Actividad física y DeporteCardiologíaCiencia y TecnologíaPráctica clínicaTecnología

Los dispositivos «wearables» son cada vez más recomendados y usados por los médicos | Por: @linternista

Cada vez salen más dispositivos en forma de pulseras, relojes, bandas, camisetas, teléfonos móviles capaces de «vigilar» nuestros hábitos de vida. Poco a poco se han ido metiendo en nuestras rutinas y se han convertido en los indispensables que alertan sobre qué cambios debemos adoptar para evitar el sedentarismo gracias a una suerte de chantaje que muchos aceptan: «Hoy has cumplido con tu gasto calórico previsto. ¡Fenomenal, has conseguido los 10.000 pasos!».

Por eso la comunidad médica ha puesto sus ojos en ellos, ya que lo que no han conseguido los profesionales médicos, lo han logrado una simple pulsera o un teléfono en menos tiempo: un cambio en el estilo de vida. Y es que, ahora, ser «sano» parece estar de moda.

Los «wearables» o dispositivos tecnológicos –que recogen datos de la actividad física de los usuarios, monitorizan el sueño y el ritmo cardíaco, y hasta cuentan el gasto calórico– se empiezan a emplear en ensayos clínicos para ver si las terapias que se prueban, sumadas a un estilo de vida saludable, funcionan. Uno de los proyectos, de cientos que se pueden encontrar en las plataformas clínicas, se desarrolla en el Hospital Mount Sinai (EE UU). Aquí, el equipo liderado por el doctor Valentín Fuster ha diseñado una intervención clínica desde el entorno laboral en una población determinada, en la que se realiza un seguimiento de cómo sus hábitos de vida influyen en su salud cardiovascular. Entre las pruebas y los controles que se van a realizar a lo largo de tres años –ahora se hallan en pleno estudio, en el segundo año– se encuentra la recogida de datos que proporciona la pulsera Fitbit, que monitorizará el sueño y la actividad de cada uno. En 2019, se conocerán los primeros resultados.

Útiles

Screen capture from smartphone application synchronized with activity tracker demonstrating pulse rate change with onset and termination of atrial fibrillation. Decreases in pulse rate after administration of diltiazem can also be seen. The maximum pulse rate noted on the activity tracker dashboard is approximately 150 beats/min, which is lower than the 190 beats/min reported by the paramedics. This difference is a result of the averaging interval for the activity tracker being longer than the averaging interval on the paramedics’ cardiac monitor. This particular device can display pulse rates averaged at either 5- or 1-minute intervals.

Resulta curioso que las principales agencias reguladoras, tanto la FDA como la EMA, no les exijan una certificación especial, dado que no son de uso médico y no son invasivas, por lo que no requieren una aprobación concreta. Sin embargo, los médicos se preguntan hasta qué punto son fiables y si son útiles más allá de un uso en población sana, y sobre esto la reciente literatura científica empieza a acumular estudios. Un ejemplo de su utilidad lo recoge la publicación «Annals of Emergency Medicine», en la que se muestra cómo un paciente de 42 años con una historia clínica cardiovascular «sin mancha» acude a los servicios de urgencia porque su monitor o dispositivo pasó a 130 y 190 pulsaciones en estado de reposo. En el hospital, como explica Alfred Sacchetti, autor de la publicación y médico del Centro Médico de nuestra Señora de Lourdes de Camden (EE UU), se pudo estabilizar al paciente y se le diagnosticó una fibrilación auricular, que se confirmó tras una batería de pruebas concretas. «No todos los dispositivos miden la frecuencia cardiaca, pero esta función es la más valiosa para los médicos», subraya Sacchetti. «Un mareo con 180 pulsaciones no tiene el mismo origen que con 30, pero ambas cifras son preocupantes. Aunque en la actualidad no están consideradas las pulseras como dispositivos médicos, la información que recogen nos puede ser útil si la interpretamos bien, sobre todo cuando ingresan los pacientes a los servicios de emergencia», puntualiza Sacchetti.

En España también hay algunos ejemplos. En concreto, Rosa Martín Mateos, médico adjunto del Servicio de Gastroenterología y Hepatología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, explica que «tratamos de demostrar si son efectivas nuevas estrategias para mejorar el cumplimiento y los resultados de los planes de tratamiento basados en la realización de actividad física y recomendaciones dietéticas. En concreto, analizaremos el impacto del uso de las pulseras de actividad física en los pacientes con enfermedad por hígado graso no alcohólico. Esperamos que su uso contribuya a aumentar el porcentaje de pérdida de peso clínicamente significativa y el grado de adherencia a los programas frente al tratamiento estándar». El estudio durará unas 16 semanas, y Mateos confía en que «los dispositivos digitales sean capaces de registrar de forma sencilla el gasto calórico generado durante la actividad física, pueden facilitar el establecimiento de objetivos concretos, progresivos y adaptados a las características individuales de cada paciente, aumentar la motivación y con ello mejorar la efectividad de los planes de tratamiento».

Sin embargo, cuando la doctora Mateos habla de cómo acogen los pacientes esta forma de control, parecen que surgen dudas: «Con entusiasmo inicial, si bien posteriormente con las circunstancias que surgen en el día a día, parece estar decayendo el entusiasmo». Esto hace alusión a uno de los obstáculos que los clínicos temen y al que también han prestado atención a través de la puesta en marcha de investigaciones concretas. ¿Cuánto dura una persona cumpliendo con los parámetros de su monitor? ¿Cuándo lo deja? ¿Por qué lo abandona? Encontrar respuestas a estas incógnitas es básico para los médicos, ya que la modificación de hábitos tiene que persistir en el tiempo, no sólo estar sujeta a una moda o a un objetivo concreto.

Por ello, en la Universidad de Washington se han puesto a trabajar en ello. «Ahora mismo el seguimiento de la automonitorización se entiende que será para siempre, de forma indefinida, pero esto no está claro», explica el coautor del estudio llevado a cabo en la institución estadounidense, James Fogarty, profesor asociado de Ingeniería y Ciencias de la Computación. Entre las razones más habituales para dejar a un lado el dispositivo se halla el que una vez que saben lo que tienen que hacer, no necesitan apoyos; no les gusta lo que el dispositivo revela de ellos; se sienten mal por incumplir las expectativas o metas; o no quieren que otros sepan qué hacen.

Dudas

Muchos profesionales aún no saben qué conclusiones tener sobre estos dispositivos, cuyas formas de medición, quizás varían bastante de unos a otros. Con este argumento, y antes de lanzarse a determinarlos como dispositivo médico, prefieren estudios que les ayuden a determinar la precisión para medir la frecuencia cardíaca y el gasto de energía en reposo y durante el ejercicio. Un trabajo reciente en «PlosOne», concluye que los «wearables» –estudiaron Apple Watch, Fitbit Charge HR, Samsung Gear S y Mio Alpha– miden con precisión la frecuencia cardíaca. Sin embargo, las estimaciones del gasto energético son pobres y tendrían implicaciones para las personas que usan estos elementos para la pérdida de peso. Sólo con investigaciones como ésta, los científicos pueden avalar la calidad y validez médica de los dispositivos, así como diseñar un protocolo desde las agencias reguladoras para su certificación.

Fuente: larazon.es

Comité editorial medicinapreventiva.info

Comité editorial de medicinapreventiva.info

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: