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Un gen es el responsable de la grasa abdominal: pera o manzana | Por: @linternista

Puede que un gen tenga la última palabra sobre cómo se distribuye la grasa en nuestro cuerpo y, no solo de su forma sino de cómo aumenta o disminuye nuestro riesgo de enfermedad cardiovascular o diabetes.

Un gen, más conocido como Plexin D1, parece controlar en qué partes del cuerpo se acumula la grasa y cómo se forman las células de grasa. Es decir, si tenemos cuerpo de ‘pera’ o ‘manzana’.

Los cauchitos

Actualmente es sabido que las personas que acumulan la grasa alrededor de la barriga son más propensas a desarrollar diabetes y enfermedades del corazón que aquellas que tienen la ‘suerte’ de que ésta se concentre en las caderas y en los muslos.

El diámetro de la cintura o los michelines en forma de flotador son un indicador más para medir el riesgo de sufrir un infarto o de padecer diabetes tipo 2, incluso en las personas que han logrado adelgazar. Pero lo que no había quedado claro hasta ahora era por qué la grasa se acumula en diferentes lugares para producir estas formas clásicas de ‘pera’ o ‘manzana’. Y parece que la culpa, al menos en gran parte, la tiene el gen Plexin D1.

Un estudio a partir de una investigación previa que analizó las proporciones de cintura a cadera de 224.000 personas, y que fue publicado en la revista PNAS, trabajó con el modelo de pez cebra y ha visto que aquellos animales que no tenían dicho gen presentaban menos grasa abdominal o visceral, la que causa aumento de la grasa abdominal. Además, también han demostrado que estos animales mutantes estaban protegidos frente a la resistencia a la insulina, un precursor de la diabetes, incluso después de comer una dieta alta en grasas.

Tratamiento en puertas

El trabajo es importante porque identifica un nuevo mecanismo molecular que determina «cómo se almacena la grasa en el cuerpo y cómo afecta a la salud metabólica», explica el investigador John Rawls, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Duke (EE.UU.). Y añade: «en el futuro, los componentes de esa vía podrían convertirse en potenciales dianas para tratar la acumulación de grasa visceral».

A diferencia de la grasa subcutánea que se encuentra debajo de la piel de las caderas, los muslos y el trasero de los individuos en forma de ‘pera’, la visceral es más dañina porque se encuentra encajada en órganos vitales como el corazón, el hígado, los intestinos y los pulmones. A partir de ahí, el tejido emite hormonas y otras sustancias químicas que causan inflamación, provocando enfermedades metabólicas como la hipertensión, infarto, ictus o diabetes.

Sin embargo, a pesar de las graves implicaciones sobre la salud de distribución de la grasa corporal se tiene relativamente poca información la base genética de la forma del cuerpo, aunque esto está empezando a cambiar.

Otros estudios recientes

El pasado mes de febrero dos estudios que se publicaron en «Nature» mostraban los genes implicados en la obesidad. Los investigadores del Consorcio Internacional de Investigación Genética de Rasgos Antropométricos (GIANT), tras analizar las muestras genéticas de casi medio millón de personas, identificaron más de 140 lugares o ‘loci’ en todo el genoma que juegan papeles en distintos rasgos obesidad. Y entre ellos se encontraba Plexin D1, del que ya se sabía que estaba involucrado en la construcción de los vasos sanguíneos.

Lo que en realidad despertó la curiosidad de Rawls y de James Minchin fue determinar cómo un gen relacionado con la formación de los vasos sanguíneos podría controlar el almacenamiento y el tipo de las células de la grasa. Así, trabajando con el modelo de pez cebra, animales trasparentes, los investigadores pudieron visualizar directamente cómo la grasa se distribuía de manera diferente entre los animales que habían sido genéticamente modificados para carecer Plexin D1 y los que tenían el gen intacto.

Además de observar que los animales mutantes tenían menos grasa visceral percibieron que la forma o morfología de las células de la grasa también era diferente. Así, el pez cebra sin el gen Plexin D1 tenía un tejido visceral más pequeño, pero con más células, una característica que se sabe disminuye el riesgo de resistencia a la insulina y a la enfermedad metabólica en los seres humanos. Por contra, sus pares ‘normales’ tenían un tejido graso visceral más grande, pero un menor número de células de grasa más propensas a liberar sustancias inflamatorias que contribuyen a la enfermedad.

En una siguiente fase, un grupo del Instituto Karolinska (Suecia) analizó muestras de pacientes humanos y vieron que los niveles de Plexin D1 eran mayores en personas con diabetes tipo 2, lo que sugiere que puede jugar un papel similar en los seres humanos.

«Creemos que Plexin D1 actúa dentro de los vasos sanguíneos facilitando un entorno para el tejido graso visceral», explica Minchin: es decir, los genes que construyen los vasos sanguíneos también están estableciendo estructuras para albergar las células de grasa. Ahora bien, matiza, «es probable que sólo sea uno de los muchos genes diferentes que contribuyen a la forma del cuerpo general y a la salud metabólica». Por eso los investigadores siguen buscando otros genes, así como los factores ambientales que están implicados en la biología de la grasa corporal.

Rawls agrega «Nuestros resultados indican que los humanos compartimos la arquitectura genética de la distribución de la grasa corporal con los peces cebra, lo que representa unos 450 millones de años de divergencia evolutiva».

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Fuente: ABC.

Daniel Ricardo Hernández @danielricardoh

Comunicador Social

Comité editorial medicinapreventiva.info

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