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La dieta mediterránea es la que mejor protege la microbiota intestinal | Por: @linternista

Una dieta baja en fibra y rica en azúcares ha llevado a una mayor cantidad de microorganismos nada beneficiosos especializados en las vías metabólicas implicadas en el procesamiento de los hidratos de carbono y “sustancias extrañas al organismo”, conocidas como xenobióticos.

Con el nombre de xenobióticos se designa a los compuestos químicos que no forman parte de la composición de los organismos vivos. Una vez absorbidas estas sustancias se acumulan y pueden ser tóxicas. Entre los principales xenobioticos se encuentran los derivados de la agricultura, como plaguicidas y pesticidas, o los metales pesados, dioxinas, componentes de los plásticos modernos, etc.

El intestino es el hogar de miles de millones de microorganismos que tienen un papel fundamental en muchos aspectos de la biología humana, incluyendo la función inmune y el metabolismo, sin olvidar la conexión con el cerebro. La reducción de la diversidad de la microbiota intestinal en la población occidental se asocia a los hábitos alimentarios.

Las bacterias que viven en nuestro organismo, unos 100 billones, regulan muchas funciones del cuerpo humano como la producción de vitaminas, de enzimas y de otras sustancias que favorecen la digestión y metabolización de los alimentos. Sin embargo, la fauna bacteriana puede variar ampliamente en función de factores externos e internos de cada persona.

Según una serie de estudios publicado en Science, la alimentación y los fármacos son con mucho lo que más influye en la flora intestinal. Además se ha detectado que hay un efecto pequeño, pero significativo, entre la composición del microbioma y el índice de masa corporal. Y otro de los estudios, con participación de investigadores del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos, del CSIC, destaca que las dietas más energéticas, los snacks, el exceso de azúcar, la leche rica en grasa y los refrescos azucarados disminuyen la diversidad del microbioma. Sin embargo, el café, te y vino tinto (con moderación) parecen favorecer una flora intestinal más variada, según los datos obtenidos en dos trabajos, uno dirigido por Alexandra Zhernakova, de la Universidad de Groningen, en Holanda, y otro por Gwen Falony, de la Universidad de Lovaina en Bélgica.

Las personas que regularmente consumen yogurt o cuajada tienen una flora bacteriana más diversificada, lo que se ha demostrado en investigaciones previas que es un dato positivo para la salud. En general, destacan los investigadores, «hay una buena correlación entre una flora intestinal variada y la salud. Cuando más variada sea la flora intestinal mejor».

«Cuanta más diversidad bacteriana más saludable es una persona, es decir, a mayor número de especies bacterianas que alberga el tracto intestinal, mejor. Eso es lo que se ha observado en general. Las bacterias intestinales influyen mucho en cómo se procesan los alimentos y los fármacos, por lo que no podemos dejarlas de lado», Arancha Hevia, investigadora predoctoral del Instituto de Productos Lácteos de Asturias que pertenece al CSIC.

Ambos grupos (belgas y holandeses) analizaron cada uno más de 1.000 muestras de personas para conocer las peculiaridades de su microbiota. Además, se les realizó cuestionarios sobre su estilo de vida y alimentación.

«Identificamos 126 factores que se asociaban con la composición y diversidad de la microbiota. En total, estos factores pueden explicar casi el 20% de la variabilidad de los microorganismos del tracto intestinal. Este es el mayor estudio metagenómico de población hecho hasta ahora, y la mayoría de los factores identificado no habían sido previamente estudiados en relación a la microbiota, como alimentos y medicamentos», explica Zhernakova.

En la naturaleza la diversidad es sinónimo de supervivencia. Como ejemplo, los bosques formados de una sola especie de árboles tienen mayor probabilidad de ser atacados por plagas que acaben con ellos. Sin embargo, cuando hay varias especies forestales, es más difícil que todos sean susceptibles a esa plaga. Con la flora intestinal sucede lo mismo, cuantas más especies de bacterias tengamos, menor será la probabilidad de que estos microorganismos tan importantes para la salud se vean afectados. Además, esa diversidad es buena para mantener a raya a otros microorganismos patógenos causantes de enfermedades.

Hay que tener presente la relación demostrada entre la flora intestinal y el sistema inmune, que es importante de las primeras etapas de la vida. El consumo indiscriminado de antibióticos o una mala alimentación son su peor enemigo. Por el contrario, la fibra vegetal tienen una participación crucial en la configuración de este ecosistema bacteriano.

Porque en su estudio se comprobó que fármacos como los antibióticos alteran claramente la flora intestinal, algo que ya se conocía, pero también otros como los antiácidos o la metformina (un antidiabético). En el estudio, liderado por Falony, se constató también que los laxantes osmóticos, antidepresivos, benzodiazepinas, antihistamínicos y los antconceptivos hormonales influyen negativamente sobre la microbiota humana. Además, se corroboró que ciertos microbios se asocian con enfermedades como la colitis ulcerosa o el cáncer colorrectal.

«Creo que la relación con la medicación es muy importante. Sabíamos ya el vínculo entre microbiota y los antibióticos, pero por ejemplo la relación con los antihistamínicos o las hormonas (anticonceptivas) ha sido muy sorprendente», aclara a este periódico Jeroen Raes, autor senior del trabajo realizado por la Universidad de Bélgica.

En cuanto al problema que generan los antibióticos, ampliamente usados en todo el mundo, Martin Blaser, director del Programa Microbioma Humano en la Universidad de Nueva York y autor de un artículo de revisión sobre este tema que publica también Science, señala a EL MUNDO que «tenemos la tecnología para crear antibióticos de espectro estrecho, específicos a cada patógeno, que sólo mataría a una especie sin generar un daño colateral. El problema es que no hay incentivos para utilizar esta tecnología. También necesitamos test diagnósticos mejores para que los médicos puedan saber qué bacteria tienen que tratar, y como en el caso de las infecciones de oído, si son por virus, no utilizar antibióticos».

Los resultados obtenidos por cada grupos se superponen y corroboran entre sí. «Es muy importante y positivamente sorprendente que nuestros resultados se solaparan con los de la cohorte belga. Vimos que en torno al 90% de los factores se daban en ambos grupos de participantes, lo que muestra la consistencia de los resultados», indica Zhernakova.

Sin embargo, más allá de la constatación, por estos dos grandes estudios, de lo observado en pequeños trabajos, «lo que esto significa exactamente es todavía difícil de decir», señala Zhernakova. Lo que no quiere decir que no tenga relevancia. «Ofrecemos una mejor comprensión de cómo los alimentos o los fármacos influyen en el ecosistema intestinal y el público puede saber ahora lo que le perjudica, por ejemplo los antiácidos, que se usan frecuentemente y que debería ser más cautos en tomar estos medicamentos porque promueven una microbiota menos diversa», aclara a este periódico.

Ambos grupos piensan seguir investigando en esta línea. El de Raes pretende llevar a cabo un análisis para conocer la biodiversidad de otros 40.000 individuos. «También estamos muy interesados en las dinámicas y queremos saber cómo la microbiota cambia con el tiempo», apunta el investigador belga.

Por su parte, Zhernakova adelanta que quieren investigar más detalladamente la relación entre bacterias y fármacos en algunos modelos de ratón. «También necesitamos comprender mejor las consecuencias funcionales y su papel exacto de la mayoría de las bacterias en el ecosistema intestinal», afirma.

En el trabajo de caracterización de las bacterias del intestino se encuentra involucrada Arancha Hevia, la investigadora asturiana. «Hemos desarrollado una metodología para separar las bacterias y otros microorganismos del resto de las heces, que suponen entre un 40-60% del peso del contenido fecal». En su tesis, ha catalogado distintos grupos bacterianos en personas que tienen lupus o alergias. «En las personas con lupus hemos visto una diferencia clara, existe una disbiosis (un desequilibrio de las especies) importante».

Según un estudio publicado en «International Journal of Molecular Sciences», la dieta mediterránea, considerada como uno de los modelos dietéticos más saludables, puede conducir a una reducción de la incidencia de enfermedades importantes, como cánceres, patologías cardiovasculares, enfermedades neurodegenerativas, diabetes tipo 2 o incluso alergia. Y esa acción podría llevarla a cabo a través de la flora intestinal, porque los hábitos alimentarios son los principales factores determinantes de la variedad microbiana del intestino. El estudio destaca que los componentes de la dieta mediterránea influyen en las poblaciones microbianas y sus actividades metabólicas desde las primeras etapas de la vida.

Fuente: abc.es

Comité editorial medicinapreventiva.info

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