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Hay personas genéticamente predispuestas a sentir una mayor voracidad por la SAL | Por: @linternista

Según muestra un estudio dirigido por investigadores de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Kentucky en Lexington (EE.UU.), quizás la reducción de la ingesta de sal no resulte tan fácil para todo el mundo, dado que hay personas genéticamente predispuestas a sentir una mayor voracidad por este condimento.

En torno a 1.800 millones de personas en todo el mundo padecen hipertensión arterial, enfermedad definida por unas cifras de presión sanguínea superiores a 140/90 mmHg y que, según la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), supone la primera causa de mortalidad global. No en vano, hasta un 75% de la población con hipertensión se encuentra en riesgo de sufrir un ictus, un infarto de miocardio o de desarrollar enfermedad renal. Y llegados a este punto, ¿qué se puede hacer para evitar o, en su defecto, revertir esta hipertensión arterial? Pues sobre todo, practicar ejercicio, no fumar y no abusar del alcohol. Y asimismo, comer sano, lo que supone no abusar de la sal en las comidas.

Como explica Jennifer Smith, directora de esta investigación presentada en el marco de las Sesiones Científicas 2016 de la Asociación Americana del Corazón (AHA) que se están celebrando en Nueva Orleans (EE.UU.), «los factores genéticos que influyen sobre nuestro sentido del gusto no son necesariamente evidentes para la población, pero pueden impactar sobre nuestra salud cardiovascular al influir sobre nuestra selección de los alimentos».

Variantes amargas

Hace poco se descubrió que las personas que portan una de las dos variantes más comunes del gen ‘TAS2R38’ que aumentan la percepción del gusto amargo tienen una mayor predisposición a evitar aquellos alimentos cardiosaludables con sabor amargo, caso del brócoli y de otros vegetales de hoja verde oscura –como las espinacas y las acelgas–. Y esta potenciación del sabor amargo, ¿también influye a la hora de evitar, o preferir, otros alimentos, lo que en último término puede tener un impacto muy importante sobre nuestra salud?

Para responder a esta pregunta, los autores analizaron los hábitos dietéticos de 407 personas que, con una edad promedio de 51 años y en su gran mayoría mujeres –hasta un 73%–, tenían al menos dos factores de riesgo de enfermedad cardiovascular.

Los resultados mostraron que, comparados con aquellos que no portaban las variantes, los participantes con una o dos de las variantes del gen ‘TAS2R38’ que potencian la percepción del sabor amargo tenían prácticamente el doble –1,9 veces– de probabilidad de superar la ingesta de sodio diario recomendado –2 gramos diarios, lo que equivale a una cantidad de 5 g/día de sal.

Por el contrario, los participantes que heredaron un sentido aumentado del sabor amargo mostraron una probabilidad menor de exceder las recomendaciones sobre el consumo diario de azúcar, grasas saturadas y alcohol, que se sabe que también tienen un impacto negativo sobre la salud cardiovascular.

Como indica Jennifer Smith, «algunos estudios han sugerido que las personas que perciben el sabor amargo de una forma más intensa pueden también percibir más intensamente la sal y, así, disfrutarla más, lo que conlleva un incremento de la ingesta de sodio. Pero también hay otra teoría que dice que estas personas usan la sal para enmascarar el sabor amargo de los alimentos, razón por la que también aumentan su consumo de sodio».

Gustos pre-programados

Lejos de resultar una mera curiosidad, la información sobre la influencia genética en la percepción de los sabores podría, aun en un futuro, emplearse para ayudar a cada persona a seleccionar los alimentos más cardiosaludables en función de sus preferencias –genéticamente pre-programadas–. Un aspecto muy a tener en cuenta dado que, por ejemplo, se sabe que hasta un 90% de la población estadounidense porta una de las dos variantes del gen ‘TAS2R38’ evaluadas en el estudio.

Como concluye Jennifer Smith, «al identificar la variante genética que porta una persona podríamos ser capaces de ayudarla a mejorar su selección de los alimentos».

Fuente: abc.es

Comité editorial medicinapreventiva.info

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