La exposición a altos niveles de contaminación ambiental eleva un 20% el riesgo de sufrir un ictus aterotrombótico | Por: @linternista
Según un reciente trabajo publicado en la revista científica Enviromental Research, la contaminación atmosférica que produce principalmente la combustión de motores diésel está relacionada con un mayor riesgo de desarrollar un tipo de ictus. El Instituto Hospital del Mar de Investigaciones Médicas (IMIM) y el Instituto de Salud Global Barcelona (ISGlobal) han constatado que la exposición a altas concentraciones de carbón negro (hollín) eleva un 20% el riesgo de sufrir un ictus aterotrombótico.
Además de aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares y determinados tumores, de generar déficit de atención en la escuela y alteraciones en el desarrollo cerebral de los niños, o incluso incrementar la mortalidad entre los propios fumadores. Los científicos ya conocían que la contaminación atmosférica elevaba la mortalidad por ictus a largo plazo y que los altos niveles de carbón negro —más conocido como hollín— en la atmósfera influía en las muertes por dolencias cardiovasculares.
La novedad de esta investigación, explica el doctor Jaume Roquer, jefe del servicio de Neurología del Hospital del Mar y responsable de estudio, es que, por primera vez, se ha demostrado que la exposición a concentraciones elevadas de hollín precipita a corto plazo el desarrollo de un ictus. «Relacionamos el contaminante del carbón negro, provocado especialmente por la combustión de motores diésel, con un efecto claro en el desarrollo del ictus aterotrombótico, que supone el 30% de los ictus isquémicos que se producen», apunta Roquer. Este tipo de evento se produce cuando se desprende una placa de ateroma —formada por colesterol, calcio y otras sustancias que se pegan a las arterias— y obstruye el vaso sanguíneo.
Los investigadores analizaron la potencial influencia de dos elementos contaminantes, las partículas finas (PM 2.5) y el carbón negro. El estudio analizó los casos de 2.742 pacientes ingresados en los últimos años (2005-2014) en el hospital del Mar con un ictus. Solo excluyeron del estudio a los enfermos que no disponían de fecha de inicio de la sintomatología clínica del evento cerebrovascular y a aquellos que vivían fuera del área de referencia del hospital. «Teníamos los datos de los pacientes, a qué hora habían iniciado los prumeros síntomas, cúando entraron en urgencias… Y los relacionamos con los datos de altas concentraciones de contaminantes en la zona», señala el neurólogo.
Los niveles de calidad del aire los midieron, a partir de las directrices que marcan los organismos europeos, con los datos aportados por una estación en Barcelona y herramientas de geolocalización para ubicar a los pacientes. Según los investigadores, Barcelona y la zona del hospital del Mar tienen los mismos niveles de contaminación que Londres. En el período estudiado, los niveles de partículas PM 2.5 fueron de 17,5 microgramos por metro cúbico —las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS) establece la recomendación por debajo de 25 microgramos por metro cúbico de media en el día y 10 de media anual—. Los niveles de hollín eran de 1,4 microgramos por metro cúbico, aunque en este caso, no hay ningún límite recomendado.
«No encontramos relación entre los niveles de PM 2.5 y los casos de ictus, pero descubrimos que cuando había un aumento de contaminación por carbón negro, aumentaba el 20% el riesgo de sufrir un ictus aterotrombótico en las próximas 24 y 72 horas», manifiesta el médico. Las partículas de hollín entran al organismo a través de la respiración y, pese a ser de un tamaño ínfimo, son capaces de «generar reacciones inflamatorias que facilitan reacción trombótica, aumentar el estrés oxidativo, producir una vasoconstricción de las arterias que puede degenerar en una hipertensión, y alterar el ritmo cardíaco», enumera Roquer. Sin embargo, agrega el médico, la exposición a estos contaminantes no producen, per se, el ictus, sino que precipitan su aparición en pacientes con factores de riesgo. «La contaminación desencadena el ictus, pero no lo provoca. Los afectados ya tienen factores de riesgo y arteroesclerosis de base. El exceso de polución lo que hace es precipitar el ictus», agrega.
Los resultados de la investigación, explican los artífices del estudio, vuelven a poner sobre la mesa la necesidad de concienciar de los riesgos de la contaminación y regular, en concreto, los niveles recomendados de concentración de hollín en el aire. «Los médicos tenemos que ser más proactivos e incluir la contaminación como un factor de riesgo asociado más, como la diabetes o el tabaquismo», advierte Roquer.
Fuente: elpais.com