La obesidad provoca cambios en la estructura del corazón de los jóvenes mucho antes que la aterosclerosis afecte sus vasos sanguíneos | Por: @linternista
Según muestra un estudio dirigido por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Bristol (Reino Unido), publicado en la revista «Circulation» el 30 de julio de 2018, los corazones de los adultos jóvenes con un índice de masa corporal (IMC) elevado sufren unos cambios estructurales tan nocivos como irreversibles, mucho antes de que sus vasos sanguíneos se vean irremisiblemente dañados por la aterosclerosis.
Como explica Kaitlin H. Wade, directora de esta investigación , «de manera tradicional se ha considerado que el engrosamiento de las paredes de los vasos sanguíneos constituye el primer signo de la aterosclerosis, enfermedad causada por la deposición de placas de lípidos en las arterias y asociada a las enfermedades del corazón. Sin embargo, nuestros resultados sugieren que la obesidad provoca cambios en la estructura del corazón de los jóvenes que pueden preceder a estos cambios en los vasos sanguíneos».
Infinidad de estudios han demostrado que el sobrepeso y la obesidad se asocian a un mayor riesgo de desarrollo de enfermedades muy graves y potencialmente letales, caso de la diabetes, del cáncer y, sobre todo, de las patologías cardiovasculares, primera causa de mortalidad global con hasta 17,7 millones de decesos solo en 2015. Es que es bien sabido que el exceso de peso se asocia a un endurecimiento y estrechamiento de los vasos sanguíneos. O lo que es lo mismo, a la aparición de la aterosclerosis. Sin embargo, es posible que esta aterosclerosis sea un efecto ‘tardío’ de la obesidad.
Ya en la adolescencia
La aterosclerosis es una enfermedad causada por la deposición e infiltración de lípidos en las paredes de los vasos sanguíneos. El resultado es un ‘endurecimiento’ de las paredes de los vasos y la formación de unas placas –las llamadas ‘placas de ateroma’– que, además de dificultar un flujo adecuado de la sangre, pueden romperse y provocar un trombo –y, por ende, un infarto agudo de miocardio o un ictus–.
De ahí la importancia de evitar el exceso de grasas –o lo que es lo mismo, de lípidos, caso sobre todo del colesterol– en la dieta. Ya desde la infancia, si bien los síntomas de la aterosclerosis no suelen manifestarse hasta la mediana edad. Entonces, ¿cuándo puede considerarse que el sistema cardiovacular se encuentra dañado? Y en este contexto, ¿el IMC tiene algo que ver?
¿Qué papel juega el IMC?
Se ha sugerido que el IMC se relaciona de forma causal con la salud cardiovascular en la vida media a tardía, pero esto no se ha explorado sistemáticamente a edades más tempranas, ni tampoco con un detallado fenotipo cardiovascular. Recall-by-Genotype (RbG) es un enfoque que permite la recopilación de medidas fenotípicas precisas en estudios más pequeños, al tiempo que mantiene el poder estadístico y la capacidad para la inferencia causal.
Para responder a esta pregunta, los autores han desarrollado el primer estudio para evaluar si los IMC elevados provocan un impacto negativo sobre el sistema cardiovascular ya en la adolescencia y los primeros años de la etapa adulta. En este estudio, se utilizó una combinación de análisis de regresión multivariable convencional, aleatorización mendeliana (MR) y metodologías de submuestra de RbG para estimar el efecto causal del IMC a nivel general y la salud cardiovascular detallada en participantes sanos del estudio longitudinal Avon de padres y Niños a los 17 años (N = 1420-3108 para diferentes resultados) y una muestra independiente del mismo estudio de cohortes (para RbG) a la edad de 21 años (N = 386-418).
Como refieren los autores, «los estudios observacionales pueden sugerir la existencia de una asociación entre los factores de riesgo y las enfermedades cardiovasculares, pero no pueden probar que exista una relacion de tipo ‘causa y efecto’. En nuestro trabajo hemos ‘triangulado’ los hallazgos alcanzados en tres tipos diferentes de análisis genéticos para descubrir cómo el IMC causa diferencias específicas en los parámetros cardiovasculares».
En los análisis MR y RbG, los resultados sugirieron que un IMC más alto causa una presión arterial más alta y un mayor índice de masa ventricular izquierda en adultos jóvenes (p. Ej., Diferencia en el índice de masa ventricular izquierda por 1 kg / m2 usando MR: 1,07 g / m2.7; 3.87 × 10-06 y por 3.58 kg / m2 usando RbG: 1.65 g / m2.7; P = 0.0001).
Además, los resultados de RbG sugirieron un papel causal de un IMC más alto en el volumen sistólico más alto (diferencia por 3.58 kg / m2: 1.49 ml / m2.04; P = 0.001) y el gasto cardíaco (diferencia por 3.58 kg / m2: 0.11 L · min- 1 · m-1.83; P = 0.01), pero no hay pruebas sólidas de un papel causal en la resistencia vascular sistémica o la complianza arterial total. Ninguno de los análisis apoyó un papel causal de un IMC más alto en la frecuencia cardíaca.
Los resultados mostraron que los IMC elevados provocan un incremento de las cifras de presión arterial, tanto de la sistólica –PAS, que indica la presión sanguínea durante la contracción del corazón–, como de la diastólica–PAD, en la que se registra la presión cuando el corazón se encuentra en reposo.
Es más; los IMC elevados, o lo que es lo mismo, el sobrepeso y la obesidad, provocan un aumento –o ‘hipertrofia’– del ventriculo izquierdo, la principal cámara de bombeo del corazón.
En conclusión:
Las metodologías causales complementarias MR y RbG, junto con una gama de análisis de sensibilidad, sugieren que un IMC más alto es probable que cause una peor salud cardiovascular, específicamente mayor presión sanguínea e índice de masa del ventrículo izquierdo, incluso en los jóvenes.
Un IMC más alto también resultó en un aumento del gasto cardíaco en el estudio de RbG, que parecía ser el único impulsado por el volumen sistólico, ya que ni los análisis de MR ni de RbG sugirieron un efecto causal del IMC sobre la frecuencia cardíaca.
Estos resultados consistentes apoyan los esfuerzos para reducir el IMC desde una edad temprana para prevenir la salud cardiovascular adversa posterior e ilustrar el potencial de resolución fenotípica con poder analítico mantenido utilizando RbG.
En definitiva, tener un IMC elevado en la juventud aumenta la presión arterial y provoca daños en la estructura del corazón, sentando así las ‘bases’ para la aparción de una enfermedad cardiovascular en etapas más avanzadas de la vida.
Como concluye Kaitlin Wade, «nuestros resultados apoyan las intervenciones para reducir el IMC hasta niveles normales y saludables ya en la juventud para, así, prevenirla futura aparición de enfermedades coronarias».
Fuente: abc.es