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Prácticas saludables que causan daño si se exceden los límites | Por: @linternista

Mucha gente se acostumbra a escuchar los beneficios de ciertos hábitos «saludables», al punto que decide ponerlos en práctica de manera tan excesiva que termina pasando la raya de los buenos efectos para caer en el terreno de las lesiones.

Es el caso del ejercicio, por ejemplo, que al realizarlo en condiciones y frecuencia adecuadas a cada persona, se traduce en efectos positivos para el organismo de los pies a la cabeza. Sin embargo, basta un exceso en el tiempo o una sobrecarga a las estructuras óseas y musculares para que la práctica deportiva cause daños corporales y una tortura para el que la realiza.

Lo mismo ocurre con las dietas, el consumo de algunas sustancias y hasta las inocentes recomendaciones de las abuelas. En ese sentido, no sobra echar un vistazo a algunas de esas cosas que son amigables en su justa medida, pero son una amenaza si los límites se exceden.

Baja sal, pero no sin ella

Restringir la sal es una recomendación reiterada de los médicos, dados sus efectos negativos sobre la tensión arterial, la función renal y la regulación de los líquidos en el cuerpo. Con base en esto, muchas personas deciden cortar de raíz con la sal ateniéndose a que mantenerla lejos es lo mejor que pueden hacer por su salud.

Tal vez desconocen que el sodio, un componente que contiene la sal, es indispensable para la vida y que sus efectos perjudiciales están ligados a los desbordes en su consumo.

El cuerpo necesita pequeñas cantidades de sal (sodio) para funcionar adecuadamente, para regular sus fluidos, controlar la cantidad de agua del organismo, ayudar a la hidratación de las células y transmitir impulsos nerviosos.

El sodio se encuentra de manera natural en pequeñas cantidades en muchos alimentos. Sin embargo, es necesario tener en cuenta que se puede añadir sal a los alimentos siempre y cuando no sobrepasen los 5 gramos al día, algo así como una cuchara de las que se usan para endulzar el café.

El sol, amigo irreemplazable

El miedo a contraer cáncer de piel ha hecho que muchas personas se alejen del sol por completo, al punto que lo consideran un enemigo.

Parece que desconocen que la luz del sol es la encargada de muchas funciones del organismo, como la producción de la vitamina D responsable, entre otras cosas, de garantizar la vitalidad del esqueleto, por lo que esconderse del astro rey es el camino más expedito a la osteoporosis.

Además, el sol fortalece las defensas del cuerpo, ayuda a eliminar toxinas, reduce la presión sanguínea y mejora el estado de ánimo.

Aquí la clave está en saberlo tomar en las cantidades y las horas en que los rayos ultravioleta no están en su máxima expresión.

Unos minutos en la mañana y otros en la tarde, para evitar la exposición entre las 11 de la mañana y las tres de la tarde, son buenas recomendaciones al lado de un bloqueador usado sin obsesión.

Agua sí, pero sin inundar el cuerpo

El agua es el líquido vital. Aunque algunos recomiendan ocho vasos al día, lo cierto es que el cuerpo necesita, al menos, dos litros para compensar las pérdidas y garantizar todas las funciones orgánicas sin ningún tipo de complicaciones.

Ahora, cuando se habla de agua, se trata de un término genérico que abarca todos los líquidos que ingresan al cuerpo en cualquiera de sus formas, incluida la humedad natural que contienen los alimentos sólidos.

Sin embargo, no pocas personas creen que el agua hay que consumirla pura y en abundantes cantidades bajo la premisa de que su pureza es lo más saludable.
Pero hay que saber que existe un fenómeno llamado sobrehidratación que implica ciertos peligros.

Para empezar, el exceso de agua diluye el sodio y produce una hiponatremia, fenómeno que desequilibra todas las funciones celulares. En su nivel de máximo riesgo, la sobrehidratación puede producir inflamación cerebral que se manifiesta con letargia (tendencia al sueño, disminución de la capacidad para reaccionar), agitación o convulsiones y síntomas que pueden confundirse con los de la deshidratación y llevan erróneamente a beber más.

Por otro lado, el exceso de agua en quienes tienen problemas en el corazón o en los riñones puede complicar estas condiciones de manera grave.

Así es que ojo con el agua: ni poca, ni mucha, hay que tomar la necesaria.

Ejercicio, lesivo si es mucho

Practicar ejercicio físico fortalece el corazón, activa el cerebro y mantiene fuertes los huesos y los músculos. Además, es un buen aliado para perder peso, disminuir la grasa abdominal, prevenir la diabetes, la hipertensión y para mantenerse en forma.

“Cinco días a la semana, cuando menos, en una rutina de 40 a 60 minutos en condiciones aeróbicas y mezcla de resistencia por grupos musculares”, es la recomendación que hacen los expertos para que los efectos se vean y se sientan. Pero la gente desconoce que el exceso disminuye estos beneficios y resulta perjudicial para la salud. Se sabe, por ejemplo, que sobreentrenarse puede agravar el asma, complicar la artritis, desencadenar arritmias cardiacas, desgastar articulaciones y hasta movilizar infecciones y alterar las hormonas y la sexualidad.

También se ha comprobado que exagerar libera mayor cantidad de radicales libres, lo que conlleva alteraciones en el metabolismo y acelera el envejecimiento, condiciones que contrarrestan de tajo los objetivos que muchos buscan al ejercitarse.

En este sentido, un estudio de la Universidad de Monash, en Australia, demostró que hacer ejercicio excesivo y prolongado, produce problemas gastro-intestinales, tanto que, según Ricardo Costa, uno de los investigadores, asegura que mantener de manera sostenida y regular una actividad física puede dañar las células intestinales y promover intoxicaciones por la pérdida de la capacidad del intestino para filtrar y separar lo bueno de lo malo que entra al organismo por esa vía. La revisión también detectó que para aquellos que tienen síndrome del intestino irritable o enfermedad inflamatoria intestinal (EII) puede ser beneficioso practicar actividad física entre baja y moderada. Las implicaciones para la salud de un ejercicio más intenso no se han investigado, pero es probable que sea perjudicial para estos pacientes, según los autores del trabajo, publicado en ‘Alimentary Pharmacology & Therapeutics’.

Claro, lo anterior sin contar que el ejercicio de alta intensidad y sin control incrementa el riesgo de muerte por ataques al corazón o derrames cerebrales en personas, incluso entrenadas. De ahí que, de acuerdo con Gabriel Robledo, médico cardiólogo y vicepresidente de la Fundación Colombiana de Obesidad, con un chequeo médico previo y según la capacidad de cada quien, es posible establecer un plan de ejercicio que no sobrepase una hora diaria. “El resto es perder el tiempo, a no ser que se trate de atletas de alto rendimiento o de deportistas profesionales”.

Fuente: eltiempo.com

Comité editorial medicinapreventiva.info

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