El microbioma intestinal: un nuevo órgano con actividad metabólica que ni se sospechaba | Por: @linternista
El 28 de abril de 2016 la revista Science dedica un especial al microbioma, con siete publicaciones en las que analiza «las muchas maneras en que los microbios de nuestro intestino condicionan nuestra salud». Se admite que la flora intestinal influye en nuestro sistema inmune desde la infancia y pueden intervenir en enfermedades que afectan a diferentes órganos, incluido el cerebro.
Adquirido en el parto, a través de nuestras madres, el conjunto de bacterias que albergamos en nuestro interior atrae cada vez más atención. «Ya empieza a considerarse como un órgano más. La flora intestinal tiene una actividad metabólica que ni se sospechaba. Su metabolismo tiene efectos muy importantes, positivos o negativos, tanto a nivel local, en el propio colon, donde viven, como en el resto del organismo», señala Enrique Rey Díaz-Rubio, Jefe del servicio de Aparato Digestivo del Hospital Clínico de Madrid.
Uno de los trabajos, que incluye a 4.000 personas, la muestra más amplia hasta la fecha, ofrece una visión sin precedentes del microbioma. A través de muestras fecales, se han identificado 14 bacterias intestinales que se encuentra en el 95% de las personas y un total de 664 especies. Además estos inquilinos delatan el estilo de vida de quien los alberga y los investigadores han encontrado relaciones entre la ingesta de antibióticos como la amoxicilina, el nivel de ácido úrico, la consistencia de las heces, la circunferencia de las caderas o incluso la preferencia por el chocolate o la cerveza.
Sin embargo, el factor que mejor explica las diferencias en la flora intestinal de unas personas a otras es el uso de medicamentos, incluyendo antibióticos, laxantes, fármacos para la enfermedad inflamatoria intestinal, hormonas, ansiolíticos (benzodiazepinas), antidepresivos y antihistamínicos. A diferencia de lo que se pensaba, el modo de nacimiento (por cesárea o parto vaginal) y la lactancia materna no parecen influir. El estudio confirma, o al menos no descarta, que ciertos microbios están asociados a enfermedades como la colitis ulcerosa o el cáncer colorrectal. Y una sorpresa fue que incluso los ataques cardiacos pueden cambiar el microbioma, que se enriquece en la bacteria «Eubacterium eligens».
Influencia de la dieta
Respecto a la obesidad, uno de los estudios señala que hay un efecto pequeño, pero significativo, entre la composición del microbioma y el índice de masa corporal. Otro de los estudios, con participación de investigadores del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos, del CSIC, que analizó a 1.135 personas, destaca que las dietas más energéticas, los snacks, el exceso de azúcar, la leche rica en grasa y los refrescos azucarados disminuyen la diversidad del microbioma. Sin embargo, el café, te y vino tinto (con moderación) parecen favorecer una flora intestinal más variada, igual que el yogur. En general, destacan los investigadores, «hay una buena correlación entre una flora intestinal diversa y la salud. Cuando más variada sea la flora intestinal mejor»
Aunque el microbioma humano esta influenciado sobre todo por la dieta y la medicación, en Science se destaca que varios estudios que demuestran que ciertos tipos de microbios que viven en el intestino son controlados, al menos en parte, por la genética humana. Por ejemplo, un puñado de bacterias y arqueas, con reconocida importancia para la salud, están asociados con genes humanos relacionados con la inmunidad y la dieta.
«Las enfermedades ocurren como resultado de diferentes factores. Algunos de ellos, como los genes o la edad, no podemos cambiarlos. Pero sí podemos cambiar la diversidad de la flora intestinal con cambios en la dieta y la medicación», indica otro de los investigadores.
Incluso la microbiota se podría modificar para combatir a la resistencia a los antibióticos. El uso de estos fármacos puede dañar la microbiota y, paradójicamente, permiten que ciertos microbios resistentes se multiplquen, lo que aumenta la susceptibilidad de una persona a las infecciones. El restablecimiento de los microbios «buenos» en nuestro intestino podría ayudar a contrarrestar este problema. Uno de los trabajos prone de manifiesto la necesidad de desarrollar terapias más específicas contra patógenos específicos, en lugar de del uso masivo de antibióticos de amplio espectro, para minimizar el daño a las especies de microbios simbióticos esenciales, lo que permitiría preservar la estructura y función de la comunidad el microbioma.
Trasplante fecal: mejorando la flora
Entre las aplicaciones que tiene el conocimiento de la flora intestinal está el trasplante de heces que está siendo estudiado por grupos de diferentes países. Uno de ellos, dirigido por el Laboratorio de Biología Molecular Europeo en Heidelberg, Alemania, publica otro estudio en Science analizando cómo es el ecosistema del intestino de 10 pacientes que habían recibido un trasplante de este tipo. Sus datos sugieren que una significativa proporción de cepas del donante estaban aún presentes en los receptores tres meses después. Además, identificaron tres especies que fueron excepcionalmente buenas colonizando el intestino receptor.
«Esperamos que en un futuro podamos hacer análisis de compatibilidad entre donante y receptor para que los trasplantes sean más eficaces, incluso ir más allá, tener una estantería de cepas seguras y tratadas para poder combinarlas de una manera personalizada», explica Peer Bork, principal invesitador de este trabajo.
«Es muy presuntuoso pensar que podemos vivir con kilo y medio de bacterias en el colon sin que hagan nada. Se solía pensar que eran basura, como pasó con el ADN que no codificaba proteínas. Tenemos diez veces más células bacterianas que humanas. Es imposible que todo ese zoo no nos influya de alguna manera», explica Antonio San Román, jefe de Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Ramón y Cajal de Madrid.
En este centro han realizado trasplantes fecales con buenos resultados a ocho pacientes para corregir las diarreas causadas por la bacteria Clostridium difficile, que en un 30 por ciento de los casos, responde mal a los antibióticos.
La gastroenterología es una de las primeras áreas donde el microbioma se puede convertir en un aliado, como destaca también Science: «Los trasplantes fecales han demostrado ser beneficiosos para el tratamiento de la infección por Clostridium difficile. Sin embargo, la dinámica de la microbiota fecal después del trasplante es en gran parte desconocida». Y otro de los estudios arroja algo de luz en esta técnica, y en especial «en la identificación de las especies que son particularmente buenas para colonizar el intestino del receptor y que pueden persistir durante un tiempo significativa después del trasplante».
En España se lleva a cabo el trasplante fecal en pocos hospitales, en parte debido al vacío legal en esta técnica. En el hospital Ramón y Cajal tienen ya establecido un protocolo para llevarlo a cabo. «Los controles antes de hacerlo son mayores que en cualquier otra donación. Entre otras cosas se excluye a personas que hayan estado en zonas de riesgo de parásitos intestinales», explica el doctor San Román. Generalmente los donantes son personas allegadas: la hija o la nieta de la persona que lo recibe, que hasta ahora en Ramón y Cajal han sido mujeres de edad avanzada. «Se trata de hacer una siembra con la flora intestinal del donante mediante una colonoscopia, que hemos visto que funciona mejor que la sonda gastronasal.
Las bacterias intestinales se extraen de una muestra de heces recogida ese mismo día. La flora proviene de nuestras madres, en el momento del parto, y con esta técnica se le esta devolviendo al paciente su propia flora años después«, explica San Román.
Aunque este tipo de tratamiento ha mostrado eficacia para tratar la infección por Clostridium difficile, Bork señala que su eficacia en otras patologías está por demostrar. De la misma opinión se muestra Antonio López Sanromán, jefe de sección de Gastroenterología del Servicio de Gastroenterología y Hepatología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. «Hay distintos centros que están utilizando este trasplante de una manera académica y dentro del marco de la investigación, como pueden ser los que se encuentran en Holanda, Australia o Francia. Sin embargo, hay otros en Estados Unidos que le están dando un uso con una menor evidencia científica».
Su hospital junto con el Hospital Universitario de Bellvitge, en Barcelona, son los dos únicos centros en España que tienen un protocolo establecido para este tipo de trasplantes. Entre los dos han llevado a cabo en torno a 16 trasplantes fecales para tratar la infección por Clostridium difficile con resultados positivos. «El reto ahora es que en España la gente se de cuenta de que se puede hacer, de que es una alternativa para tratar esta infección. Pero hay que mantenerlo dentro de unos niveles altos de seguridad, haciendo muchos análisis al donante para descartar la presencia de otros patógenos, y no banalizarlo», afirma.
Sobre la seguridad también alerta Hevia que apunta que en el contenido fecal del donante también hay virus u hongos que se pueden comportar perjudicialmente en el receptor. «Hay muchos grupos que se han lanzado en esta metodología, y algunos de manera muy alegre, se ha hablado incluso de que podría mejorar la obesidad, pero esto es ciencia ficción. Además, hay que pensar en esto como una alternativa cuando no hay otra cosa, y para la obesidad hay dieta y deporte».
Como futuro próximo Hevia apunta al dibujo por Bork, «Se empieza a crear consorcios de bacterias de 10-15 especies que se pueden administrar como un cóctel con una pastilla. La ventaja de esto es que se usan aquellas que se conocen bien sus propiedades».
Por su parte López Sanromán adelanta que está buscando financiación para un proyecto que pretende utilizar el trasplante de heces en la colitis ulcerosa. «Para ello hay que hacer análisis previo de las heces del donante y compararlas con la muestra de la biopsia intestinal del paciente. El objetivo es utilizar aquellas del donante que más se asemeje al receptor, es decir, buscamos al donante ideal, porque no todos valen».
Fuente: abc.es