El riesgo de sufrir un infarto miocárdico es hasta seis veces mayor durante la primera semana de una «gripe» | Por: @linternista
Un estudio llevado a cabo por investigadores del Instituto de Ciencias Clínicas Evaluativas en Toronto (Canadá) alerta de que el riesgo de sufrir un infarto agudo de miocardio es hasta seis veces mayor durante la primera semana del diagnóstico de influenza o gripe. Según esto, más allá de dejarnos ‘tirados’ en la cama con unos síntomas muy ‘molestos’ durante una o dos semanas, puede resultarnos letal.
Como explica Jeff Kwong, director de esta investigación publicada en la revista «The New England Journal of Medicine», «nuestros resultados son significativos porque la existencia de esta asociación entre la gripe y los infartos agudos de miocardio refuerzan la importancia de la vacunación».
Las personas mayores, los pacientes con enfermedades crónicas –independientemente de su edad– y las mujeres embarazadas deben, tal y como insisten una y otra vez las autoridades sanitarias, vacunarse contra la gripe. Todos los años, dado que el virus de la gripe tiene una gran capacidad de mutación y, por tanto, ‘cambia’ y requiere una vacuna ‘nueva’ y específica para cada cepa estacional. Y es que de no ser así, estos mayores, pacientes crónicos y gestantes tienen, dada su mayor susceptibilidad, un gran riesgo de contraer la infección. Y lo que es más importante aún, de padecer sus complicaciones asociadas.
Hay que vacunarse
La gripe estacional causa cada año cerca de medio millón de muertes en todo el mundo y entre 2.000 y 3.000 decesos en nuestro país. Unas cifras que, como inciden los médicos y las autoridades sanitarias, podrían reducirse hasta la mitad en caso de que las personas en riesgo de sufrir complicaciones o de transmitir la infección a la población de riesgo –fundamentalmente los médicos y demás personal sanitario– se vacunaran frente al virus. Lo cual no siempre sucede.
Por ejemplo, del total de 8.545.266 personas en España que, con una edad igual o superior a los 65 años, tenían que haberse vacunado en la campaña 2016-2017, solo 4.743.336 lo acabaron haciendo. O lo que es lo mismo, el pasado año solo un 55,5% de los mayores en España se vacunó frente a la gripe. Un porcentaje, además, que se encuentra muy lejos del 65,7% alcanzado en la campaña 2009-2010 –el más alto de la última década, aunque tampoco es como para tirar cohetes.
En el estudio, los autores analizaron los historiales médicos de cerca de 20.000 adultos de la provincia canadiense de Ontario que contrajeron la gripe entre los años 2009 y 2014. Unos pacientes en los que se había confirmado la presencia del virus mediante pruebas de laboratorio y que en hasta 332 casos tuvieron que ser hospitalizados por un ataque al corazón durante los 12 meses posteriores al diagnóstico de la gripe.
Los resultados del análisis estadístico revelaron la existencia de una fuerte asociación entre las enfermedades respiratorias, muy especialmente la gripe, y el infarto agudo de miocardio. De hecho, la infección por el virus de la gripe multiplica por seis veces la probabilidad de padecer un ataque al corazón en la primera semana tras la infección.
Y este mayor riesgo de infarto tras contraer la gripe, ¿es igual para toda la población? Pues no. Como muestran los resultados, el riesgo es superior en las personas mayores y en la población que no ha sufrido ningún ataque al corazón. Y asimismo, en las personas con han contraído la infección por el virus de la gripe B.
En este contexto, cabe recordar, en primer lugar, que hay tres tipos de gripe estacional: A, que suele ser la predominante; B, menos común; y C, que al contrario que sus ‘hermanas’ se acompaña de una sintomatología muy leve y no causa brotes ni epidemias, detectándose únicamente en algunos casos aislados.
La vacuna se diseña a partir de las cepas que circularon la temporada anterior y suele tener una efectividad que oscila entre el 40% y el 60% pero, este año, en lo que va de curso gripal —arranca en octubre y se prolonga hasta abril— apenas llega al 25% de eficacia.
La tradicional vacuna de la gripe se diseña cada año a partir de tres cepas del virus. Al administrarse la vacuna con los virus, el sistema inmunitario genera anticuerpos que protegen contra esos microorganismos incluidos en el preparado biológico.
Y en segundo lugar, que la presente epidemia de gripe está caracterizada por el predominio del virus B –81% de los casos detectados en diciembre, correspondiendo el 19% restante al tipo A–, que según el nuevo estudio aumenta en mayor medida el riesgo de infarto.
Lavarse las manos
La evitación de los síntomas, transitorios pero devastadores, de la gripe y del mayor riesgo de enfermedades respiratorias potencialmente mortales asociado a la infección debería ser razón más que suficiente para vacunarse frente al virus. Pero para aquellas personas en alto riesgo que aún se muestran remisas a recibir un simple pinchazo, las conclusiones del nuevo estudio son abrumadoras.
Como indica Jeff Kwong, «nuestros hallazgos, combinados con las evidencias previas que ya mostraban que la vacunación frente a la gripe reduce los episodios cardiovasculares y la mortalidad, refuerzan las recomendaciones de las guías internacionales de práctica clínica que abogan por la inmunización frente a la gripe en todas las personas en riesgo de sufrir un infarto».
En definitiva, hay que vacunarse frente a la gripe, sobre todo si ya se tiene una salud cardiovascular mermada. Y asimismo, deben intensificarse las medidas de higiene para evitar la infección, caso de lavarse las manos con frecuencia.
Como concluyen los autores, «la población en riesgo de enfermedad cardiovascular debería tomar precauciones para prevenir las infecciones respiratorias, y especialmente la gripe, a través de medidas como la vacunación y el lavado de manos. Además, los pacientes no deberían demorar las evaluaciones médicas para los síntomas cardiacos, sobre todo durante la primera semana de infección respiratoria aguda».
Fuente: abc.es/salud
Referencia: Kwong, Jeffrey C.et al. Acute Myocardial Infarction after Laboratory-Confirmed Influenza Infection. N Engl J Med 2018; 378:345-353.