El azúcar añadida afecta más a la tensión arterial que la sal | Por: @linternista
Las dietas contra la hipertensión, normalmente basadas en reducir la sal, tal vez estén errando el tiro. La clave puede estar más bien en el azúcar añadido de los alimentos, en especial la fructosa.
Un estudio estadounidense publicado en British Medical Journal indica que «el azúcar puede estar mucho más relacionado con la presión arterial que el sodio», señalan sus autores, James J DiNicolantonio, del Departamento de Cardiolovía Preventiva del Saint Luke’s Mid America Heart Institute, de Kansas City (Misuri) y Sean C Lucan, del Departamento de Medicina Familiar y Social del Albert Einstein College of Medicine, del Montefiore Medical Center, en Bronx.
El estudio cuestiona que centrarse en la sal para reducir la tensión sea lo adecuado. Según sostienen, la reducción conseguida a base de limitar la ingesta de sal suele ser relativamente pequeña. Además, esgrimen que de tres a seis gramos de sal al día puede ser óptimo para la salud, pero ingerir menos de tres puede llegar a ser perjudicial.
La mayor parte de la sal en la dieta procede de alimentos, que también son aquellos con una mayor cantidad de azúcar añadido, señalan los investigadores.
«Los datos sugieren que los azúcares en general, y la fructosa en particular, pueden contribuir a un riesgo cardiovascular general a través de una variedad de mecanismos», explican.
Edulcorantes nefastos
Los autores apuntan sobre todo al sirope de maíz de alta fructosa, que es el edulcorante empleado con más frecuencia en los alimentos procesados, en especial en las bebidas refrescantes y con sabor a frutas. Más aún, aseguran que «el consumo de bebidas endulzadas con azúcar está relacionado con 180.000 muertes al año en todo el mundo».
Según indican, aquellos en cuya dieta el azúcar añadido aporta al menos una cuarta parte de sus calorías diarias tienen casi tres veces más riesgo de enfermedad cardiovascular que aquellos en los que no llega al 10%.
Así mismo, una ingesta diaria de más de 74 gramos de fructosa está asociada con un 30% más de riesgo de presión arterial por encima de 140/90 mm Hg y un 77% más de riesgo de que supere 160/100 mm Hg.
Vale mencionar que, como hemos mencionado en publicaciones anteriores en medicinapreventiva.info los estudios epidemiológicos han sugerido que una mayor ingesta de azúcar añadida está asociada con factores de riesgo de enfermedad cardiovascular (ECV). Pocos estudios prospectivos han examinado la asociación entre azúcar añadida ingerida con la mortalidad por ECV. El riesgo es por el azúcar que se agrega a las bebidas gaseosas y alimentos procesados, no a la que se encuentra en forma natural en las frutas y algunos otros alimentos.
Quanhe Yang, Zefeng Zhang y colaboradores, de la División de Prevención de Enfermedades Cardíacas y Eventos Cerebrovasculares, de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, Atlanta, Georgia, realizaron un estudio con el objetivo de examinar la evolución temporal del consumo de azúcar añadida como porcentaje de las calorías diarias en los Estados Unidos e investigar la asociación de este consumo con la mortalidad por ECV y fue publicado Online First el 03 de febrero de 2014 en Jama Internal Medicine. El riesgo de mortalidad por ECV SE INCREMENTÓ EXPONENCIALMENTE con el aumento del porcentaje de calorías del azúcar añadido.
En relación con el consumo de refrescos, los jugos de frutas endulzados con azúcar y las bebidas deportivas cargadas de azúcar: un estudio poblacional que involucró la participación de más de 2.600 personas que viven en el Reino Unido y los Estados Unidos, ha demostrado que existe una asociación directa entre la ingesta de fructosa y glucosa y el aumento de la presión arterial y que estas bebidas azucaradas están asociados con aumentos significativos en la presión arterial sistólica y diastólica.
Cada bebida consumida, según la investigación, se asocia con un aumento del 1,1 mmHg en la presión arterial sistólica y de 0,4 mmHg en la presión arterial diastólica después de ajustar por peso y talla.
Las bebidas endulzadas con azúcar se han relacionado con la hipertensión arterial, la obesidad, la diabetes tipo 2, con mayor riesgo de enfermedades del corazón, por lo que si las personas desean tomar estas bebidas, deben hacerlo con moderación.
Uno de los hallazgos más interesantes de la investigación fue que la asociación entre el consumo de bebidas azucaradas y presión arterial fue mayor en las personas que consumían mayor cantidad de sodio (sal). Ya sabemos que la sal es mala para la presión arterial, pero uno de los hallazgos de la investigación fue que si consumes más sodio, al menos en este estudio, exacerba los efectos de estas bebidas azucaradas.
El consumo de azúcar obliga a tu cuerpo a secretar altos niveles de insulina. Esta es la hormona encargada de introducir la glucosa a la célula, y también es la responsable de convertir el exceso de azúcar en grasa. Por lo tanto entre más insulina mayor conversión de azúcares a grasa. Los niveles altos de insulina provocan que el azúcar se convierta en grasa. Es por eso que el azúcar es el verdadero villano del cuento.
Se ha comprobado que el consumo de azúcar se relaciona directamente con la aparición del síndrome metabólico. Este síndrome engloba varias enfermedades que derivan de la obesidad, como: diabetes, hipertensión, problemas cardiovasculares, aumento de grasas en sangre, y algunos tipos de cáncer. Estas enfermedades forman un círculo vicioso, la aparición de una de ellas, podría ser causante de que aparezca otra.
El consumo de excesivo de fructosa (> 50 g / d) puede ser una de las causas subyacentes del síndrome metabólico y la diabetes tipo 2. Las fuentes principales de fructosa son el azúcar (sacarosa) y jarabe de maíz alto en fructosa. El consumo de fructosa se correlaciona estrechamente con la tasa de diabetes en todo el mundo. A diferencia de otros azúcares, la ingesta de fructosa excesiva induce características del síndrome metabólico en animales de laboratorio, incluidos los humanos.
La fructosa parece mediar en el síndrome metabólico, en parte, al elevar el ácido úrico y ahora hay gran cantidad de datos experimentales y clínicos que apoyan el ácido úrico en la patogénesis del síndrome metabólico. Las consideraciones ambientales y genéticos ofrecen una posible explicación de por qué ciertos grupos podrían ser más susceptibles a desarrollar diabetes.
Existe una vieja hipótesis de que el azúcar, particularmente la ingesta excesiva de fructosa, tiene un papel fundamental en la epidemia de la enfermedad cardiorrenal. La fructosa tiene una capacidad especial para inducir un aumento de ácido úrico, el cual puede ser un importante mecanismo por el cual la fructosa determine la aparición de la enfermedad cardiorrenal.
La dieta de los norteamericanos, especialmente la de los adolescentes, contiene alimentos apetecibles, de alto contenido de energía y grandes cantidades de edulcorantes con alta fructosa. Estos factores se cree que contribuyen a la epidemia de obesidad y resistencia a la insulina.
La fructosa aumenta la ganancia de peso mediante la alteración del apetito, de tal manera que se estimula una mayor ingesta de alimentos, mediante la inducción de resistencia a la leptina o por efectos directos sobre el cerebro.
El metabolismo central de la glucosa suprime la ingesta de alimentos mediada a nivel hipotalámico y a diferencia de la glucosa, la fructosa administrada centralmente aumenta la ingesta de alimentos.
El consumo crónico de fructosa induce resistencia a la leptina antes de que el peso corporal, la adiposidad, insulina, leptina en suero, o glucosa aumenten y esta resistencia a la leptina inducida por fructosa acelera la obesidad alta en grasas.
La fructosa (y no la glucosa) estimula la acumulación de grasa visceral, resistencia a la insulina (con un mayor incremento en la trigliceridemia posprandial), y lleva a la enfermedad de hígado graso no alcohólico. Este tipo de cambios pueden ser inducidos en animales con fructosa o la sacarosa en un entorno donde la ingesta de calorías se mantiene igual.
El otro aspecto de la fructosa es que no todas las fuentes son lo mismo y no todas las personas responden a ésta de la misma manera. La fructosa de las frutas tiende a ser más segura, debido a todos los nutrientes y antioxidantes adicionales presentes en su condición natural.
La fructosa en la sacarosa y en el jarabe de maíz de alta fructosa es mucho menos segura y la glucosa presente en estos azúcares puede acelerar la absorción de la fructosa. Del mismo modo, la respuesta a la fructosa en los jóvenes sanos es mucho menor que en las personas mayores obesas.
Fuentes: ABC, medicinapreventiva.info, medicinapreventiva.com.ve
Daniel Ricardo Hernández @danielricardoh / Dr. Rigoberto J. Marcano Pasquier @rigotordoc
Comunicador Social