Las mujeres de mediana edad padecen más que las adolescentes de Anorexia y Bulimia | Por: @linternista
Infancias infelices y temor al rechazo de la sociedad aumentan el riesgo de padecer trastornos de alimentación cuando la mujer llega a los 40 o los 50 años de edad.
Así lo asegura un estudio dirigido por investigadores del Colegio Universitario de Londres (Reino Unido) y alerta que la mayor prevalencia de estas enfermedades tiene lugar entre las mujeres que ya han cumplido los 40 o los 50. O así sucede, cuando menos, entre la población británica.
Nadia Micali, directora de esta investigación publicada en la revista «BMC Medicine», explica que “nuestro trabajo muestra que los trastornos de la conducta alimentaria no son exclusivos de las primeras décadas de la vida y que estos trastornos, tanto crónicos como de repente aparición, son frecuentes en la mediana edad”.
Qué son estos trastornos alimenticios
Los trastornos de la conducta alimentaria son un conjunto de enfermedades mentales caracterizadas por un comportamiento patológico frente a la ingesta alimentaria y por una obsesión por el control del peso.
Entre ellos los que destacan son: la anorexia y la bulimia; y que, si bien pueden afectar a ambos sexos, son más comunes en la población femenina. Donde la influencia de los estereotipos estéticos sobre todo de la moda imperante está marcada por la delgadez excesiva, patológica.
La prevalencia de estos trastornos es cada vez mayor. Sin embargo, y contrariamente a que se cree, las principales afectadas por estos trastornos no son las adolescentes o las veinteañeras sino las mujeres en edad adulta.
¿Por qué sucede esto?
Este estudio, utilizó una muestra 5.320 mujeres británicas en su quinta o sexta década de la vida a las cuales se le realizaron entrevistas a con el objetivo de conocer sus hábitos dietéticos y detectar la posible presencia de trastornos de la conducta alimentaria, fundamentalmente anorexia nerviosa, que es, el trastorno de origen neurótico caracterizado por un rechazo sistemático de los alimentos, y bulimia nerviosa, trastorno neurótico en el que el afectado alterna episodios de ingesta compulsiva de alimentos con periodos de malestar y remordimiento en los que se provoca el vómito.
Los resultados mostraron
- Hasta un 15,3% de estas mujeres con edades comprendidas entre los 40 y los 59 años había sufrido algún trastorno de la conducta alimentaria.
- El 3,6% de las participantes había presentado algunos de estos trastornos en los últimos 12 meses. Es decir, una prevalencia superior a la observada en el grupo de mujeres adolescentes o en la segunda década de sus vidas.
Y a pesar de que la mayoría de las afectadas reconocieron ser conscientes de su situación, menos de un 30% buscó algún tipo de ayuda o recibió tratamiento para tratar de paliar el problema.
“Muchas de las mujeres que tomaron parte en nuestra investigación nos reconocieron que era la primera vez que hablaban sobre sus problemas con la comida, por lo que necesitamos saber por qué tantas mujeres no buscan ayuda”, refiere Micali.
Identificación de factores del trastorno
Los investigadores realizaron una segunda tanda de entrevistas a aquellas mujeres con un historial de trastornos de la conducta alimentaria para tratar de identificar aquellos factores que pudieran desencadenar su aparición, entre otros: una infancia desdichada, el divorcio o separación de sus padres, distintas vicisitudes de la vida, la relación con sus padres, y haber sido víctima de abusos sexuales.
Factores como, el haber tenido una infancia desdichada se asoció con un mayor riesgo de presentación de anorexia o bulimia en la mediana edad. De hecho, cada unidad adicional en la escala de ‘infelicidad infantil’ conllevó un incremento de un 4-10% en la probabilidad de padecer uno de estos trastornos.
Por su parte, tener una mayor sensibilidad interpersonal (la capacidad para sentir y responder de forma conveniente en las situaciones personales, interpersonales y sociales) también aumentó el riesgo de sufrir un trastorno de la conducta alimentaria.
Cada unidad adicional en este tipo de ‘sensibilidad’ supuso un aumento del 19% de la probabilidad de comer de manera compulsiva, y por el contrario, disfrutar de una buena relación madre-hija se asoció con una reducción del 20% de la posibilidad de desarrollar bulimia nerviosa.
“En nuestro trabajo hemos establecido factores de riesgo tempranos con diferentes trastornos de la conducta alimentaria. La anorexia, la bulimia y la ingesta de alimento ‘en atracones’ se asociaron a una infancia desdichada, mientras que la separación o divorcio de los padres pareció aumentar el riesgo de bulimia, de ingesta compulsiva y de anorexia atípica. Por su parte, el fallecimiento de un ser querido incrementó la probabilidad de recurrir a las ‘purgas’, mientras que haber sido víctima de abusos sexuales durante la infancia o el miedo al rechazo social se asocian a todos estos trastornos”, concluye Nadia Micali.
Fuente: abc.es