugía de cadera ha cambiado mucho en los últimos años. Tanto, que ya no es nada extraño que se practiquen operaciones en esta articulación a personas jóvenes, incluso deportistas profesionales.

Así lo explica el director médico de la Clínica iQtra Medicina en España, Ángel Villamor, que no duda en sacar una réplica de un esqueleto humano para explicar los avances en este tipo de operación. «Hasta principios de siglo, casi se puede decir que la cirugía de cadera consistía en poner prótesis a ancianos con artrosis», resalta.

No es que antes los jóvenes no tuvieran problemas en la cadera sino, más bien, que no se sabían identificar y se atribuían erróneamente a una artrosis prematura. Lo que ha cambiado es una mayor capacidad para poner nombre y apellidos a las alteraciones de cadera en los jóvenes y, sobre todo, la forma de abordarla. Adiós a las operaciones eternas e invasivas; bienvenida la cirugía conservadora, también en esa parte del organismo.

La cirugía conservadora se denomina igual que la que se practica en otros puntos del cuerpo: artroscopia y consiste en operar la alteración con la ayuda de un artroscopio, un aparato con una cámara de tan solo cinco milímetros que se inserta en la cadera en una incisión mínima, de apenas un centímetro. Por otra, se insertará el material quirúrgico necesario para resolver el problema. Una operación que requiere de una precisión máxima, pero que evita la colocación innecesaria de una prótesis.

El principal problema que se opera mediante artroscopia de cadera tiene un nombre complejo pero es mucho más frecuente de lo que parece, ya que se calcula que afecta a una tercera parte de los jóvenes, aunque no todos requieren de cirugía. El choque femoroacetabular y no es otra cosa que el choque la cabeza del fémur y el acetábulo, una cavidad en la cadera. Esta condición, explica Villamor, conlleva dos consecuencias; por una parte se produce una sobrecobertura del acetábulo, que implica que esta cavidad tenga «más techo de lo normal». La segunda anomalía es la llamada «giba femoral», una suerte de bulto en la unión entre la cabeza del fémur y la cadera.

Como subraya el traumatólogo, ambas anomalías se resuelven en la mayoría de los casos con esta cirugía mínimamente invasiva.

Sin embargo, el adjetivo mínimamente no debe llevar a engaño con respecto a la dificultad de la técnica, comenta Villamor, que imparte habitualmente cursos con cadáveres para enseñar este tipo de cirugía que también «va llegando a los hospitales públicos». La principal dificultad reside precisamente en la profundidad de la propia cadera, mayor que en otras articulaciones como la rodilla, donde esta cirugía lleva muchos más años practicándose.

Además, enfatiza Villamor, en la artroscopia de cadera se utilizan ópticas de 70 grados, lo que hace que sea más difícil introducir la cámara para que el cirujano visibilice bien la zona a operar.

Eso sí, a pesar de ser una cirugía mínimamente invasiva, podría no parecerlo a la vista de la mesa de operación, similar a un potro de tortura, la llamada mesa de tracción. Pero, a pesar del escenario, la operación es relativamente corta (menos de cuatros horas) y, sobre todo, poco molesta para el paciente, que solo ha de pasar una noche en el hospital. «En Estados Unidos, ni eso», apunta Villamor.

Pero ¿cómo sospechar de un choque femoroacetabular? El traumatólogo de la clínica madrileña señala que no es difícil y que son signos de esta dolencia un dolor en la ingle «en herradura», que suele aumentar tras largos periodos sentado. «Lo bueno de la cirugía es que no solo se quita el dolor, sino que se está viendo que se reduce el riesgo de artrosis en un futuro», subraya.

«Se trata de una cirugía en constante evolución», relata Villamor, que señala que la recuperación es relativamente rápida aunque, en el caso del deporte, habrá que esperar seis meses para que el paciente pueda volver a practicarlo intensamente. «Pero el hecho es que pueden volver a ejercitarse», concluye.

Fuente: El Mundo.

Daniel Ricardo Hernández @danielricardoh

Comunicador Social

Comité editorial medicinapreventiva.info

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