Las vacunas: Siguen siendo el método de prevención más eficaz de todos los tiempos | Por: @rigotordoc
A principios de los 60 del pasado siglo, la poliomielitis era un problema de salud importante en todo el mundo y tras la introducción de la vacuna antipoliomielítica oral se produjo un cambio radical y el número de casos cayó abrumadoramente.
Esta enfermedad afecta al sistema nervioso y daña las neuronas implicadas en el movimiento al menos en el 1% de los casos. En los tres primeros años de esa década en España se llegaron a registrar 1.770 casos anuales, en ocasiones con aparición de parálisis. Hoy muchos padres jóvenes puede que ni sospechen la amenaza que supuso esa enfermedad infecciosa. Pero quienes contamos con algo más de «memoria histórica» recordamos las secuelas que dejó en alguno de nuestros compañeros de juegos.
La vacunación actúa engañando al cuerpo, haciéndole creer que está siendo invadido, a gran escala, por un agente infeccioso de manera que el sistema inmunológico pueda fortalecer sus defensas. Durante la vacunación se introduce en el cuerpo una versión inofensiva del germen y el sistema inmunológico responde produciendo anticuerpos con los que atacar al intruso. Después, una memoria inmunitaria de esta «invasión» permanece y el sistema inmunológico puede reconocerla y neutralizarla generando rápidamente una respuesta automática ante la presencia los agentes causantes de la enfermedad, cuando aparecen nuevamente en ocasiones futuras.
Hay diferentes tipos de vacunas. Algunas, como la antipoliomielítica oral, son vacunas vivas, «atenuadas», es decir, que el virus ha sido debilitado de manera que estimula la producción de anticuerpos pero no causa la enfermedad. Otras, como la vacuna para la tos ferina de «células completas», contienen bacilos muertos o inactivados o que todavía provocan una respuesta inmune. El toxoide tetánico, la vacuna que protege del tétanos es una versión dosificada de la toxina (veneno) que causa la enfermedad. Una cuarta variedad de vacuna, como la Haemophilus influenzae tipo b (Hib), sólo contiene los componentes la bacteria o del virus que provoca una respuesta inmune.
En muchas enfermedades se requieren varias dosis de vacunas para alcanzar la inmunidad. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que la primera vacuna contra la poliomielitis se administre en el momento del nacimiento, lo mismo que la vacuna contra la tuberculosis infantil. En países en donde la transmisión de hepatitis B de madre a hijo es común, la vacunación de los bebés se debe efectuar al nacer.
La dosis restante de la vacuna de poliomielitis y la combinación de la de difteria, tétanos y tos ferina (DTP) se debe administrar por triplicado antes de que cumplan un año: a las seis semanas, a las 10 semanas y a las 14 semanas. Debido a la inmunidad heredada, la madre puede transferir la inmunidad a sus bebés durante los últimos meses del embarazo por vía transplacentaria, la vacuna contra el sarampión se les suele administrar a los nueve meses. En regiones de alto riesgo también se les vacuna a la misma edad contra la fiebre amarilla.
Cuantas más personas susceptibles se vacunen en una comunidad, menor es la probabilidad de que enfermen (incluso aquellos a los que no se ha vacunado), al existir menos receptores de agentes infecciosos. A este tipo de vacunación se la denomina vacunación «colectiva» y es especialmente eficaz con las enfermedades extremadamente contagiosas, como el sarampión, donde la vacunación del 90 al 95% de los niños de corta edad es necesaria para proteger a la comunidad. Sin embargo, esto no es efectivo en enfermedades como el tétanos, por lo que es importante que se administre una vacuna individual, en vez de practicar una vacunación de grupo.
Paradójicamente, «uno de los grandes ‘problemas’ de las vacunas es precisamente su éxito, que ha hecho posible que no convivamos hoy con enfermedades frecuentes hace dos o tres décadas», resalta el doctor Amós García, jefe de sección de Epidemiología y Prevención de la Dirección General de Salud Pública de Canarias y presidente de la Asociación Española de Vacunología.
Y ese olvido puede llevar a padres jóvenes a no dar importancia a estos reforzadores del sistema inmune, coincide Marisa Navarro, pediatra y médico adjunto de la Sección de Enfermedades Infecciosas del Hospital Gregorio Marañón: «A veces se decide no vacunar porque se ha perdido la sensación de enfermedad cuando deja de verse. Y padres, o incluso pediatras más jóvenes, que carecen de esa memoria, pueden llegar a pensar que la vacuna ya no hace falta».
El doctor García insiste: «A mí me gusta recordar que contra las enfermedades transmisibles nunca, nunca, nunca -repite para enfatizar- se puede bajar la guardia. Tenemos que seguir vacunándonos aunque ya no las vemos en nuestro medio, para evitar el riesgo de que vuelvan». Obviar ese consejo puede tener consecuencias graves, advierte la doctora Navarro: «Si dejamos de inmunizarnos frente a las enfermedades inmunoprevenibles, empiezan a aparecer brotes».
El sarampión es un ejemplo claro. Y no es inofensivo. Se cobró la última víctima mortal en España, una mujer de 40 años, en 2011 durante un brote epidémico en Sevilla. Sin embargo, el brote más comentado fue el de Granada, en 2010, por la polémica que suscitó un grupo de padres del barrio del Albaicín que se negaba a seguir el calendario de vacunación con sus hijos.
La actitud de esos padres afortunadamente no es la norma. «Numéricamente no suponen un porcentaje alto de la población pero sanitariamente cada niño, y cada adulto, sin vacunar significa una oportunidad perdida para evitar muertes y secuelas», indica María Rosa Albañil Ballesteros, coordinadora del Grupo de Patología Infecciosa de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria.
«España es un país con altas coberturas vacunales infantiles, superiores al 95% en primovacunación, lo que demuestra que la población es, en general, mayoritariamente favorable a las vacunas. No solo las aceptan sino que se interesan activamente incluso por las no incluidas en calendario y por tanto no subvencionadas», añade la doctora Albañil. Gracias a ello, esos brotes no han logrado extenderse mucho, indica el doctor García.
Aun así, insisten los tres expertos, no conviene confiarse, en especial en un mundo globalizado como el actual, en el que son frecuentes los movimientos de personas que vienen de países con escasa cobertura de vacunación, y no necesariamente de los menos desarrollados sino de nuestro propio entorno europeo, resalta el doctor García. Ese trasiego de personas permite también que los patógenos traspasen fronteras con rapidez. Hasta el punto de que muchos expertos advierten de la posibilidad de un rebrote del sarampión en Europa.
Como muestra, el brote de Berlín, en febrero pasado, debido a unas coberturas de vacunación bajas, al parecer una práctica habitual en Alemania. El balance de nuevo se saldó con una muerte. La de un niño de año y medio sin vacunar. Y es que en ocasiones este virus se «acantona en el sistema nervioso. Es muy poco frecuente pero se puede reactivar y producir una encefalitis muy difícil de tratar», explica la doctora Navarro.
Las vacunas no son sólo para niños
Los adultos jóvenes, los de mediana edad o los de edad avanzada, TODOS necesitan vacunarse para mantenerse sanos. La transición a la adultez nos lleva a un mundo nuevo con distintos niveles de responsabilidad en la vida, y una de estas responsabilidades es intentar proteger a nuestros seres queridos más que nunca.
Las vacunas específicas que usted necesita como adulto dependen de factores como la edad, estilo de vida, afecciones de alto riesgo, destinos y tipo de lugares adonde viaja y vacunas anteriores. A lo largo de la vida adulta, necesita ponerse vacunas para adquirir inmunidad y protegerse contra las siguientes enfermedades:
- Influenza estacional (gripe): En general, todas las personas mayores de 6 meses de edad se pueden beneficiar de la protección que da la vacuna contra la influenza. Se recomienda la actual vacuna de 4 cepas FluQuadri.
- Tétanos, difteria y tos ferina (pertussis): Una dosis de refuerzo para adultos hasta 64 años de edad y para los de 65 años o más que tengan contacto cercano con bebés y que no hayan recibido anteriormente la vacuna Tdap
- Herpes zóster (Culebrilla): para adultos a partir de los 50 años
- Enfermedad neumocócica: Para adultos de 65 años o más y adultos de cualquier edad con enfermedades respiratorias, asmáticos, fumadores, diabetes, cardiopatías, enfermedad renal crónica, cirrosis, cáncer, hemoglobinopatías, inmunodeficiencias congénitas o adquiridas, tratamiento inmunosupresor crónico, entre las más importantes.
- Virus del papiloma humano (VPH) (para hombres y mujeres de 26 años o menores)
Usted puede necesitar otras vacunas, como las que protegen contra la hepatitis A o B, la varicela, el sarampión, la parotiditis y la rubéola.
Práctica milenaria
Casos como estos evidencian que olvidamos cómo era vivir en un mundo sin vacunas. Algo que, afortunadamente, empezó a cambiar a punto de acabar el siglo XVIII, en 1796, cuando un médico rural de Inglaterra, Edward Jenner, tuvo la arriesgada idea de inyectar en el brazo de un niño de ocho años, James Phipps, una muestra de viruela vacuna obtenida de la mano de una granjera. Jenner había observado que quienes estaban en contacto con vacas afectadas por la variedad bovina de esta enfermedad se contagiaban de una forma benigna, que luego evitaba que contrajesen la letal viruela humana. El pequeño James, que utilizó como conejillo de indias, mostró síntomas de la infección de viruela vacuna tras la infección, pero se recuperó.
Después, Jenner le inoculó la viruela humana y, afortunadamente, no mostró ningún síntoma de enfermedad. Su audacia tal vez estuvo alentada por prácticas que se habían utilizado en la India ocho siglos antes, denominadas «variolización», que llegaron a Occidente al inicio del XVIII. El éxito cosechado con el pequeño James animó a inyectarla a más personas a las que libró de enfermar cuando esta enfermedad causaba estragos en Europa e interrumpía dinastías reales.
Irónicamente, si esta forma de lucha eficaz contra enfermedades infecciosas surgió en Inglaterra a finales del XVIII, dos siglos después, en 1998, en el umbral del XXI, otro médico inglés, Andrew Wakefield, publicó un artículo en la revista «The Lancet» que desencadenó el rechazo a la vacuna triple vírica, al asociarla, sin evidencia científica, al autismo. Los artículos de réplica no se hicieron esperar. La acusaciones contra Wakefield eran graves: había falseado e inventado datos. «The Lancet» se retractó de la publicación y Wakefield fue inhabilitado para ejercer la Medicina. Pero el daño ya estaba hecho. Desmentir un rumor es mucho más difícil que lanzarlo.
En Estados Unidos y Europa los movimientos antivacunas tomaron ese nefasto trabajo por bandera para emprender una cruzada, que aún continúa, contra esta forma de inmunización artificial. En España estos movimientos no tienen mucha significación en el conjunto de la población. Pero sí de forma local, al estar concentrados, como ocurrió en Granada, advierte la doctora Albañil.
Frente a esto, la preocupación suele ser precisamente la contraria: no disponer de vacunas. Prueba de ello es la polémica surgida con la de la varicela, retirada del sistema sanitario y de las farmacias. El ambiente electoralista parece que permitirá desbloquearla y de nuevo incluirla en el calendario de vacunación. Pero la salud no puede estar a merced de las campañas electorales.
En medio de esta crisis cada vacuna a incorporar supone una dura pelea, como ocurrió con la del neumococo, que finalmente ganó la batalla y ha de estar disponible en 2016 en todas las comunidades. «Una innovación importantísima», resalta el doctor García. Para este experto, deben ser criterios estrictamente científicos los que primen al decidir lo que se incluye en el calendario de vacunación.
Más vacunas disponibles
Afortunadamente «cada vez hay más vacunas para administrar», pero los apretados presupuestos sanitarios tienen dificultades para incorporarlas, señala la doctora Navarro. Sin embargo, no cabe ninguna duda de su beneficio a largo plazo, recuerda la doctora Albañil: «Enfermedades con alta mortalidad como la viruela, han sido erradicadas gracias a la vacuna. Y la transmisión de madres a hijos de la hepatitis B ha disminuido espectacularmente por este medio». Datos que no conviene olvidar, y que la Organización Mundial de la Salud recuerda a finales de abril, en la «Semana Mundial de la Inmunización», para fomentar el uso de las vacunas capaces proteger a las personas de cualquier edad.
La utopía de un mundo sin vacunas
No hace falta viajar en el tiempo. Resulta curioso que hoy algunos padres en España, y en mayor número en Estados Unidos y Europa, decidan no vacunar a sus hijos. Sin duda nos falla la Historia. Los padres del siglo XVIII seguro que hubieran dado cualquier cosa por un pequeño pinchazo que hubiera salvado a sus hijos.
En esa época «estaban seguros de que los niños pasarían la viruela. La duda era cuándo y la esperanza que, con un poco de suerte, sobrevivieran. En esa época la viruela alcanzaba en Europa proporciones terribles. Se cobraba unas 400.000 vidas al año y muchos supervivientes quedaban ciegos. No respetaba fronteras ni clases sociales. Incluso dejaba mella en los rostros de la realeza, «picados» también por la viruela.
Lo cuenta el pediatra Carlos González en su libro «En defensa de las vacunas». Pero no hace falta viajar en el tiempo, recuerda el doctor González con una anécdota. Durante un congreso médico alguien de los asistentes hizo un comentario en contra de las vacunas. «Yo no le di importancia, porque había aprendido a sufrirlos en silencio como una creencia que no vale la pena discutir», confiesa.
Pero una colega colombiana que había trabajado durante años en Mozambique se indignó y le dijo por lo bajo: «¡Qué rabia me dan estos europeos que no han visto nunca morir a un niño de sarampión, de difteria o de tétanos y se atreven a criticar las vacunas!». La OMS se felicita porque el número anual de muertes por sarampión ha batido mínimos históricos, y ha pasado de más de 562.000 en 2000 a «sólo» 122.000 en 2012, una reducción del 78%. La vida de muchos niños depende de una «simple» vacuna.
Fuente:
- http://www.abc.es/salud/noticias/20150424/abci-vacunas-pevencion-riesgos-201504231933.html
- http://www.unicef.org/spanish/immunization/index_how.html
- http://www.cdc.gov/spanish/especialesCDC/VacunasAdultos/
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Dr. Rigoberto J. Marcano Pasquier @rigotordoc
Medicina Interna
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