Cantidad y tipo de grasas ingeridas en la adolescencia condicionan el riesgo de cáncer mamario | Por: @linternista
Una nueva investigación llevada a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland en Baltimore (EE.UU.) muestra que la cantidad y el tipo de grasas ingeridas en la adolescencia condicionan el riesgo de densidad mamaria, y por tanto de cáncer de mama, una vez alcanzada la edad adulta.
Como explica Seungyoun Jung, directora de este estudio publicado en la revista «Cancer Epidemiology, Biomarkers & Prevention», «nuestros resultados sugieren que la ingesta de grasas durante la adolescencia conlleva efectos a largo plazo sobre la composición de las mamas de las jóvenes adultas. Así, y de confirmarse nuestros resultados, el mensaje sería que la dieta adoptada en las etapas tempranas de la vida es importante y puede conferir un riesgo de enfermedad o un beneficio protector en la edad adulta.
Más concretamente, destaca la investigadora, «el momento de exposición a la dieta es importante, y los cambios apropiados en la dieta durante la adolescencia pueden contribuir a una reducción de la densidad mamaria y, por ende, del riesgo de cáncer, así como prevenir la obesidad, la diabetes y la enfermedad cardiovascular».
La densidad mamaria, esto es, la cantidad de tejido fibroso y glandular mamario, condiciona el riesgo que tiene una mujer de desarrollar cáncer de mama. De hecho, distintos estudios han constatado que las mujeres con una densidad mamaria extrema tienen una probabilidad hasta seis veces superior de padecer este tipo de tumor. Sin embargo, el grado de densidad mamaria no es solo una cuestión genética. También es el resultado de factores ambientales y especialmente de la dieta.
Mayor densidad mamaria
El tejido mamario es más sensible durante la adolescencia, etapa de la vida en la que se desarrollan los senos y tienen lugar sus cambios estructurales. Por ello, el objetivo de la nueva investigación fue evaluar si la ingesta de grasas durante la adolescencia se asocia de algún modo con la densidad mamaria una vez alcanzada la edad adulta.
Para ello, los investigadores analizaron los datos del Estudio de Intervención Dietética en Niños (DISC), trabajo en el que se recabó información exhaustiva sobre los hábitos dietéticos en la infancia y la adolescencia de los participantes –663 menores, incluidas 301 niñas, con edades comprendidas entre los 8 y los 10 años en el momento del inicio del estudio en el año 1988.
Posteriormente, los autores evaluaron la densidad mamaria mediante imagen por resonancia magnética de 117 mujeres que, ya con edades entre los 25 y los 29 años, habían participado en el DISC.
Los resultados mostraron que un mayor consumo de grasas saturadas o una menor ingesta de grasas mono o poliinsaturadas en la adolescencia se asociaron con una mayor densidad mamaria una vez llegada la segunda década de la vida. Unos resultados, además, que fueron independientes de otros factores de riesgo como la raza, el nivel educativo, el índice de masa corporal (IMC), el número de alumbramientos y la ingesta de proteínas.
Evitar las grasas saturadas
En definitiva, la dieta, y no solo la genética, juega un papel muy importante en el riesgo de cáncer de mama. Un aspecto a tener muy en cuenta dado que, contrariamente a como sucede con los genes, la alimentación es un factor totalmente modificable.
Como concluye Joanne Dorgan, co-autora del estudio, «nuestros resultados son particularmente interesantes porque la dieta durante la adolescencia se puede modificar, mientras que otros factores bien conocidos para el cáncer de mama como son la edad del inicio de la menarquia y el número y momento de los embarazos ofrecen un escaso margen de intervención».
Y en este contexto, alerta Joanne Dorgan, «por lo que respecta a la dieta una vez alcanzada la edad adulta, el consumo de alcohol es el único factor dietético consistentemente asociado con el riesgo de cáncer de mama».
Fuente: abc.es