¿Conseguirán una pastilla que sustituya al ejercicio físico para mejorar la salud cardiovascular? | Por: @linternista
Los científicos están desarrollando una píldora del ejercicio. ¿Llegaremos a poder elegir entre 10 series de abdominales y una pastilla con los mismos efectos? 10 kilómetros corriendo, una clase de spinning… o 500 miligramos de «ejercitolina». Se trata de conseguir los mismos efectos que tiene el deporte en el cuerpo, pero sin sudar. Es más: sin levantarse del sofá. Ya están los tumbadictos dando saltos, perdón, bostezos de alegría.
Uno de los fármacos más desarrollados para este fin es el GW501516 (conocido popularmente como la píldora 516), en la que el científico Ron Evans, del Instituto de Estudios Biológicos Salk, en San Diego (California), lleva trabajando desde 2007. La pastilla, como se publicó en la revista Cell en 2008, replica los efectos del ejercicio en un gen en particular, el PPAR-delta, «que desencadena la misma reacción bioquímica que ocurre cuando alguien corre un maratón«.
Tras un tiempo metido en un cajón, debido a que los ratones en los que se probó desarrollaron muchos tumores, el 516 vuelve al laboratorio, con Evans a la cabeza, en una versión menos potente, «y esperamos que menos tóxica», confió el propio investigador a la revista The New Yorker, en un amplio reportaje el pasado noviembre.
Qué pasa en los músculos de un hombre sano
Otro de los estudios en este campo fue el desarrollado por los equipos de investigación de las universidades de Sidney y de Copenhague, cuyos resultados se publicaron en Cell Metabolism en 2015. Se examinó el músculo esquelético de cuatro hombres sanos a los que se les practicó una biopsia muscular antes del ejercicio (10 minutos de bicicleta estática) y después. El análisis dio como resultado que el entrenamiento producía más de 1.000 cambios moleculares en los músculos esqueléticos, provocando sus conocidos beneficios.
«¿Y si hiciéramos una pastilla que desencadenara esas alteraciones moleculares?», plantearon los investigadores. Sería como tragarse con la ayuda de un vaso de agua una clase de zumba en solo medio segundo.
En el Instituto Salk, cuenta el reportaje de The New Yorker sobre el 516, hay dos ratones de laboratorio en una rueda de ejercicio, Couch Potato y Lance Armstrong. Ambos siguen «una dieta pobre» y viven en las mismas condiciones, pero el segundo, tras semanas de tratamiento, «ha aumentado su resistencia al ejercicio físico en un 75%».
Es decir, la píldora no solo emula los efectos de la actividad deportiva, sino que también nos hace más fuertes en caso de seguir practicándola. Esto explica que la Agencia Mundial Antidopaje la haya prohibido en las competiciones, ya que, pese a no contar con aprobación clínica, existe un mercado negro en el que no es difícil conseguirla.
Descifrando la reacción molecular
Andreu Palou, catedrático y director del Laboratorio de Biología Molecular, Nutrición y Biotecnología de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), detalla: «El ejercicio produce una serie de efectos en diferentes tejidos y órganos; en particular, en el músculo». Estos tejidos reaccionan produciendo unas moléculas o modificando otras existentes, que ejercen su acción, bien en el mismo tejido, bien en sitios del organismo más o menos distantes, añade.
Palau planteó una hipótesis: «Si llegamos a conocer la mayoría de las moléculas que se producen o se dejan de producir en cada tejido u órgano en respuesta a un determinado tipo de ejercicio, podemos pensar en intervenir administrándolos apropiadamente».
El problema es que aún no se conoce del todo cómo el ejercicio modifica la actividad biológica del organismo. «La investigación de la fisiología del ejercicio es relativamente reciente y continuamente se descubren nuevos datos y efectos. La actividad física pone en marcha un conjunto de sistemas complejos en el que tienen que ver desde las hormonas hasta el sistema nervioso, de modo que también es complicado de estudiar», anota Francisco Manuel Vega, profesor de Biología Celular en la Universidad de Sevilla.
No es un invento para vagos
«El ejercicio es la terapia más potente para muchas enfermedades: diabetes tipo 2, problemas cardiovasculares y trastornos neurológicos», afirma el profesor David James, uno de los autores de la investigación de Cell Metabolism. «Sin embargo, para muchas personas no es viable. De ahí que buscar un fármaco que imite sus beneficios es algo más que un capricho». Afectados por distrofia muscular, Parkinson o enfermedad de Huntington serían los destinatarios.
«Durante mucho tiempo los científicos hemos sospechado que el ejercicio produce una complicada serie de intercambios en los músculos humanos, pero esta es la primera vez que hemos podido trazar exactamente lo que sucede en algún caso concreto«, celebró en un comunicado Nolan Hoffman, otro de los autores e investigador asociado en la Escuela de Biociencia Molecular de la Universidad de Sydney.
Ni tan fácil ni tan rápido: hay que esperar
El catedrático Palou matiza que es solo una posibilidad teórica: «El sistema es tan complejo que se hace difícil pensar en un tratamiento farmacológico que desencadene una respuesta equilibrada como la que produce el ejercicio físico. Pero lo cierto es que ya conocemos algunas moléculas coordinadoras que actúan como centros de control, influyendo sobre la producción de muchas señales».
Más escéptico se muestra Ángel Durántez, especialista en Medicina de la Educación Física y el Deporte y director de la clínica antiedad Neolife: «Ni a corto ni a largo plazo una pastilla sustituirá el ejercicio en todas sus versiones, y para hacerlo en parte, ya hay otras: fármacos para todo lo que el déficit de ejercicio produce. Tenemos que pensar en evitar el sedentarismo, básicamente porque el ser humano no está programado para estar quieto, moverse es lo normal. Solo así esquivaremos las enfermedades propias de la vejez».
De similar opinión es Ángel Merchán, director de la empresa de entrenamiento personal Home Wellness: «No creo que con química se puedan reproducir la mayor parte de las adaptaciones que genera el ejercicio físico en el organismo. Otra cosa es que estas investigaciones sirvan para identificar cómo impacta su práctica sobre el comportamiento de las células musculares, y esto nos permita aprender a regular el entrenamiento de forma mucho más precisa».
El experto cree que probablemente con el tiempo se podrán reproducir determinados efectos del ejercicio de tipo hormonal de forma controlada, «pero en ningún caso se sustituirán las adaptaciones provocadas por las cargas en entrenamiento, tanto de fuerza como de coordinación muscular».
Beneficios sí, pero olvídese de los milagros
Hoffman defiende el potencial de su criatura, y aunque admite que no será una píldora milagrosa («por ejemplo, no liberará las mismas endorfinas que una carrera»), sí contribuirá al fortalecimiento de los músculos o la bajada del colesterol, opina. «No será un medicamento para los que tienen aversión al simple hecho de caminar, sino para los que no pueden hacerlo, enfermos crónicos, con lesiones medulares o cualquier patología que imposibilite llegar a una cinta de correr», insiste.
El catedrático Andreu Palou añade: «No hay que descartar la posibilidad de que este tipo de fármaco prospere. De hecho, ya existe un antidiabético (la metformina) que actúa, entre otros órganos, en el músculo esquelético sobre una de las proteínas (AMPK). Pero a medio plazo habrá que conformarse con eso: encapsular beneficios muy concretos». Mientras llega, solo nos queda esperar… sobre una bicicleta estática.
Este artículo es una versión actualizada del reportaje de Mayte Martínez «¿Una pastilla que sustituye al gimnasio? Cada vez más cerca», publicado en 2015 en la web de BuenaVida.
Fuente: elpais.com/elpais/buenavida.html