El mayor consumo de papas se asoció a un mayor riesgo de desarrollar hipertensión | Por: @linternista
Un estudio recientemente realizado por Lea Borgi, Eric B Rimm y colaboradores que fue publicado en la revista BMJ 2016;353:i2351 halló asociaciones prospectivas independientes entre el mayor consumo de papas (en cualquier forma de preparación) con un mayor riesgo de hipertensión.
Estos hallazgos tienen gran importancia en relación a diversos aspectos de la salud pública, ya que no son compatibles con un beneficio potencial de la inclusión de las papas como verdura en los programas gubernamentales de alimentos, sino que apoyan un efecto dañino que es consistente con los efectos adversos de las ingestas elevadas de carbohidratos observados en estudios de alimentación controlados.
En Estados Unidos en la última década, las agencias gubernamentales han establecido varios programas para proporcionar comidas saludables a los niños y las poblaciones de bajos ingresos, incluyendo la Ley sin Hambre, Saludable (Healthy, Hunger-Free Act) de 2010, que es un programa de almuerzo escolar, y el Special Supplemental Nutrition Program for Women, Infants, and Children (WIC) (Programa de Nutrición Suplementaria Especial para Mujeres, Infantes y Niños). Esa ley inicialmente solo contemplaba el suministro de vegetales con almidón 1 vez/semana; pero en 2009 el WIC ofreció un programa que ofrecía mensualmente frutas y verduras con exclusión de la papa.
Sin embargo, en 2012, la oposición de varios operadores de almuerzos escolares, estatales y locales, dio lugar a la eliminación de la restricción de los vegetales con almidón (Incluyendo las papas fritas a la francesa) en los almuerzos escolares y, sobre la base de un informe del Instituto de Medicina solicitado por el Congreso, en 2015 se levantó la restricción para la papa en el bono para la compra de frutas y hortalizas del WIC. La razón fundamental para la eliminación de esta restricción de la papa fue su elevado contenido de potasio y la poca evidencia de sus efectos sobre la salud. En el ámbito internacional, la OMS no incluye a las papas entre los vegetales.
Aunque los suplementos de potasio pueden ser beneficiosos para la prevención de enfermedades crónicas, en particular, la hipertensión, una prueba de alimentación de 6 semanas realizada en 164 prehipertensos e hipertensos comprobó que las dietas ricas en proteínas o grasas no insaturadas redujeron la presión arterial en comparación con las dietas ricas en hidratos de carbono. Debido a que las papas son ricas tanto en hidratos de carbono glucémicos como en potasio, su efecto sobre el riesgo de hipertensión no está claro. Aun no se ha examinado la asociación a largo plazo del consumo elevado de papas con el riesgo de desarrollar hipertensión.
Por lo tanto, los autores expresan que: “hemos examinado la asociación prospectiva e independiente del consumo de papas al horno, hervidas o en puré, papas fritas a la francesa y papas fritas chips, con la hipertensión incidental en 3 grandes estudios de cohortes que incluyeron a 187.453 participantes con más de 20 años de seguimiento.”
Participaron 62.175 mujeres en el Nurses ‘Health Study, 88.475 mujeres en el Nurses ‘Health Study II y, 36.803 hombres en el Health Professionals Follow-up Study que no eran hipertensos al comienzo del estudio.
Resultados:
En comparación con el consumo inferior a 1 porción/mes, los cocientes de riesgo de los efectos aleatorios agrupados de ≥4 porciones/semana fueron 1,11 para las papas horneadas, hervidas o en puré; 1,17 para las papas fritas a la francesa y 0,97 para las papas fritas chips. En el análisis de sustitución, el reemplazo de una porción diaria de papa horneada, hervida o en puré por una porción diaria de verduras sin almidón se asoció con un riesgo más bajo de hipertensión (razón de riesgo 0,93).
Discusión:
En 3 cohortes prospectivas de mujeres y hombres de Estados Unidos se halló que un mayor consumo a largo plazo de papas al horno, hervidas o en puré se asoció significativamente a un aumento del riesgo de hipertensión en las mujeres, independiente de otros numerosos predictores de riesgo de hipertensión, incluyendo los factores dietéticos como el consumo de granos integrales y la ingesta de frutas y verduras en general. Por otra parte, un mayor consumo de papas fritas a la francesa se asoció con hipertensión incidente en las 3 cohortes, mientras que la ingesta de papas fritas chips no se asoció con ningún aumento del riesgo. “A nuestro entender,” dicen, “este estudio es el primero en examinar el consumo de papa y la incidencia de hipertensión.
La asociación entre la ingesta de papas y la hipertensión es un problema de salud pública importante en Estados Unidos, en gran parte debido a que recientemente las papas han pasado a integrar los programas de alimentos del gobierno. La justificación de esta inclusión es el beneficio cardiovascular potencial generado por su elevado contenido de potasio, que a su vez está justificado principalmente por sus efectos beneficiosos sobre la presión arterial.” En concreto, el Institute of Medicine y el US Department of Agriculture recomendaron que se permita la inclusión de las papas blancas como parte del programa de frutas y verduras de WIC, reglamento que la mayoría de los estados ya ha implementado.
El informe del Institute of Medicine puso de relieve que el elevado contenido de potasio de las papas, una característica de los alimentos deseada para la población WIC, y la elevada ingesta de potasio se ha asociado a una presión arterial más baja. Por ejemplo, en un metaanálisis de 22 ensayos aleatorizados y controlados, la mayor ingesta de potasio (como suplemento) dio lugar a una reducción de 3,5 mm de Hg en la presión arterial sistólica y de 2,0 mm de Hg en la presión arterial diastólica, en las personas con hipertensión. Sin embargo, se comprobó que la mayor ingesta de papa se asoció con el aumento, y no con la disminución, del riesgo de desarrollar hipertensión.
Posibles mecanismos
La hiperglucemia postprandial que sigue a una comida con carga glucémica elevada se ha asociado a la disfunción endotelial, el estrés oxidativo y la inflamación, todos ellos mecanismos potencialmente importantes en el desarrollo de la hipertensión.
Según los autores, un mecanismo potencial que podría explicar estos hallazgos es la elevada carga glucémica que tienen las papas. Las papas hervidas tienen una elevada carga glucémica. La carga glucémica es una medida que refleja cómo una porción de un alimento específico afecta las concentraciones de glucosa en el cuerpo humano. Se obtiene multiplicando los gramos de carbohidratos del alimento por su índice glucémico y se divide por 100 (el índice glucémico compara 50 g de un alimento específico con 50 g de glucosa y se expresa en una escala de 0-100, con puntajes elevados para los alimentos que generan un aumento más rápido de la glucosa).
La hiperglucemia postprandial que sigue a una comida con carga glucémica elevada se ha asociado a la disfunción endotelial, el estrés oxidativo y la inflamación, todos ellos mecanismos potencialmente importantes en el desarrollo de la hipertensión.
En el ensayo OMNIHEART se examinó la consecuencia adversa potencial de una ingesta elevada de hidratos de carbono, y por lo tanto de una carga glucémica elevada, sobre la presión arterial en las personas prehipertensas e hipertensas. Comparada con una dieta rica en hidratos de carbono, una dieta rica en proteínas y una dieta rica en grasa insaturada redujeron la presión arterial sistólica y diastólica en 1,4/3,5 mm Hg y 1,3/2,9 mm Hg, respectivamente, a las 6 semanas.
El aumento de peso asociado a la ingesta de papas es otro mecanismo potencial para el desarrollo de la hipertensión. A modo de ejemplo, en un análisis prospectivo de dieta con cambios de peso en el NHS, el NHS II y el HPFS, cada porción diaria adicional de papas fritas chips y papas se asoció estrechamente con un cambio de peso, a los 4 años (0,77 y 0,58 kg, respectivamente).
Sin embargo, los autores controlaron los cambios de peso y el índice de masa corporal en modelos multivariables y se redujo la probabilidad de que sus hallazgos pudieran explicarse simplemente por los cambios en la adiposidad (también el cambio de peso y el índice de masa corporal fueron retirados de los modelos utilizados y en su mayoría, los resultados no se modificaron).
Debido a que el exceso de adiposidad es un factor de riesgo de hipertensión importante, el análisis ajustado por la adiposidad probablemente subestimó los efectos negativos del consumo de papas sobre el riesgo de hipertensión, a largo plazo. Los autores hallaron algunas diferencias entre las cohortes de mujeres y hombres. En ambas cohortes femeninas se observó un aumento del riesgo de hipertensión asociado al mayor consumo de papas hervidas, al horno o en puré, pero no en la cohorte masculina.
Estos resultados fueron inesperados, así como la falta de asociación de las papas fritas chips con la incidencia de hipertensión en el HPFS. Aunque se observó una tendencia no significativa hacia un riesgo mayor de hipertensión en las mujeres que consumían más papas, los hombres con la mayor ingesta de papas fritas chips tuvieron una incidencia menor de hipertensión a largo plazo. Los hombres que consumieron más papas fritas chips eran un poco más jóvenes y más delgados, aunque en su análisis, los autores hicieron ajustes con estas variables.
La mayoría de las marcas de papas fritas chips se fabrican utilizando grasas monoinsaturadas y poliinsaturadas en lugar de grasas trans y grasas saturadas, porque son consideradas más saludables. Por ejemplo, en un estudio aleatorizado doble ciego de 4 semanas/examen cruzado de 3 semanas, los participantes que consumían papas fritas en aceite de girasol altamente oleico (que es muy rico en grasas monoinsaturadas) redujeron el colesterol ligado a las lipoproteínas de baja densidad comparado con los participantes que consumían papas fritas chips en aceita de palma, un aceite con elevado contenido d grasas saturadas. Sin embargo, el control de las grasas poliinsaturadas en los análisis secundarios no eliminó la asociación inversa entre las papas fritas chips y la hipertensión en los hombres.
Fuentes: BMJ 2016;353:i2351 / intramed.net