Manejar bien la impulsividad es una tarea ardua, pero indispensable | Por: @linternista
En las circunstancias que vivimos actualmente, conservar la calma y no actuar con los impulsos como guía es toda una tarea titánica.
Entre lo pesado del tráfico, los infractores de la ley, la escasez, la inseguridad, la tensión socio política y la incertidumbre, es muy difícil no responder con agresividad a muchas de las situaciones a las que nos enfrentamos día a día.
Responder de manera impulsiva es un comportamiento que se manifiesta con gran intensidad y frecuencia hoy día. Las reacciones exageradas, agresivas y descontroladas, que muchas veces no corresponden a la magnitud de la situación, se han convertido en una manera de resolver los inconvenientes cotidianos.
La impulsividad es un rasgo de la personalidad o el comportamiento, que lleva a la acción y aporta el combustible necesario para responder de forma rápida y potente a situaciones de emergencia, que no toleramos o interpretamos como hostiles a nuestros intereses o hacia nosotros mismos. En ese sentido es un algo positiva.
Sin embargo, la intensidad y frecuencia con que esta se presenta, así como los factores que la desencadenan, pueden convertirla en un comportamiento disfuncional. No es necesario descontrolarse y, más aún, pasar por encima de otros ante cualquier evento que cause molestia.
Cuando esto se vuelve una manera habitual de reaccionar, lleva a numerosos conflictos en la convivencia, que se traducen en tensión intolerancia y violencia, y malas relaciones, así lo asegura María Elena López, piscóloga de Familia en Colombia.
Hoy resulta preocupante ver en los niños reacciones similares frente a cualquier situación que les genere frustración. Algunos responden con rabietas, pataletas y otras conductas desafiantes y exageradas cuando un compañero los roza, pierden un partido, no les dan gusto en lo quieren o los padres no responden de manera inmediata a sus exigencias. Es en la infancia cuando se aprende a controlar esto.
Estas conductas, asegura López, son el resultado de varios factores, entre ellos, personas con serias dificultades para reprimir sus impulsos y/o una predisposición a tener carácter impulsivo o con poca tolerancia a la frustración.
Sin embargo, la presión y el estrés al que están sometidas las personas –sobre todo en las grandes ciudades–, las condiciones adversas del medio, la falta de empatía y respeto con el otro, el maltrato, la dificultad para aceptar los límites y las normas, así como una gran exposición a modelos que promueven comportamientos violentos en los medios de comunicación, la televisión o el internet, pueden desarrollar comportamientos impulsivos, así este no sea un rasgo característico de la persona.
Lleve usted mismo el control
- Aunque el control y regulación de las emociones es un aprendizaje que se hace en edades tempranas, hay estrategias alternativas.
- Hacer voluntarias y conscientes nuestras reacciones. Reflexionar observar, analizar las consecuencias y seleccionar la forma como podemos responder de manera tranquila a las diferentes situaciones de la vida diaria.
- Pensar y responder más tarde. Es el método de la ‘demora forzada’: no dar por buena la primera reacción y tomarse un tiempo antes de dar respuesta a la situación.
- Aumentar el lenguaje interno que permita el control exitoso de la conducta. Esto es un repertorio de auto-instrucciones como, “no es para tanto”, “tranquilízate”, “contrólate”. Repetirlas en voz alta.
- Identificar las sensaciones internas que preceden a las manifestaciones impulsivas. Por ejemplo, la sensación de calor interior intenso justo antes de ‘explotar’. Cuando comience a sentir esto, intente respirar varias veces profundamente al tiempo que se da interiormente auto-instrucciones tranquilizantes.
- Practicar estrategias de relajación y ponerlas en marcha cuando se note la activación.
- Buscar ayuda profesional cuando, a pesar de intentarlo, la persona no logra autorregular esta conducta que la afecta.
Fuente: El Tiempo.
Daniel Ricardo Hernández @danielricardoh
Comunicador Social