Un virus puede esparcirse vertiginosamente rápido en su oficina | Por: @linternista
Todos nos hemos alejado con discreción de un compañero al verlo estornudar o toser, por temor a enfermar. Sin embargo, es bastante difícil evitar los gérmenes de los colegas, incluso de aquellos con los que no interactuamos.
Una sola puerta contaminada con un virus lo esparce a cerca de la mitad de las superficies y a las manos de la mitad de los empleados de una oficina en un plazo de cuatro horas, según una investigación de la Universidad de Arizona, en Tucson.
“La mano es más rápida que el estornudo”, dice Charles Gerba, profesor de microbiología de esa institución. Los científicos llevaron a cabo sus pesquisas en un edificio de oficinas con 80 empleados. Contaminaron una puerta en la entrada del edificio con el virus Bacteriophage MS-2, que no infecta a las personas pero es similar en forma, tamaño y supervivencia a virus comunes de la gripe y el malestar estomacal.
En dos horas, el virus había contaminado la sala de descanso (la cafetera, el botón del microondas, la manija del refrigerador) y luego se extendió a baños, oficinas individuales y cubículos. Allí, descubrieron los investigadores, el virus contaminó teléfonos, escritorios y computadores. En cuatro horas, encontraron el virus en más de la mitad de las superficies tocadas habitualmente y en las manos de cerca de la mitad de los empleados.
“Fue sorprendente, porque la mayoría de estas personas no se conocían”, comenta Gerba. Los estudios actualmente son revisados para su publicación. Gerba se ha desempeñado en juntas de asesoría científica y como consultor de varias empresas, incluida esta, que fabrica marcas como Kleenex.
Luego, la gente de Arizona les dio alcohol en gel y toallitas desinfectantes a cerca de la mitad de los empleados. Tras la intervención, la detección del virus en las manos bajó 28%.
Estudios indican que el adulto promedio se lleva los dedos a la nariz, la boca o los ojos unas 16 veces por hora. En los niños de entre 2 y 5 años, esa cantidad asciende hasta 50 veces por hora.
Los investigadores calcularon que los empleados tenían una probabilidad del 30 por ciento de infectarse, indicó la microbióloga Kelly Reynolds, profesora asociada de la Universidad de Arizona, que trabajó en los estudios y se ha desempeñado como consultora, pero no para Kimberly-Clark.
Aquellos que les tienen fobia a los gérmenes no deben entrar en pánico. Que uno esté expuesto a un virus o una bacteria no significa que se enfermará. Los microbiólogos afirman que mucho depende de la cantidad de partículas a las que uno está expuesto, de si lo ha estado antes y de la susceptibilidad y el estado de salud.
“Nuestro cuerpo alberga virus todo el tiempo. La persona promedio tiene billones de especies de bacterias y decenas de especies de virus en su organismo. Se pueden hacer estudios que muestran cómo se mueven los gérmenes, pero ¿son un peligro? En general, no”, aclara Martin J. Blaser, director del Programa de Microbioma Humano del Centro Médico Langone, de la Universidad de Nueva York (NYU).
Microscópicos e impertinentes
Cada virus tiene una esperanza de vida diferente, que depende de factores como la temperatura (algunos mueren con el calor) y dónde se alojan. Por ejemplo, los microbios tienen mejores tasas de supervivencia en fibras sintéticas, como el poliéster, que en el algodón. Los patógenos se transfieren fácilmente en superficies de acero inoxidable, mientras que metales como el cobre tienen un efecto antimicrobios, anota la profesora Reynolds. Comparativamente, los microbios tienen una buena tasa de supervivencia en el plástico y la fórmica. Y cualquier cosa con ondas, como un teclado o un juguete, tenderá a recolectar suciedad.
No todos los expertos concuerdan en que el uso de alcohol en gel para las manos o de toallitas húmedas reduzca la propagación de los virus. Blaser, de NYU, no los recomienda porque matan las bacterias buenas, que protegen contra las malas. Las excepciones, señala, son los hospitales y las temporadas de gripa.
Eloise Laird, de 51 años y madre de tres hijos que vive en Dallas, cuenta que su débil sistema inmunológico la obliga a llevar consigo su propio bolígrafo y no tocar los botones de los ascensores; en cambio, usa los codos o los nudillos. Y usa una toalla de papel para abrir la puerta de los baños.
Fuentes: The Wall Street Journal Américas, El Tiempo.
Daniel Ricardo Hernández @danielricardoh
Comunicador Social