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Mujeres: ¡Cuidado con el uso de zapatos de tacón alto! | Por: @linternista

Dicen, que si bien los zapatos de tacón se inventaron a mediados del siglo XVI, solo es hasta comienzos del XVIII que se popularizaron en Europa y hasta María Antonieta, obsesionada con lucir bien, no se bajó de sus tacones ni siquiera el día que fue llevada a la guillotina en 1793, y Luis XIV les dio valor cortesano para compensar su baja estatura.

Desde entonces, los tacones son soporte de la vanidad femenina por antonomasia, proporcionar altura extra, modelan la figura y de refuerzan las curvas, terminan siendo símbolo de feminidad, de sexualidad y hasta objeto de adoración y de proyección fetichista. No en vano, en el siglo XIX en Massachusetts (Estados Unidos), se castigaba a las mujeres que los usaban por considerar que embrujaban a los hombres.

Alteración biomecánica

La imagen que proyectan los zapatos altos van más allá de la estética y sea cual sea su significado se soporta en modificaciones y ajustes a la biomecánica del cuerpo que, no siempre, son benéficos y que vale la pena analizar en detalle.

Al elevar los talones:

  • Se mueve el centro de gravedad del cuerpo: se desplaza hacia adelante.
  • Para evitar que la persona se vaya de cara: la espalda y los hombros tienen que echarse hacia atrás.
  • La curva lumbar se aumenta, con lo que las nalgas parecen pronunciarse.
  • El pecho se adelanta.
  • La barriga se disminuye.
  • Se ve mucho más erguida.

Los pasos de las mujeres que usan tacones son más cortos y firmes y menos bruscos, es decir, más femeninos, así lo resalta un artículo publicado en The Journal of Applied Physiology.

Todo está en el peso

La vicepresidenta de la Asociación Colombiana de Medicina Física y Rehabilitación, de Colombia, Olga Lucía Estrada dice que:

  • Lo normal es que un pie sin tacones soporta al caminar el 43 % del peso corporal en el ante pie, y el restante 57 % en la parte de atrás.
  • Un tacón de siete centímetros: descarga adelante el 75 % del peso y el 25 % en la parte de atrás.
  • Un tacón de 10 centímetros o más: puede poner más del 90 % del peso del cuerpo en los dedos y los metatarsianos, con complicaciones esqueléticas del pie.

El profesor Neil J. Cronin, biomecánico de la Universidad de Griffith en Queensland (Australia), comprobó que los músculos de la pantorrilla y los peroneros de las mujeres que usan calzado elevado son menos eficientes, lo que las hace susceptibles a esguinces y luxaciones.

A mayor porcentaje de peso soportado en la parte anterior del pie (los dedos), es decir, el peso adelante, los zapatos angostos o puntiagudos y unos músculos más cortos son la triada perfecta para producir:

  • Hallux valgus, comunmente llamados juanetes.
  • Dedos en martillo.
  • Callosidades bajo el pie y dedos.
  • Dolor en la musculatura del pie al tratar de apoyar en lo plano.

Por otra parte, echar el cuerpo hacia atrás para compensar el centro de gravedad, aumenta la presión en rodillas y cadera provocando un serio desgaste, de acuerdo con un estudio publicado en la revista Biomecánica llamado ‘Influencia de la altura del tacón en la marcha’.

Además al aumentar la curva lumbar, los músculos de esa región se acortan, se tensionan y ante esfuerzos leves de estiramientos, pueden causar espasmos severos, que repercuten en los discos entre las vértebras e incluso en las raíces nerviosas, así lo aclara la Estrada.

Hace falta entrenamiento

El uso permanente o frecuente de tacones altos se puede comparar con una actividad deportiva. De ahí que requiera de una fase de entrenamiento, de calentamiento y de enfriamiento.

Entrenamiento. Identifique cuál es la altura del zapato que más se adapta a su estructura. Es clave que eleve el tacón no de manera abrupta, sino lenta y progresivamente.

Calentamiento. Por unos minutos gire, flexione y extienda los tobillos. También la cadera y espalda.

Enfriamiento. Después de una jornada prolongada, estire los músculos de la pantorrilla y el tendón de Aquiles (apuntando con los dedos hacia arriba).

A largo plazo le conviene:

  • Fortalecer los abdominales y los erectores del tronco.
  • Mejorar las posturas.
  • Mantener el peso adecuado.
  • Cambiar frecuentemente de zapatos, intercalando diferentes alturas de tacón.

Y si presenta dolor permanente o frecuente en tobillos, rodillas, cadera o espalda, suspenda su uso o disminuya la altura del tacón.

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Fuente: El Tiempo.

Daniel Ricardo Hernández @danielricardoh

Comunicador Social

Comité editorial medicinapreventiva.info

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