El déficit en el receptor de dopamina y no el exceso de peso es la causa de que las personas obesas no hagan ejercicio | Por: @linternista
Seguir una dieta supone una gran fuerza de voluntad. Y hacer ejercicio, aún más. Tal es así que el propósito de ir al gimnasio se consume al cabo de unas semanas, cuando no de unos días. Y no se trata tanto porque, como muestra un estudio llevado a cabo por investigadores del Instituto Nacional de la Diabetes y las Enfermedades Digestivas y Renales de Estados Unidos (NIDDK), al tener más peso nos sintamos menos ‘móviles’ y atléticos, por lo que el ejercicio nos cuesta más. Es que el exceso de peso se asocia con una alteración de los receptores de dopamina, lo que provoca que nos desmotivemos y seamos físicamente menos activos.
Como explica Alexxai V. Kravitz, director de esta investigación publicada en la revista «Cell Metabolism», «es bien conocido que la actividad física se asocia a una buena salud general, pero se sabe muy poco sobre la razón por la que las personas o los animales con obesidad son menos activos. Hay una creencia general de que los animales obesos no se mueven demasiado porque el portar un exceso de peso corporal supone una incapacitación física. Pero nuestros resultados sugieren que esto no explica toda la historia».
Ratones desmotivados
El director del nuevo estudio ha dedicado la mayor parte de su carrera profesional a la investigación de la enfermedad de Parkinson. Y asimismo, si bien desde hace solo unos años, al estudio de la obesidad. Y como consecuencia de sus trabajos, ha podido detectar que los modelos animales –ratones– con párkinson o con obesidad se comportan de una manera similar. Es decir, ¿podría ser que la razón para que los animales obesos sean inactivos se deba a una disfunción en sus sistemas dopaminérgicos?
Como indica Alexxai Kravitz, «distintas investigaciones han asociado los defectos en la vía de la señalización de la dopamina con la obesidad, pero la mayoría se han centrado en el mecanismo de recompensa, es decir, en cómo se sienten los animales cuando consumen diferentes tipos de comida. Pero en nuestro nuevo trabajo hemos partido de una posibilidad más simple: la dopamina es crítica para el movimiento, y la obesidad está asociada con una falta de movimiento. Entonces, ¿pueden los problemas en la señalización de la dopamina explicar por sí solos la inactividad?».
Para evaluar esta nueva hipótesis, los autores utilizaron modelos animales –ratones– a los que alimentaron con una dieta estándar o con una dieta rica en grasas a lo largo de 18 semanas. Transcurrido poco más de una semana, los animales ‘cebados’ con la dieta hipercalórica ya tenían un peso corporal muy superior al de sus homónimos con una alimentación normal. Y al cabo de cuatro semanas, los ratones sobrealimentados redujeron su actividad física de una forma muy notable y, de moverse, lo hacían de forma muy lenta. En consecuencia, es fácil suponer que la ganancia de peso se acompañó de una disminución de la movilidad. El problema es que, como muestran los resultados y no sin cierta sorpresa, la reducción de la movilidad tuvo lugar antes de que los ratones ganaran la mayor parte del peso, lo que sugiere que «el exceso de peso –apuntan los investigadores– no fue responsable para la disminución del movimiento».
Finalmente, los autores analizaron seis componentes distintos de la vía de señalización de la dopamina. Y lo que vieron es que los ratones obesos e ‘inactivos’ presentaban un déficit del receptor D2 de la dopamina.
Como refiere Danielle Friend, co-autora de la investigación, «es probable que también haya factores implicados, pero el déficit en el receptor D2 es suficiente para explicar la falta de movilidad».
‘Causa y efecto’
Y esta deficiencia en los receptores de la dopamina, ¿está directamente asociada a la ganancia de peso? Pues para averiguarlo, los investigadores utilizaron un modelo animal –ratones– genéticamente manipulado para presentar el mismo defecto en el receptor D2 de la dopamina y al que, una vez más, cebaron con una dieta rica en grasas. Y lo que observaron es que, a pesar de su falta de actividad física, los animales no engordaron de una manera más acusada a pesar de esta sobrealimentación, lo que sugiere que la ganancia de peso tuvo lugar una vez los ratones se movían cada vez menos.
Como concluye Alexxai Kravitz, «en muchas ocasiones se invoca a la fuerza de voluntad como una vía para modificar el comportamiento. Pero si no entendemos las bases físicas subyacentes para dicho comportamiento, es difícil asegurar que esta fuera de voluntad podrá por sí sola resolver el problema. Si podemos descifrar las causas fisiológicas que explican por qué la gente con obesidad es menos activa, también podríamos reducir parte del estigma que deben afrontar».
Fuente: abc.es