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Enseñe a sus hijos a lidiar con las presiones de grupo | Por: @linternista

Un aspectos que nos inquieta como padres hoy en día, es cómo hacer para que nuestros hijos sean menos vulnerables a las presiones externas y, especialmente, a las de grupo. Esta es una realidad a la que muchos niños y jóvenes se enfrentan durante su vida en la escuela, e incluso se extiende hasta la universidad.

Desde la influencia para vestirse de tal forma, visitar ciertos lugares, tratar o no a otras personas, hasta beber alcohol, tener relaciones sexuales, fumar o consumir drogas, son presiones que ejercen los grupos sobre los jóvenes.

Esta influencia hace referencia al efecto que tienen las opiniones y comportamientos de los otros sobre lo que pensamos o las decisiones que tomamos y en este sentido es una parte normal de las interacciones entre las personas.

Para los niños y jóvenes, pertenecer a los grupos es una de las necesidades sociales más importantes, así como lo que piensen los amigos, ser aceptados y reconocidos por sus pares y tener un lugar entre ellos.

No siempre es mala

Un poco de presión puede ser positivo, motivante y ayudar a tomar decisiones correctas. Los amigos pueden empujar a los niños y jóvenes a que hagan cosas buenas por buenas razones, como mejorar en fútbol, tener notas más altas o a hablar en público sin pena. Pero cuando es negativa, lleva a hacer elecciones inadecuadas y a actuar de manera inconveniente, aunque la persona sepa lo que hay que hacer.

Desarrollo de habilidades

Nuestro reto como padres es hacer que nuestros hijos desarrollen habilidades para manejar proactivamente la presión de grupo, aprender a decir ‘no’ de manera asertiva, identificar las acciones inadecuadas, y tomar buenas decisiones de acuerdo consigo mismo y sus valores, y no solo por la influencia de los demás.

  1. Tener información sobre el tema. Estar actualizados sobre cómo se ejerce la presión en el mundo de hoy y cuáles son las principales fuentes frente a las cuales nuestros hijos pueden estar expuestos. Esto nos permite guiarlos y orientarlos con tranquilidad, inteligencia y respeto, así como ayudarles a diferenciar entre una presión sana y aquella que puede resultar peligrosa o contraria a sus intereses y creencias.
  2. Conocer los hijos. Significa observarlos y escucharlos para saber quiénes son, identificar sus rasgos de personalidad y sus necesidades, sentimientos y expectativas. A qué dilemas se enfrentan en su vida diaria, cuál es el manejo que hacen de las diferentes situaciones, por ejemplo, cómo se sienten cuando están con sus amigos, y frente a cuáles influencias del grupo pueden ser sensibles.
  3. Reflexionar sobre nuestras acciones. Los padres tenemos toda las posibilidades de desarrollar en los hijos la capacidad para decir ‘no’. Es muy importante revisar los mensajes que les enviamos a través del nuestras propias actuaciones. Resistir la presión de grupo y no ir con la corriente en ciertas situaciones sociales es difícil. Por esta razón, cuestionarse sobre la manera como nosotros manejamos las presiones sociales y también que exigencias hacemos a los niños y jóvenes, son un modelo para ellos y una oportunidad para mostrarles, a través del ejemplo, las ventajas de ser uno mismo sin atropellar a los demás.
  4. Generar espacios de confianza. Los niños y los jóvenes necesitan que los comprendan. No siempre pueden hacer lo que queremos y seguir nuestras indicaciones. Entender lo difícil que puede ser negarse, porque muchas veces puede costarle perder un amigo, el reconocimiento o no ser incluidos en las actividades sociales. Algunas intervenciones son muy efectivas como hacer buenas preguntas, contar historias personales acerca de cómo han experimentado los padres la presión de grupo, cuándo acertaron y en qué se equivocaron, cuáles fueron las consecuencias y cómo se sintieron si en algún momento cedieron.
  5. Ayudarles a desarrollar estrategias efectivas. Para hacer frente a situaciones de presión, los niños necesitan que les enseñen, a través de la práctica, destrezas para salir airosos en situaciones difíciles. Por ejemplo, entrenarse en diferentes formas de decir ‘no’, hablar de forma contundente y con voz firme, buscar personas que los respalden, usar el humor para negarse, dar excusas convincentes o proponer algo alternativo.

Razones para ceder:

  • Ser aceptado y tener reconocimiento.
  • Miedo al rechazo.
  • Para sentirse apoyado.
  • Hacer lo que hacen otros.
  • Para sentirse capaz.
  • Para no asumir la responsabilidad.
  • Porque piensa que si todos lo hacen debe estar bien.
  • Miedo a ser excluido y humillado.
  • No saber decir no.
  • Baja autoestima.
  • Es una manera de rebelarse frente a los padres.

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Fuente: El Tiempo.

Daniel Ricardo Hernández @danielricardoh

Comunicador Social

Comité editorial medicinapreventiva.info

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