Superalimentos, aunque están de moda los soporta un escaso aval científico | Por: @linternista
No es de extrañar que hayan irrumpido con fuerza los denominados superalimentos o «superfoods» o, lo que es lo mismo, espirulina, semillas de lino, bayas de Goji o chía, entre otros. Algunos los definen como un grupo de alimentos que tienen un valor nutricional muy denso. Esto se traduce en que nos aportan una considerable concentración de micronutrientes y otros elementos como vitaminas, minerales, antioxidantes, aminoácidos, ácidos grasos esenciales, enzimas activos, fitonutrientes, fibra… entre otros, a la vez que aportan pocas calorías.
Para proteger la súper calidad de sus nutrientes, los ‘‘superfoods’’ deben ser orgánicos y crudos y, en algunas ocasiones, estarán mínimamente procesados como, por ejemplo, el cacao.
Luces y sombras
Pero, ¿qué hay de cierto en todo esto? La opinión de los expertos se divide. Para Inmaculada Canterla, especialista en Nutrición y Dietética y miembro de la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad (Semal), «para poder catalogar un alimento como superalimento, primero hay que tener claro qué es, definición que no está clara ni pone de acuerdo a todo el mundo.
Lo que sí está claro es que existen determinados alimentos con propiedades funcionales definidas, estudiadas y avaladas científicamente, y con elevados contenidos en una o varias sustancias de muy alta calidad funcional. Además, deben ser consumidos crudos o con una muy leve transformación para evitar la degradación de dichas propiedades funcionales».
Gran parte de los «superfoods», que se comercializan como tales en los supermercados y tiendas de dietética provienen de partes remotas del planeta Tierra, muchas de ellas vírgenes y aún libres de contaminación. Esta es una de las razones por las que estos alimentos siguen siendo tan ricos en minerales y otros micronutrientes, a la vez que están limpios de toxinas.
Desde el Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), sostienen que «a los alimentos que contienen estas sustancias en cantidad significativa se les ha denominado superalimentos y se les atribuyen efectos beneficiosos, como aumento de la capacidad antioxidante, efectos sobre la tensión arterial, sobre el metabolismo óseo, como antiinflamatorios e, incluso, sobre la modulación de la expresión de determinados genes.
No obstante, siempre hemos de tener en cuenta que es falso que: “si un alimento es bueno, cuanto más mejor”, como tristemente se ha podido comprobar en el caso de los suplementos ricos en antioxidantes. Por otro lado, muchos de los efectos beneficiosos de estas sustancias se han establecido utilizando cantidades elevadas o en condiciones no habituales de consumo. Hay que tener en cuenta que la cantidad de sustancia potencialmente beneficiosa puede variar con el proceso de cultivo, de recolección, de transporte, de conservación o la forma de cocinado».
Los profesionales insisten en que un alimento por sí solo no hace «milagros» y que lo que tiene efectos sobre la salud es el conjunto de una dieta equilibrada y variada. En este sentido, el doctor Pedro L. Prieto-Hontoria, director de Investigación y Publicaciones de la Universidad SEK-Chile, advierte de que «no podemos negar que determinados alimentos tienen una composición nutricional muy interesante, pero algunas de las propiedades saludables-terapéuticas en muchos casos no están basadas en la evidencia científica y, en otros casos, los efectos sí están demostrados en ciertos modelos experimentales, pero también pueden ser dosis farmacológicas más que dietarias».
Pese a la enorme lista de superalimentos, muchos de sus supuestos efectos son más un reclamo publicitario que una realidad. «Algunos de ellos pueden aportarnos ácidos grasos poliinsaturados como los omega-3, vitaminas, antioxidantes y proteína vegetal con un perfil de aminoácidos esenciales muy interesante para completar nuestra dieta, pero no podemos basarnos en un único alimento.
También tenemos que tener muy presente que alguno de estos alimentos su ración de consumo es muy pequeña, incluso lo usamos como condimento por lo que el valor nutricional del alimento puede ser menor de lo esperado», aclara Prieto-Hontoria. El hecho de que estos alimentos hayan creado tendencia se explica, según la SEEN, porque se ha utilizado «en ocasiones hábilmente por la industria alimentaria, quizás por lo atractivo de la idea de que un alimento pueda tener un efecto beneficioso por sí mismo y pudiera contribuir de una manera fácil a prevenir o tratar enfermedades».
Efectos
En la variedad de la dieta está el éxito, con independencia de centrarlo todo en un único producto. Así lo corroboran desde la SEEN: «Una dieta variada, rica en frutas y verduras diferentes, que aportan distintos nutrientes, se asocia con un menor riesgo de cáncer y enfermedad cardiovascular. El aceite de oliva, el vino con moderación, los pescados, cereales y legumbres tienen un claro efecto beneficioso y constituyen la base de la dieta mediterránea.
Las personas que la siguen presentan una menor mortalidad, menor riesgo de estas enfermedades e, incluso, un menor riesgo de enfermedad de Alzheimer. Esta forma de comer es una verdadera superdiet, un concepto más acertado para cuidar nuestra salud que el de un denominado “superalimento” en concreto».
Dentro de esa lista de superalimentos, Prieto-Hontoria, quien añade que «en el caso del cacao y la chía ya existe una mayor evidencia científica, especialmente con el cacao por sus propiedades cardiosaludables e antihipertensivas. Otros muy interesantes serían la quinoa, el teff o los granos germinados. Sin embargo, es arriesgado decir que un alimento por sí solo es anticancerígeno, una propiedad que se atribuyen la mayoría de los superalimentos».
Fuente: larazon.es