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El bullying escolar afecta a dos de cada tres niños y adolescentes en todo el mundo | Por: @linternista

Según un estudio realizado a través de la plataforma «U Report» que ha difundido UNICEF, para dos de cada tres niños y adolescentes, el «bullying» ha provocado que la visita diaria a la escuela haya sido especialmente dura en algún momento de sus vidas. El informe arroja algunos datos sobre la opinión que mantienen los adolescentes en torno al acoso escolar.

Bullying es una palabra inglesa que significa intimidación. Desgraciadamente, esta palabra está de moda debido a los inumerables casos de persecución y de agresiones que se están detectando en las escuelas y colegios, y que están llevando a muchos escolares a vivir situaciones verdaderamente aterradoras.

El bullying se refiere a todas las formas de actitudes agresivas, intencionadas y repetidas, que ocurren sin motivación evidente, adoptadas por uno o más estudiantes contra otro u otros. La persona que ejerce el bullying lo hace para imponer su poder sobre el otro, a través de constantes amenazas, insultos, agresiones o vejaciones, y así tenerlo bajo su completo dominio a lo largo de meses e incluso años. La víctima sufre callada en la mayoría de los casos. El maltrato intimidatorio le hace sentir dolor, angustia y miedo, hasta tal punto que, en algunos casos, puede llevarle a consecuencias devastadoras como el suicidio.

«Actualmente hay un equilibrio de casos entre chicos y chicas, pero se da un repunte en niñas de entre 11 y 13 años. Sin embargo, el problema comienza a gestarse mucho antes». Así lo asegura Carmen Aldana, psicóloga en Depsia Sl, que recuerda que los jóvenes «suelen acudir a consulta cuando están en Secundaria y ya presentan problemas emocionales».

Por ello, es fundamental la detección precoz, algo que es responsabilidad compartida del colegio y de los padres: «la familia debe estar atenta ante posibles cambios de comportamiento del niño, como que no quiera salir de casa ni relacionarse, que no acuda a excursiones del colegio o que pierda y vea deterioradas sus pertenencias», advierte Aldana.

Por su parte, el colegio también tiene la obligación de vigilar y estar atento ante cualquier alerta. Un punto que debería mejorarse, a tenor de la opinión del alumnado: hasta un 80 % considera necesario fortalecer las habilidades de los profesores. También opina igual la experta en protección infantil de UNICEF Theresa Kilbane, que incide en la importancia de «formar a los profesores, padres y tutores con las habilidades necesarias para poder garantizar protección a las víctimas».

Este problema puede requerir terapias en las que intervenga un psicólogo con la ayuda de los padres y el colegio, y en las que no se descarte la presencia de la fiscalía de menores cuando así sea necesario. En todo caso, y en opinión de Aldana, «se deben establecer pautas que ayuden al alumno a entender, contener y expresar sus emociones».

En Madrid, el Gobierno Regional aprobó a principios de este año la creación de una Unidad de Emergencia contra el acoso escolar. Aparte de establecer protocolos para prevenir, detectar y sancionar cualquier caso de este tipo, el Ejecutivo también ha incorporado como delito el denominado «ciberbullying», realizado a través de las nuevas tecnologías. Este último es solo un tipo de acoso más, junto con el físico, verbal, psicológico o social. Todos provocan efectos a largo plazo.

«El «bullying», incluyendo el acoso escolar a través de internet, continúa siendo un riesgo incomprendido para el bienestar de los niños y jóvenes», afirma Kilbane desde UNICEF. No es para menos, puesto que sus consecuencias son especialmente dolorosas para las víctimas que lo sufren. Entre ellas, la aparición de trastornos fóbicos, trastornos emocionales, problemas de depresión y ansiedad, pensamientos suicidas o sentimientos de culpabilidad. Quizá por esto último, un tercio de los encuestados llegan a la conclusión de que ser maltratado «es algo normal», y por ello no denuncian. «Hay que poner especial atención en los casos en los que se perciba un trastorno de la personalidad, cambios bruscos de humor, depresión, ansiedad o baja autoestima», asegura Aldana. Estos síntomas por sí solos no confirman la existencia del acoso, pero hay que permanecer vigilantes: hasta un cuarto de las víctimas asegura que no saben a quién decírselo.

La educación también ejerce un papel importante. Dos tercios de los afectados aseguran haber sido discriminados por su aspecto físico, su orientación sexual o su origen étnico. Para evitar estas situaciones, la psicóloga Carmen Aldana recomienda «crear un clima de comunicación y confianza en la familia que combine sensibilidad con límites y consecuencias, con el fin de que puedan ser autosuficientes y relacionarse con los demás de forma sana, madura y atenta». Igualmente, es importante «profundizar en el aprendizaje de comportamientos como la empatía». Solo así se puede evitar un problema mayor. Muchos casos terminan con la vida de la víctima o le dejan secuelas permanentes. Para poner fin a estas situaciones, lo mejor es la detección precoz y la denuncia.

Fuentes: abc.es / guiainfantil.com

Comité editorial medicinapreventiva.info

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