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Conozca más sobre el «hambre emocional» | Por @linternista

La ansiedad es la emoción que más veces nos lleva a comer, y a veces alegamos que “lo que me sucede es que soy muy ansiosa, yo como por ansiedad… no puedo parar… ya no sé más qué hacer”, esta es una de las explicaciones que más se pueden escuchar en la consulta médica.

La ansiedad se podría definir como un estado de alerta y una respuesta inapropiada a un estímulo dado, con una intensidad o duración exagerada, que altera a la persona y la daña. Cuando la persona no tiene estrategias para afrontar de forma positiva la ansiedad, este estado se cronifica, y se crea un círculo vicioso, generando desequilibrios emocionales.

Tanto los trastornos de ansiedad como la depresión constituyen los principales padecimientos en orden de prevalencia en salud mental. La suma de ambas dolencias afectan a alrededor del 45 % de la población, y cada vez son más las personas que comen cuando se sienten ansiosas, angustiadas o deprimidas.

La comida se ha convertido en el apoyo que nos ayuda a transitar momentos difíciles e incómodos. Si tenemos en nuestro interior una sensación de vacío, intentamos llenarlo, y la comida es una forma fácil de hacerlo.

El hecho cierto es que la comer nos distrae y produce una sensación de bienestar breve y fugaz, un efecto pasajero: luego de un rato volvemos a sentirnos como antes.

Usar la comida como calmante puede convertirse en una adicción muy difícil de superar, incluso cuando nos damos cuenta que nos hemos hecho adictos a ella, a menos que contemos con la ayuda necesaria y una fuerte voluntad para resolver el problema.

Aunque la adicción a la comida no está incluida en el manual de psiquiatría DSM V (en inglés, Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders), cada vez más investigadores a nivel mundial vienen encontrando que SÍ se trata de una adicción, lo cual representa un debate actual muy complejo, con muchos intereses poderosos en juego. Por nombrar sólo uno: ¿qué sucedería con las ventas de la industria alimentaria si el DSM VI estableciera que ciertos alimentos hiperdelicioso son adictivos? Tan sólo pensarlo.

Algunos estudios previos

En los años 80 se realizó un estudio pionero sobre el comer y la ansiedad y en el se mostró que cuando las personas reconocen cuál es la causa que les genera ansiedad, posiblemente no les dé ganas de comer. Por ejemplo, si la persona está ansiosa porque tiene que ir a una entrevista de trabajo, fácilmente puede identificar la causa de su ansiedad y posiblemente no necesite comer.

En cambio, ese mismo estudio realizado en un grupo de estudiantes universitarios, demostró que la ansiedad les provocaba ganas de comer cuando la misma era difusa e infundada. Es decir si la persona se siente insegura y no puede identificar la causa de su ansiedad, es más probable que coma.

Cuando uno conoce la causa de su ansiedad no necesita comer. La principal sugerencia para empezar a reconocer nuestro estado de ansiedad es detenernos.

La práctica de mindfulness podría resumirse con la sigla SODA: “si observás, desactivas el automatismo.” Una vez que se ha dirigido la atención a nuestra experiencia en el presente, nos permitimos hacernos conscientes de los procesos mentales que están en marcha, teniendo la oportunidad de flexibilizar (autorregular) la respuesta, desconectando, por decirlo así, la automaticidad que, en ausencia de esta intervención consciente, se hubiera producido.

Para profundizar este camino de la práctica de la atención (mindfulness), compartimos aquí la «Respiración en tres minutos». Esta breve práctica costa de 3 partes:

  • Durante el primer minuto tomamos conciencia de nuestra experiencia interior: nuestros pensamientos, emociones y sensaciones corporales. Nos permitimos reconocer cada uno de estos aspectos, sólo los observamos sin identificarnos con ninguno de ellos. Sería algo así como, por ejemplo, decirse a uno mismo: “me doy cuenta que estoy transitando un estado de ansiedad, pero puedo reconocer que NO soy la ansiedad, y la acepto sin reaccionar”.
  • En el segundo minuto focalizamos toda nuestra atención en la respiración para desactivar el impulso de la emoción. Me propongo conectar durante este minuto sólo con la experiencia de la respiración.
  • En el tercer minuto volvemos a expandir nuestro campo de conciencia, para luego proceder y actuar de la manera que decidamos hacerlo.

La práctica de la respiración en 3 minutos es una práctica de autocuidado y es una buena manera de empezar a la manera de desarmar el piloto automático para volver a conectarnos con el momento presente, haciéndonos cargo de lo que elegimos y decidimos hacer. Las opciones podrían ser: comer de todos modos, comer despacio y de forma moderada, o elegir otra actividad que no sea comer.

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Fuente: Clarín.

Daniel Ricardo Hernández

Comunicador Social

Comité editorial medicinapreventiva.info

Comité editorial de medicinapreventiva.info

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