La artritis reumatoide y la artrosis tienen procesos moleculares y celulares diferentes | Por: @linternista
Un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de California en San Diego (EE.UU.) publicado en la revista «Nature Communications», demuestra que, tal y como cabría esperar dado que se trata de dos enfermedades distintas, la artritis reumatoide y la artrosis tienen procesos moleculares y celulares diferentes. Pero es que hay más: de manera sorprendente, los resultados muestran que los procesos moleculares y celulares en la artritis reumatoide no son ‘universales’, sino que difieren según la articulación.
La artritis reumatoide es una enfermedad inflamatoria de carácter autoinmune caracterizada fundamentalmente por el dolor y la degeneración progresiva de las articulaciones. Por su parte, la artrosis es una enfermedad crónica causada por el desgaste del cartílago que une los huesos y las articulaciones, lo que da lugar a que los huesos friccionen y aparezca dolor, hinchazón y pérdida de movimiento en la articulación.
Es decir, la artritis y la artrosis son dos enfermedades que, mucho más comunes en personas mayores, tienen en común la afectación y dolor articular. Y, asimismo, la ausencia de una cura. De hecho, los actuales tratamientos se limitan al alivio de la inflamación y dolor de las articulaciones. Sin embargo, los fármacos, ya sean para la artritis o la artrosis, eficaces en el tratamiento de una articulación –por ejemplo, la rodilla– no lo son en el resto de articulaciones –caso de la cadera–.
Una articulación, un mundo
Por lo general, la artrosis afecta a las articulaciones encargadas de soportar el peso, caso de la rodilla. Por el contrario, la artritis reumatoide es más ‘democrática’: su distribución es más simétrica –por ejemplo, afecta a ambas manos por igual– y abarca todo el organismo, centrándose sobre todo en las articulaciones de pequeño tamaño –como muñecas y tobillos– que no soportan peso. Sin embargo, aún se desconoce por qué la artritis se ceba con algunas articulaciones según el paciente y, a la vez, ignora en gran medida al resto.
Así, el objetivo del nuevo estudio fue analizar los patrones epigenéticos –esto es, las alteraciones que, si bien no alteran la secuencia de ADN, modifican la forma en la que se expresan los genes contenidos en este ADN– de los denominados ‘sinoviocitos tipo fibroblasto’, células especializadas que recubren el interior de las articulaciones y producen el líquido sinovial para reducir la fricción.
Como explica Wei Wang, co-director de la investigación, «nuestra teoría es que los cambios en los patrones epigenéticos y la expresión génica de los sinoviocitos tipo fibroblasto pueden, cuando menos desde un punto de vista potencial, explicar las diferencias en la inflamación en el líquido sinovial que recubre las articulaciones y en la respuesta a los tratamientos».
Los resultados mostraron que la metilación del ADN –es decir, la adición de uno o varios grupos metilo a una molécula, en este caso la cadena de ADN– de los sinoviocitos tipo fibroblasto no es la misma para las rodillas y caderas afectadas por la artritis reumatoide.
Como indica Gary S. Firestein, co-autor del estudio, «los resultados muestran que las marcas epigenéticas varían de articulación a articulación. Y lo que es más importante, estas diferencias implican a algunas vías y genes que deberían ser inhibidos por los nuevos tratamientos para la artritis, lo que explicaría por qué hay articulaciones que mejoran y otras no cuando son tratadas con el mismo fármaco».
¿Un antiartrítico ‘universal’?
En definitiva, el estudio revela la razón por la que los fármacos para la artritis reumatoide solo son eficaces a la hora de tratar algunas articulaciones, que no todas. Por tanto, debe esperarse que los nuevos fármacos antiartríticos del futuro tengan un carácter más ‘universal’.
Como concluye Gary Firestein, «nuestro estudio abre la puerta al desarrollo de una medicina de precisión que nos permita tratar todas las articulaciones, y no solo un subconjunto específico. Y asimismo, también tiene importantes implicaciones para la forma en que debemos evaluar los nuevos fármacos».
Fuente: abc.es