Fueron identificados los factores de riesgo para la aparición de edema maligno después de un ACV | Por: @linternista
Un estudio reciente presentado en el congreso anual de 2016 de la American Neurological Association (ANA) indica que determinadas características clínicas y de tomografía computarizada (TC) evaluadas en las 24 horas siguientes a un ictus (anteriormente llamado accidente cerebrovascular) isquémico son un factor importante en un modelo clínico de predicción del riesgo en pacientes con riesgo de edema maligno potencialmente mortal.
El edema maligno, presente en 10% de todos los ictus y hasta en 50% de los infartos hemisféricos grandes, es una complicación grave, con una mortalidad hasta de 50-80%. La hemicraniectomía descompresiva puede reducir considerablemente la mortalidad pero la identificación temprana de la necesidad de intervención quirúrgica es fundamental para que esta técnica consiga su objetivo.
La Dra. Charlene J. Ong, una médica en formación en cuidados intensivos neurológicos del Massachusetts General Hospital y del Brigham and Women’s Hospital, explicó en la presentación del estudio, que «nuestro problema es que las variables iniciales clínicas e incluso las radiográficas pueden ser insuficientes para identificar a estos pacientes». Según ella, «muchos de nosotros hemos visto pacientes con ictus grandes durante la fase evolutiva inicial cuando todavía no está claro si van a presentar un edema maligno».
Para este estudio, la Dra. Ong y sus colaboradores identificaron 222 pacientes con ictus isquémicos atendidos en el Barnes-Jewish Hospital de la Washington University School of Medicine de St. Louis en Missouri entre 2006 y 2015 con un diagnóstico de edema cerebral.
Todos los pacientes tenían un ictus agudo en el territorio anterior con una puntuación NIHSS (National Institutes Health Stroke Scale) de 8 o más y una TC cerebral inicial en las 24 horas siguientes al inicio del mismo. De todos los pacientes, 73 presentaron edema maligno potencialmente mortal, de los que 50 murieron por edema cerebral y a 23 se realizó una hemicraniectomía y sobrevivieron. Los pacientes tenían una mediana de edad de 68, 60% eran mujeres y la mediana de puntuación NIHSS fue 18.
Después del ajuste multifactorial, los factores con una asociación independiente más sólida a edema maligno potencialmente mortal fueron la glucemia (odds ratio [OR]: 1,005; p = 0,016), haber sufrido un ictus previo (que fue protector, OR: 0,495; p = 0,01), la ausencia de intervención en fase aguda, incluyendo administración de activador tisular del plasminógeno o trombectomía (OR: 1,940; p = 0,048), el desplazamiento de la línea media (OR: 1,29; p < 0,005) y borrado de la cisterna al inicio (OR: 5,273; p = 0,059).
Utilizando los datos del modelo, los autores elaboraron una escala de predicción del riesgo basada en números enteros, asignando un valor a cada factor de riesgo, de manera que una puntuación mayor de 7 tenía un valor predictivo positivo de 90%.
Los aspectos destacados de este estudio son su tamaño y su aplicabilidad clínica, explicó la Dra. Ong. Añadió «creemos que es la cohorte más numerosa publicada en la bibliografía científica, incluyendo 222 pacientes con edema cerebral. Además, tiene una orientación clínica, con una puntuación aplicable para uso como sistema de clasificación, para ayudar a tomar la decisión de tratamiento quirúrgico y para facilitar la comunicación».
La Dra. Ong comentó que existen otras escalas de predicción del riesgo pero que este modelo nuevo es un método útil cuando no se dispone de RM con facilidad.
«De las pocas puntuaciones de riesgo publicadas en la bibliografía científica, algunas utilizan datos de imagen RM, pero no son necesariamente generalizables a muchos centros sanitarios en Estados Unidos que no disponen de acceso directo a la RM, por lo que pueden resultar laboriosas y complejas». Comentó que «otras se aplican a pacientes atendidos en las 6 horas siguientes al inicio del ictus, por lo que solo pueden emplearse en el 50% de los pacientes que lo presentan».
«Esperamos que este modelo sea útil para los médicos y otros profesionales sanitarios que trabajan en centros sanitarios en los que no están acostumbrados a atender a muchos pacientes con esta patología. La escala de predicción del riesgo puede facilitar el tratamiento y la toma de decisiones, así como la comunicación entre profesionales sanitarios y familiares cuando los pacientes presentan esta complicación temible y necesitan saber qué va a suceder».
Los autores del estudio concluyen que el paso próximo en la investigación es conseguir la validación externa del modelo con otra cohorte de pacientes.
Referencia: Congreso Anual de la American Neurological Association (ANA) 2016. Resumen S219. Presentado el 17 de octubre de 2016.
Fuente: espanol.medscape.com