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Los altos niveles contaminación ambiental aumentan el riesgo de embolia pulmonar | Por: @linternista

Los niveles de contaminación ambiental producida por el ser humano se mantienen al límite y dado que las soluciones que se dan son tan puntuales –como la limitación de aparcamiento– cortes de tráfico o disminución de velocidad, como escasas, la polución se ha convertido en uno de los grandes factores de riesgo para la salud de las personas.

Según los expertos, «no es el principal desencadenante, pero tenemos clara la vinculación causa-efecto con muchas patologías desarrolladas, respiratorias como la EPOC y el asma, algunas de tipo cardiovascular, como la tromboembolia pulmonar por la inflamación del organismo», apunta Carmen Diego, coordinadora del Área de Enfermedades Medioambientales de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ).

Desde esta sociedad científica, Separ, llevaron a cabo un estudio en el que se veía la causalidad entre polución y embolia pulmonar. Los resultados se publicaron en junio de este año en la «European Journal of Internal Medicine», y bajo el título de «Análisis de los factores de riesgo medio ambientales para la embolia pulmonar: un estudio entre 2001-2013». Contar con una perspectiva tan amplia de tiempo, y a la vez tan reciente, ha permitido a Javier de Miguel Díez, coordinador del Área de Circulación Pulmonar de Separ y primer firmante del artículo científico aseverar que «la epidemiología de la embolia pulmonar se ve adversamente influenciada por los factores climatológicos más fríos y las altas concentraciones de polución en el aire». Esto sobre todo coincidía durante los meses de noviembre y febrero, donde se concentran la mayor parte de los episodios de embolia pulmonar, y que correspondía además con los picos más altos de polución en las grandes ciudades.

En este sentido, Juan González Armengol, presidente de la Sociedad de Medicina de Urgencias y Emergencias (Semes) y jefe de Servicio de Urgencias del Hospital Universitario Clínico San Carlos de Madrid, puntualiza que «no hay una causalidad de un mayor ingreso en los servicios de urgencias por la contaminación como factor único. Tenemos que especificar que se trata de uno más en la suma factorial de personas con más riesgo por sus comorbilidades, que se acentúan sobre todo con la llegada del frío». Sin embargo, por otro lado, el presidente de Semes asegura que «se necesitan estudios longitudinales sobre poblaciones, que bien conocemos porque son pacientes con determinadas patologías, que nos permitan hallar esta relación entre sus crisis y los niveles de polución en momentos concretos».

De Miguel Díez detalla que «los resultados de nuestra investigación también apuntan a que los factores climatológicos y los niveles de polución del aire contribuyen a la generación de trombosis en las arterias pulmonares». Los resultados muestran las evidencias de un efecto significativo entre la estación del año y los ingresos hospitalarios por embolia pulmonar, y son más frecuentes las hospitalizaciones por este motivo durante las estaciones más frías, con picos destacados en las estaciones de invierno y otoño. «La implicación directa de la contaminación del aire en el desarrollo de embolia pulmonar conlleva, en consecuencia, una estrecha relación entre bajas temperaturas y altas concentraciones de contaminantes con un aumento de la probabilidad de ingreso hospitalario», subraya De Miguel Díez.

Por otro lado, pese a que los datos extraídos del estudio demuestran que los factores meteorológicos y la polución ambiental tienen un efecto directo en el aumento de casos de embolia pulmonar, estos factores no inciden de forma destacable en la tasa de mortalidad por dicha dolencia respiratoria. «Existe la posibilidad de que los factores ambientales no tengan un papel determinante sobre la mortalidad ya que la muerte sucede mucho después de la hospitalización. Es decir, estas solamente afectarían al desarrollo inicial de la embolia pulmonar», asegura De Miguel Díez. A lo que añade, «sin embargo, resulta significativo destacar que en el estudio el mayor registro de muertes por embolia pulmonar se produjo durante las estaciones más cálidas, como son primavera y verano».

La aportación más novedosa de este trabajo al conocimiento científico es el empleo de una base de datos poblacional, a nivel nacional, donde queda reflejada la influencia de los factores ambientales en la epidemiología de la embolia pulmonar en España de forma longitudinal, a lo largo de más de una década, como sugería Armengol. «Dada la escasa literatura científica que aborda esta relación, es importante trabajar para entender la influencia real de los factores ambientales y climatológicos en el desarrollo de la embolia pulmonar. Seguir esta línea de investigación nos permitirá mejorar la prevención y el tratamiento con el fin de enriquecer la calidad de vida de nuestros pacientes», concluye De Miguel Díez.

Para el corazón

El aire que respiramos es una suerte de compuesto de elementos líquidos y gaseosos, así como también de numerosos agentes tóxicos. Las múltiples interacciones entre los contaminantes de aire y el clima, más la exposición a estas partículas inhaladas, se han asociado desde un punto de vista médico con un incremento de la morbilidad y la mortalidad a corto y largo plazo. A pesar de que la influencia de los factores meteorológicos en la morbilidad cardiovascular y respiratoria, y la mortalidad es muy conocida, existen escasas investigaciones científicas que hayan explorado la influencia de estas variables en el desarrollo de la embolia pulmonar y otras patologías cardiovasculares. En este sentido, resulta interesante señalar un trabajo de la cardióloga y profesora de la Universidad de Brescia (Italia), Savina Nodari, presentado en el Congreso de Cuidados Cardíacos Agudos de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC), celebrado hace un par de años. Nodari apuntó entonces que «en las últimas décadas se ha producido un aumento preocupante de la contaminación atmosférica. Con independencia de las políticas ambientales y sociales locales para aprobar la calidad del aire, el efecto negativo de la contaminación atmosférica sigue siendo un problema de salud pública importante».

Y añadió: «Algunos estudios realizados en Europa y Estados Unidos han mostrado una relación entre la contaminación atmosférica, especialmente las partículas finas y ultrafinas, que se miden como partículas PM10 y, no sólo con las enfermedades respiratorias, sino también con acontecimientos cardiovasculares agudos y fallecimientos. La Unión Europea ha establecido un umbral de seguridad PM10 de 10 microgramos/m3, pero los efectos negativos de las PM10 sobre el sistema cardiovascular pueden producirse a niveles inferiores a esta cifra». En su ponencia en la reunión, Nodari concluyó que «el umbral actual de PM10 de 50 microgramos/m3 resulta demasiado alto, pues a este nivel hemos observado un aumento en el número de hospitalizaciones por patologías cardiacas. El umbral debería reducirse a 20-30 microgramos/m3 o incluso menos, si es posible, porque, como el colesterol, el riesgo es continuo: cuanto mayores son los niveles, mayor es el riesgo. Si podemos obtener un nivel inferior de PM10, probablemente reduciremos el riesgo de afecciones cardiacas».

Un trabajo publicado la semana pasada por la Sociedad Europea de Cardiología exponía de nuevo la relación entre contaminación y daños cardiovasculares a largo plazo. Los datos de la investigación apuntan a una relación directa entre la contaminación y una mayor incidencia de hipertensión arterial. Una de las claves de este estudio es que la muestra abarca a más de 41.000 personas de cinco países (Noruega, Suecia. Alemania, Dinamarca y España), llevado a cabo durante un periodo de hasta nueve años. El proyecto Escape («European Study of Cohorts for Air Pollution Effects») investiga los efectos a largo plazo de la exposición a la contaminación atmosférica sobre la salud humana en Europa. La información sobre la presión arterial se obtuvo durante exámenes de seguimiento durante años. Ninguno tenía hipertensión cuando se unió al estudio, pero durante el período de estudio unas 6.207 personas (15%) informaron del desarrollo de hipertensión y de que tuvieron que comenzaron a tomar medicamentos para bajar la presión arterial. Los investigadores encontraron que por cada 5 mg/m3 de PM 2.5, el riesgo de hipertensión aumentó en un 22% en las personas que vivían en las zonas más contaminadas en comparación con los de las áreas con menor polución. Las concentraciones más elevadas de hollín también aumentaron el riesgo.

Fuente: larazon.es

Comité editorial medicinapreventiva.info

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